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miércoles, 19 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO I)


                     CAPÍTULO I

              LA NOTICIA NO DESEADA

           Como sucede con toda historia, comenzaré por el principio.

Siempre he tenido problemas con mi oído derecho, sí, no me he confundido, sé que ayer os hablé de un problema en el pulmón derecho, dejad que os explique, por eso he dicho que comenzaré por el principio. En parte, todo esto parece una locura, pero seguro que tiene su motivo de ser, aunque a estas alturas esté agotado de tantas pruebas y haber pasado por tantos aparatos distintos. Al final, algún día escribiré una novela con telón de fondo de un hospital.

 Bien, como os decía, desde niño he sufrido con mi oído derecho, hace unos tres años comencé a sentir unos ligeros pitidos en dicho oído, y ya cuando consideré que eran muy molestos, pues me impedían dormir, decidí ir al médico, me envió al especialista y tras algunas pruebas, una en concreto (La Resonancia) descubrieron que tenía un pequeño tumor benigno entre el tímpano y el equilibrio. Muy pequeño: 0,5mm por lo tanto nada de importancia, pero desde ese momento, se realizaría un seguimiento anual.

Año tras año, con mi hoja de cita, acudía a la Fundación Jiménez Díaz, la cual me pertenece por zona y pronto me familiaricé con una parte del personal y de los equipos, lugar donde me siento totalmente seguro y lo más cómodo que uno se puede encontrar. En definitiva, sólo puedo hablar bien de la FJD, pues el trato es exquisito.

Este año pasado, el 2013, muchos sabéis que no fue precisamente un buen año para mí, sino todo lo contrario, ya que en Julio comenzó la caída cuando me despidieron del trabajo, y era normal que se tendría que despedir tocando las narices y así sucedió.  A mediados de diciembre y tras pasar las pruebas y acudir a la última cita con el Otorrino, sorpresa, el tumorcito había crecido de 0,5 mm a 0,8 mm y aunque es aún pequeño, por la zona en que está situado y por si seguía creciendo, el Otorrino me recomendaba operarme. Le dije que sí, por supuesto. La salud es lo más importante. Y comenzaron las pruebas de preparación a la operación.

Una nueva resonancia, análisis de sangre, electro cardiograma y placas de tórax, y al pasar por la consulta de la anestesista una nueva sorpresa me deparaba, como no, no me iba a librar del final de año.  Visionando con todo detalle las radiografías, la especialista se fija con detenimiento y me dice:

            -  Veo aquí una especie de sombra que no sé qué puede ser. No me gusta nada, así que con tu permiso voy a pedir una prueba para que me confirme que es, antes de la operación.

            Mi pregunta fue entonces si podía ser bueno o malo. Ella simplemente me sonrió y me respondió que para eso solicitaba la prueba.

            A los pocos días, me llaman para realizar nuevas pruebas, entre las que se encuentran unas radiografías de alta resolución y un Tac. Este Tac, se llevó a cabo el día 4 de Enero. Como os podéis fijar, por las fechas, todo con la máxima celeridad posible, algo que siempre agradeceré. Incluso algunos días tenía dos o tres pruebas bien medidas en el tiempo, y en unas fechas problemáticas para muchas cuestiones, las navidades.

            Nunca olvidaré ese cuatro de Enero por muchas razones, pero todo eso os lo comentaré mañana, en el próximo capítulo.

            Un fuerte abrazo.