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lunes, 27 de octubre de 2014

CRÓNICA - CRÍTICA DE ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE POR: ADAN CLARK


TÍTULO: ROMEO Y JULIETA
AUTOR: WILLIAM SHAKESPEARE
CRÓNICA - CRÍTICA: ADAN CLARK

No sé exactamente por donde comenzar. No sé siquiera si yo también me he enamorado. Pero lo que seguro, nunca sabré, es de si mi amor tiene el nombre de Romeo, o de Julieta.

Tan solo pasé algunas páginas cuando perdí mis ojos y sin darme apenas cuenta, mis sábanas eran un telón que extendía Verona en su revuelo.

Embarqué el silencio de cada verso que cobraba vida en mis labios y al despertar del sueño inerte, abrían un ajuar de fantasía, lo que solo puede el amor. Una espada que al desenvainarse profanaba la lógica y la razón.

Hasta sollozo como si en mis manos yacieran sus cuerpos. Hasta me duele recordar que he perdido a quienes nunca conocí, a quienes nunca existieron. Hasta el frío se torna si imagino sus besos tibiando mi piel.

Cuando Javier me ofreció hacer una crítica y se escapó de mi boca Romeo y Julieta, me arrepentí pronto y sentí miedo. Sería osado tan sólo imaginar lo que Shakespeare sintió cuando sus versos tiñeron sus dedos con la sangre del puñal que selló el final eterno de la obra más grande de amor que jamás hubiéramos podido imaginar. De un amor tan poderoso como si de la misma Venus y Vulcano se tratara, apoteósico e indescriptible.

No se trata de interpretar el texto sino, de sentirlo y dejar que fluya en la brava y cálida tempestad de nuestra sangre. Dejar que el guión se apodere de nuestro cerebro y su razonamiento, cual Quijote y navegar en el río Adigio, y naufragar en el mar de la ilusión. Sentir el abrazo de Romeo, correr porque Julieta te espera.

 “¡Ah, sigue hablando, ángel radiante, pues, en tu altura, a la noche le das tanto esplendor  como el alado mensajero de los cielos ante los ojos en blanco y extasiados de mortales que alzan la mirada cuando cabalga sobre nube perezosa y surca el seno de los aires!”

 Benditos cuantos actores y actrices han encarnado la poesía que encierran sus hojas. Benditos y sacros cuantos templos de arte bebieron de éste amor inmortal en su escenario. Y benditas las manos que me lo entregaron a mí porque desde entonces oro apelando mi alma a la intercesión de William Shakespeare, porque si muriera hoy, si lo hiciera, si pudiera elegir mi destino elegiría ser un nombre en el verso de su pluma.

Es tan poco lo que os puedo decir y es tanto lo que puedo sentir que mientras escribo éstas letras me encuentro frustrado. Frustrado porque no sé como hacer estallar mi corazón que inquieto busca voz y boca propia para gritar sus latidos cuando una y otra, y otra, y otra vez me escucha recitar como si ensayando estuviera poco antes de que se abra el telón.

 

Ebrio de cada acento, de cada espacio y guión que trenza el romance de la Capuleto y el Montesco que anidan mis más hermosas fantasías y en las primeras horas de la madrugada en las que nace éste día, con mucho cariño y hasta fervor, escribo éstas palabras que tocan su fin cuando os ruego que cabalguen conmigo ésta historia que no concierne, que no entiende de muerte sino de fe, de vida y gloria; la Gloria del Amor. Y es que, ¿Qué más es real que el amor en ésta vida? Y, ¿Qué más podemos ser que amor?; crean en él como el pichón abre sus alas el primer día que emprende vuelo.

 

“El amor corre al amor como el niño huye del libro,

 y, cual niño que va a clase, se retira entristecido”

 

El amor no conoce el final.