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miércoles, 26 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VIII)


                   CAPITULO VIII

             Hoy es día 26. El quirófano ha quedado atrás y en mis deseos, que también la UCI. En estos momentos espero estar en planta, en la habitación. No sé si con algún tipo de sonda o no, eso no me lo han dicho y tampoco he querido preguntar tanto. Ellos hacen su trabajo y uno, como buen enfermo que es, obedece.
     
            Lo de buen enfermo no va de broma, creo que es muy importante facilitar las cosas a los doctores, enfermeras y personal. Siempre he pensado que si el paciente  está concienciado con su dolencia y que la atención recibida es para su bien, la recuperación también es más rápida.
 
             Hasta ayer me he limitado a contaros que me ha sucedido, como han ido avanzando los acontecimientos y en la situación que me he visto envuelto, sin desearlo. Como nadie desea el estar enfermo, pero somos humanos y es lo que nos toca, tarde o temprano.

            Pero en todo este proceso, como es natural, me he sentido perdido y desconcertado en más de una ocasión. He percibido como mis fuerzas flaqueaban hasta el punto de no desear hacer nada y como ha ocurrido, pasarme días enteros encerrado en casa, algo nada frecuente en mí. He advertido como en mi mente, mi mundo se tambaleaba como un castillo de naipes azotado por el viento, a punto de derrumbarse algunas veces. He aguantado el llanto con cada noticia emitida por los especialistas y tras salir de la consulta, en mi soledad, pues así estaba en esos instantes, introducirme en un cuarto de baño y dejar que fluyeran las lágrimas cálidas y saladas. La impotencia se ha intentado cebar conmigo, cuando creía no poder seguir con más pruebas, pero he sacado el coraje una y otra vez, incluso bajo los síntomas de la gripe. Me he preguntado mil veces el porqué, ¿Por qué dos operaciones? ¿No es bastante sufrimiento pasar una vez por el quirófano, que tener que hacerlo en dos ocasiones? Pero en fin, siempre lo he dicho y no será ahora cuando me retracte de ello: Todo tiene un porque, nada sucede porque sí y hay que ser paciente, pues el destino también se toma su tiempo.

            ¿Una nueva prueba en el camino de mi vida, de mi destino, de mi existencia? Pues la aceptaré resignado. Rogaré a los vientos me favorezcan, y que el  sendero se presente generoso e iluminado por mi gran y querido astro sol.

            Una nueva prueba, como tantas que se me han presentado a lo largo de los años desde que el planeta supo de mí presencia y yo de la suya, y que también acepté. Ahora espero y anhelo que al final de ésta, al llegar a la meta, sonría de felicidad, por haberlo logrado una vez más, y que la recompensa con la que el destino me aguarda, me sorprenda gratamente.

            Este escrito, al igual que el de ayer, está programado y espero que el hospital tenga Wifi disponible para los pacientes, y que tenga ganas de escribir para continuar con mi relato, en días sucesivos.

            Un fuerte abrazo para todos. Sed todos felices.

 

 

 

martes, 25 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VII)


CAPÍTULO VII

 LA HORA DE LA VERDAD

            Por fin habían pasado todas las pruebas. Llevaba desde primeros del mes de diciembre y terminando la primera semana del mes de marzo. Os aseguro que esos meses, no se los deseo a nadie, aunque también estoy convencido que habrá muchos enfermos que si leen mi relato, dirán. Paparruchas. Y es que cuando traspasas las puertas de un hospital, te das cuenta de la cantidad de personas que hay enfermas y algunas con dolencias muy graves y dolorosas.

            Haciendo un resumen, en ese tiempo había tenido las pruebas rutinarias anuales (resonancia, análisis, radiografías etc) A continuación llegaron las pruebas para la operación del tumorcillo en el oído. Visto lo visto y ya relatado, nos vamos a nuevas pruebas para ver qué es esa cosa que tengo en el pulmón derecho y tras saber el resultado, la últimas pruebas que se realizan son para la operación del nódulo pulmonar. Toda una aventura por las diferentes estancias de la Fundación Jiménez Díaz y el Hospital Clínico San Carlos.

            El neumólogo me recibe, me cuenta que hay que operar y me relata cómo será dicha operación, pero que el que mejor me contará todo con detalles, será el cirujano, y a los pocos días estoy en su consulta. Muy agradable, por cierto, y me hace sentir seguro, incluso con la noticia de que no se descarta que puede ser negativo el tumor, pues las pruebas que han realizado con la biopsia, han sido de tejido cercano al nódulo, pero no del mismo. Ese tejido ha resultado ser benigno, por lo que yo espero, deseo y ruego a Dios, que el nódulo en sí, también lo sea.

            Con todo detalle, como además me gusta que los especialistas me hablen, me explicó cómo sería la intervención, primero si el nódulo es benigno, y luego si es maligno. Que no lo va a ser, pero bueno, lo tengo que escribir.

            Sólo os daré como detalle que el comienzo de la intervención, tras estar completamente dormido, serán dos incisiones pequeñas, una más arriba que la otra, en la zona del costado y entre dos de las costillas, por una de ellas introducen una cámara y por la otra las pinzas con las que extraerán la muestra. Dicha muestra se la llevan a analizar y en unos 20 minutos tienen el resultado. Mientras, claro está, yo permanezco anestesiado.
           
            Confío plenamente en todo el personal de la FJD. Desde el primer día que pisé sus instalaciones, hace ya más de tres años, sólo puedo hablar maravillas de todo el personal, y cuando digo todo, es todo. La educación, la cordialidad, el respeto, la sensación de querer agradar y conseguirlo. De hacerte sentir bien, sabiendo que te pueden dar una mala noticia, es absoluta. Sí, confío y dejo mi cuerpo en manos de los cirujanos, ellos conocen su profesión y yo quiero sanar.
 
            Mientras muchos de vosotros, hoy día 25 de marzo, estéis leyendo este capítulo, yo estaré en la mesa de operaciones, en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) donde permaneceré unas horas tras la operación, o ya en la habitación, dependiendo cuando sea leído.

            Esté relato saltará, automáticamente, como otros que dejaré ya escritos y con fecha programada. Ingreso hoy día 25  a las 8 de la mañana y comenzará la intervención a las 12 del mediodía. La intervención tiene una duración aproximada de unas 4 horas. Así que lectores del blog, quienes estéis frente a este escrito, sólo os pido una cosa: Si sois creyentes, pedid porque todo salga bien durante la intervención y el nódulo (que yo estoy convencido que sí) sea benigno. Si creéis en otras fuerzas, invocarlas para que  la energía positiva me abrace en este día, y sino creéis en nada, pues con sólo decir: "Suerte", va a ser más que suficiente.
 
             Mañana, al menos, habrá un nuevo capítulo. Mientras tanto un abrazo y sed felices.

           

lunes, 24 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VI)


     CAPÍTULO VI
POR FIN LLEGÓ LA ÚLTIMA PRUEBA

Y tras la broncoscopia y pasados unos días, llegó la última prueba, el Pet – Tac.

El Pet – Tac, para que os familiaricéis con él, es como un Tac pero de alta resolución. El aparato es prácticamente igual, en apariencia externa, pero no interna. La diferencia reside, también,  en que el departamento al que acude el paciente es Medicina Nuclear, y si suena fuerte cuando se lee o se escucha, más lo es cuando acudes a la zona en concreto.

El departamento de Medicina Nuclear al que yo acudí, se encuentra detrás de la FJD y está situado en el Hospital Clínico San Carlos. Sus dependencias se hayan en el sótano donde debes recorrer un largo pasillo, prácticamente ausente de personal en todo el  trayecto (La imaginación vuela por unos segundos, tras haberte quedado con la palabra: Nuclear. Pero que vuestra imaginación no vuele demasiado, no van con trajes especiales ni nada por el estilo J) Te guías por las señales, entras en la sala y cuando se presentas con tu parte y te sientas, observas el entorno. En un principio es una sala de estar como otra cualquiera, pero enseguida ves un cartel que dice: SALA DE NO INYECTADOS y más adelante marcado por una flecha: SALA DE INYECTADOS. Sinceramente, a mí eso me dio muy mal rollito, pero respiras profundamente, asistes a la consulta de una especialista y luego pasas a esa otra zona donde te mandan desnudarte y ponerte un pijama y a continuación, en un sillón muy cómodo te preparan para inyectarte, a vena,  una serie de productos, entre ellos que yo recuerde: Suero, Contraste y un componente radioactivo. Se te queda el brazo completamente congelado y en esa sala, donde estás tú solo, te quedas durante una hora sin leer, sin escuchar música, sin hacen nada de nada; simplemente con el cuidado de las enfermeras que pasan de vez en cuando para saber si estás bien y claro está, arropado por una manta, porque el frío es bestial. Tras la hora, pasas a la sala donde está la máquina y el frío aún es mayor, te tumbas te dan una serie de órdenes, te mandan poner los brazos por detrás de la cabeza y tras colocarte de nuevo una manta, empieza la exploración. Unos 35 a 40 minutos. Una gran parte del tiempo lo tienes que hacer con los ojos cerrados, por los rayos que recorren tu cuerpo. (La foto que he elegido, es muy precisa en ese tema)

Luego te informan que estás contaminado de radioactividad, llegué a pensar que en cualquier momento me volvería verde como Hull, pero afortunadamente no sucedió, lo que si tienes que tener es sumo cuidado durante unas tres horas de no estar un tiempo prolongado junto a: chicas jóvenes, embarazadas y niños menores de 14 años. Así que yo me fui pitando para casa, para cumplir bien con el cometido. También, durante ocho horas, cada vez que vas al servicio a orinar, hay que hacerlo sentado, limpiarte bien con papel y tirar dos veces de la cisterna. Todo un protocolo para no contaminar.

La prueba te deja bastante agotado, o tal vez fue a mí por varias razones: Había dormido poco. Desde las 11 de la noche no había comido nada y cuando salí de allí eran más de las 6 de la tarde. Mi vientre sólo contenía agua, agua en abundancia que es lo que te piden que bebas para luego poder orinar en cantidades industriales. Y que alguno de los productos que me inyectaron, me provocó una bajada de tensión bastante fuerte, que recuperé enseguida con un vaso de agua, por supuesto.

Feliz y veloz regresé a casa, devoré casi todo lo que tenía en el frigorífico y me quedé dormido como un bendito. Ya estaban todas las pruebas efectuadas, ahora quedaba saber los resultados.

domingo, 23 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO V)


                   CAPÍTULO V

           LA BRONCOSCOPIA Y YO

           La broncoscopia, que no es lo mismo que tener una gran bronca con alguien, no, es esa prueba que a través de un tubo penetran por tu garganta hasta llegar a tus bronquios y pulmones. Pero lo dejaré ahí, el que desee saber sobre dicha prueba, la  Wikipedia es muy sabia.

Como os decía ayer, comenzaron nuevas pruebas y a la que más temía era a esta en concreto, pero resultó que no fue para tanto, al menos para mí y el motivo os lo relato a continuación.

Ese día tocó madrugar y encima hice madrugar a un buen amigo, pues tenía que ir acompañado, así que el bueno de Carlos Corbacho tuvo que levantarse antes de tiempo y cambiar el horario en su trabajo. Allá nos fuimos los dos, a la FJD que ya empieza a ser como mi segunda casa, y sobre las ocho de la mañana, comenzaron por cogerme una vía en la mano y para adentro. Del sillón subí a la camilla y tras ponerme las ventosas adhesivas  para el electrocardiograma, tranquilidad. Me entretuve mirando de un lado a otro, todo lo que había y quienes estaban. De pronto una chica anestesista se acerca, inyecta algo junto al suero, que tenía ya en vena, y me dice: “Pesas unos 70 kg, ¿Verdad?”  Y yo con cara de asombro le contesto: “Pues no, peso unos 53 o 55 como mucho” Sonríe y me dice, “bueno, pues te quedarás más relajado”

Inciso, para quienes no lo saben, cuando se practica una broncoscopia y biopsia, al paciente se le seda, no se le duerme. Por lo tanto es consciente de todo, pero no le duele.

Continuamos. Otra enfermera se acerca con una gran mesa sobre la que hay un montón de utensilios y yo todo curioso miro para ver que son todos esos cacharros que está manejando, la chica se da cuenta y me dice: “Mejor será que no mires” Y yo la contesto en plan valiente. “Ya me han hecho en dos ocasiones endoscopias y más o menos…” Sin dejarme terminar me sonríe y continúa. “Ya, pero esto no es como una endoscopia. Mejor que mires para el otro lado” Yo muy obediente lo hago y me encuentro con el Monitor cardiaco y me fijo como se está moviendo todo y entonces pienso: ¿Cuál será el que mide mi respiración, si está agitada o lenta? Y la respuesta fue hacer la prueba. Empecé a respirar como si estuviera corriendo y uno de aquellos medidores empezó a acelerarse, luego respiré muy lentamente, incluso conteniendo la respiración, y aquel medidor bajó su intensidad. Dicen que la curiosidad mata al gato, compruebo que en ese momento todos están a sus cosas y yo sigo practicando con el monitor y… Lo siguiente que recuerdo es que me levantaba del sillón y le decía a mi amigo Carlos, ¿nos vamos? Sí, había pasado todo, unos 45 minutos. Me había quedado dormido durante toda la prueba, posiblemente por la dosis que me suministraron y por hiperventilarme a mí mismo.

Llegué a casa, me metí en la cama tras desnudarme porque me encontraba agotado y me dolía la garganta (dolor provocado, posiblemente por el tubo al entrar por la garganta) y decidí dormir un rato. Al despertar sólo me acordaba de que había dicho a mi amigo que si nos íbamos y que me apoyé a su hombro porque me mareaba. Le tuve que llamar para que me contara todo y riéndose me relató que parecía un borracho, que no se me entendía nada de lo que hablaba y que me repetía como un loro, incluso que una señora que estaba esperando allí me preguntó algo y yo le conté una batalla que nada tenía que ver con lo preguntado.

En fin, una prueba que aun sabiendo que es muy dura, a mí, por lo menos me resultó muy llevadera. Por eso mi consejo de hoy, es que no os fiéis de lo que os diga nadie, sobre sus experiencias en una u otra prueba. Cada uno somos un mundo, pero tenemos la mala costumbre de preguntar a amigos, familiares, etc, lo que sintieron cuando les hicieron tal o cual prueba. Reconozco que yo soy de esos que pregunta siempre, y cada vez me doy cuenta que no debo de hacerlo. Lo repito, lo mejor es ir tranquilo y dejarse en manos de los profesionales. Eso sí, si es por sedación, antes de que vayan a intervenir, si queréis quedaros dormidos, intentar hiperventilaros, igual, como me sucedió a mí, entras en un profundo y agradable sueño y no te enteras de nada. J

Hasta mañana, feliz día.

sábado, 22 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO IV)

                    CAPITULO IV

             VOLVER A EMPEZAR

           Pasado ese día 4 de Enero, tuve unos días de relax, aunque la intriga de que podría tener o no me carcomía un poco, pero sólo un poco, pues la verdad que en esos días estuve bastante entretenido con mi vida diaria, y eso también es muy importante y aconsejo a todo el mundo: Cuando se esté pasando un mal momento, sea cual sea y no se vea una salida, lo mejor es desconectar, aunque no olvidar, pues el problema seguirá ahí, pero se debe intentar buscar alternativas que te mantengan entretenido y sin tener que estar pensando tanto. Ayuda, os lo aseguro y aunque cuesta, que también es entendible, hay que sacar coraje, que en nuestro interior se alberga más que lo que muchas veces pensamos.

A mediados de Enero tuve cita con el Neumólogo y ahí comenzó una nueva batalla. Si por una parte ya estaba concienciado con operarme del oído, ahora tenía que empezar a pensar que dicha operación tal vez se tendría que posponer. Comenzaba una nueva carrera por el interior de mi cuerpo, nuevas pruebas médicas: otro tipo de análisis, nuevas radiografías, pruebas de respiración, Broncoscopia con biopsia incluida, electro cardiograma y una de las pruebas más desagradables: El Pet – Tac

Sinceramente había momentos en que deseaba tirar la toalla, pero luego me serenaba, y meditaba sobre todo lo que me estaba sucediendo. Pasaba de estados de cabreo a otros de euforia, creando en mi mente, sin dejar de ser consciente de la realidad,  las imágenes de una película en la que no deseaba estar, pero estaba.

            Otro punto fundamental cuando uno está enfermo, decaído y por la circunstancia que sea, no ve salida a un problema que considera serio, es abrirse a la familia, los amigos o la pareja. Súper importante.

            Hay personas que cuando les acecha una enfermedad determinada, se encierran en su coraza y no dicen nada a nadie. Se tragan el problema y lo digieren ellos solos. Sé de lo que hablo, yo he sido de esos. No me gusta compartir mis problemas, solo mis alegrías, pero como bien me han dicho más de un amigo, al decirles mis motivos, han argumentado: “Los amigos, la pareja, la familia, no están simplemente para los buenos momentos, sino para cuando de verdad se necesita apoyo” Y joder, y disculpad el taco, cuando uno se ve ante tantas pruebas y tanta incertidumbre, cuanto se necesita un hombro, una mano amiga, una persona en quien puedas apoyarte por unos instantes. Y que alivio se percibe al ver a esa o esas personas que con una simple mirada, un gesto, unas palabras, te reconfortan para seguir luchando.

            Antes de seguir con la historia, por favor, recordad, si estáis mal, si sufrís, no encadenéis ese malestar y ese sufrimiento a vuestro cuerpo, dejad que fluya, y sed positivos. Todo tiene un porque, aunque en ese momento no lo veamos, ni lo sintamos.

            Mañana os contaré mi experiencia con la Broncoscopia y la biopsia. No, no hablaré de nada desagradable, no es mi intención en estos escritos.

            Feliz día para todos.

viernes, 21 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO III)


                           CAPÍTULO III

                  DÍA 4 DE ENERO (BIS)

            Dejé esta parte de la historia, para hoy,  porque en realidad la situación resultó tan surrealista, que la recuerdo como cómica. Aunque una mierda ¡Qué mal lo pasé!

            Llegué a casa, el dolor de todo el cuerpo se había centrado en un solo sitio, la nalga derecha. No sé qué me inyectaron, pero aquello ardía como si me hubieran marcado con un hierro candente.

            Decidí darme una ducha y comer algo, lo que pude tragar, porque me sentía muy flojo. Con el estómago medio complacido me dirigí a la habitación, me desprendí del albornoz y me introduje bajo el edredón, no sin antes poner la televisión. Sí, curiosamente no conecté el ordenador, no estaba para leer y mucho menos para intentar conversar o mantener un debate por Facebook, como en tantas ocasiones hago.

            Veía la televisión sin verla, la escuchaba sin hacer caso de lo que se decía, simplemente era una compañera en la soledad de la habitación, pero estaba bien, feliz, descansando y sin dolores, bueno, la nalga continuaba sufriendo el líquido inyectado. En algún momento determinado me quedé dormido y serían sobre las siete de la tarde cuando comenzó lo insospechado.

            Me desperté temblando, pensé que la calefacción se había apagado, pero no, estaba ardiendo; de pronto los temblores dieron paso a espasmos lo que provocaba dar botes bajo el edredón, edredón que se fue al carajo al poco rato de los golpes que le estaba propinando con las piernas. Sí, era como la niña del exorcista, sólo me faltaba decir aquello de: “¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?” en vez de esa frase busqué el móvil para llamar a urgencias, pues estaba solo en casa, como el de la peli, pero sin poder hacer picias. Y ocurrió entonces que el móvil también parecía poseído, iba de un lado al otro de la cama y yo intentando atraparlo. Menos mal que el número de urgencia es el primero que tengo en la agenda. Llamo, espero, se pone una “dulce voz de mujer”

            -Urgencias, ¿dígame?

            -Verá, me he despertado y no sé qué me está pasando, pero no puedo controlar mi cuerpo, estoy dando botes encima de la cama - Todo eso con la voz temblorosa

            - ¿Está usted sólo?

            - No, estoy con la Orquesta Nacional y el Orfeón Donostiarra – Me dieron ganas de contestarla. Pues claro que estaba solo, sin poder sujetar el móvil y la voz quebrada. Por el contrario la contesté: “Sí, y le aseguro que me encuentro muy mal”

            - No le escucho muy bien, ¿tiene poca cobertura?

            - No señorita, es que el móvil está saltando de un lado para otro porque no puedo sujetarlo.

            - Está bien, tómese la temperatura.

            Odisea con el termómetro, menos mal que tengo uno en la mesilla de la habitación y menos mal que es de esos electrónicos. Consigo darle al pulsador, me lo pongo, suenan los pitidos y tras retirarlo miro la temperatura: 40,8 oC

            - Tengo 40,8 oC

            - Pues tiene usted un poco de fiebre - ¡Un poco!, ¡pero bueno, ¿cuánto es mucho para esa mujer?! – Tómese un Ibuprofeno y si en tres horas no le baja la temperatura, nos vuelve a llamar. En estos momentos no puede acudir nadie a su domicilio porque estamos colapsados – “Tres horas” –  Pensé mientras me tomaba el Ibuprofeno a pelo y sin agua, porque no era capaz de levantarme. Si tengo que estar tres horas con más de 40 grados de fiebre, sería un auténtico espécimen a tratar.

            Afortunadamente fue media hora mientras la pastillita mágica hizo su efecto. Media hora botando en la cama y sujetando el edredón como podía con las manos para que no volviera a salir volando. Por fin la agonía terminó y destrozado, agotado, molido, como si hubiera estado combatiendo en lucha libre con un ser invisible, me quedé dormido.

            Pasado el día, descubrí que en Madrid en efecto, ese fin de semana, estaba todo colapsado por los casos graves de gripe que estaba asolando la ciudad y toda España. Y  yo había superado la crisis, como un campeón J

            Una cosa muy importante que sí aprendí, es que si un día sentís esos síntomas y tras tomaros la temperatura veis que está subiendo a gran velocidad, Ibuprofeno para adentro, no es publicidad, os lo aseguro, es mano de santo. No me preguntéis que santo, pero lo es.

          Hasta mañana que continuaremos esta batalla campal.

 

 

 

jueves, 20 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO II)


                         CAPITULO II

                        EL 4  DE ENERO

           Ayer nos quedamos en la última prueba, la del 4 de Enero. Como os decía, ese día no lo olvidaré tan fácilmente por muchas razones.

Unos días antes, como tanta gente en invierno, pillé una gripe de campeonato, hasta el límite que el día de Noche Vieja, y tras tomar las uvas en casa de un amigo, donde nos reunimos varios para cenar y pasar la noche, me tuve que retirar sobre las 2 de la mañana del agotamiento que sentía. Pasaría los días siguiente en cama hasta llegar el día 4, que por narices tenía que acudir al hospital para el Tac.

Recuerdo que me levanté muy pronto, sobre las 7 de la mañana, desayuné y me tomé un ibuprofeno, porque el malestar que tenía, os lo aseguro, era indescriptible, y os prometo que aguanto muy bien el dolor. Piernas, lumbares, brazos… Resultaban a mi cuerpo ajenos, no me dejaban apenas moverme, y dos o tres pasos, eran el equivalente a una carrera de 110 metros vallas.

Tomando valor salí de casa, os prometo que desde la puerta de mi casa a la boca de metro, no habrá más de 400 metros, me detuve para descansar y respirar unas 4 veces y cada una de ellas diciendo: “Me vuelvo a casa y pido cita para otro día”, pero automáticamente respondía: “No, hay que ir, si ellos trabajan un sábado para hacerme una prueba a mí, no seré yo quien no acuda” Y lo conseguí, cuando entré y la enfermera me vio el careto lo primero que dijo: “¿Qué te pasa chico?” Me gustó lo de chico, cuando ella era mucho más joven que yo. Le comenté más o menos lo que pasaba y me dijo, cuando terminemos con el Tac, te llevo a urgencia.

Mientras estaba en el Tac, en lo único que pensaba era en que urgencia quedaba a la otra parte del hospital y que a no ser que me pusieran una silla de ruedas, yo no llegaría vivo. Una vez más me confundí, los hospitales son una caja de sorpresas. Me manda vestirme y me dice: “Vamos, te acompaño a urgencias” y yo “Despacio, que no puedo ir muy deprisa” me mira, sonríe y abre una puerta pulsando en un lateral, un pasillo de no más de dos metros y aprieta otro pulsador y tras pasar me encuentro en urgencias. La miro, ella me mira y me dice: “Los secretos de un hospital” No me cuestioné  nada, simplemente se lo agradecí y me dispuse a dejarme quitar  los dolores. Y lo hicieron, tras varias pequeñas pruebas, me pusieron una inyección que me dejaron la nalga derecha dolorida por horas, pero oye, mano de santo, se fueron los dolores.

Por fin ya en la calle, respiro profundamente y decido regresar lo más rápido posible a casa, no fuera que los efectos de la inyección se pasaran antes de estar de nuevo en la cama. Saco un cigarrillo y… Magia. Al darle la primera calada, me sabe a demonios, lo mismo que la noche anterior cuando intenté fumar el último de la noche. Miré el cigarrillo, lo tiré al suelo, sonreí y me dije para mis adentros: “Creo que es el momento de dejar de fumar”. Ni siquiera saqué el cigarrillo electrónico que un par de semanas antes había comprado para ir bajando la dosis de los cigarros convencionales.

Pero el día no terminó con la vuelta a casa y el descanso merecido, no, que va, pero como este post se alarga, lo dejo para mañana.

Hasta mañana a todos. Un fuerte abrazo.

miércoles, 19 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO I)


                     CAPÍTULO I

              LA NOTICIA NO DESEADA

           Como sucede con toda historia, comenzaré por el principio.

Siempre he tenido problemas con mi oído derecho, sí, no me he confundido, sé que ayer os hablé de un problema en el pulmón derecho, dejad que os explique, por eso he dicho que comenzaré por el principio. En parte, todo esto parece una locura, pero seguro que tiene su motivo de ser, aunque a estas alturas esté agotado de tantas pruebas y haber pasado por tantos aparatos distintos. Al final, algún día escribiré una novela con telón de fondo de un hospital.

 Bien, como os decía, desde niño he sufrido con mi oído derecho, hace unos tres años comencé a sentir unos ligeros pitidos en dicho oído, y ya cuando consideré que eran muy molestos, pues me impedían dormir, decidí ir al médico, me envió al especialista y tras algunas pruebas, una en concreto (La Resonancia) descubrieron que tenía un pequeño tumor benigno entre el tímpano y el equilibrio. Muy pequeño: 0,5mm por lo tanto nada de importancia, pero desde ese momento, se realizaría un seguimiento anual.

Año tras año, con mi hoja de cita, acudía a la Fundación Jiménez Díaz, la cual me pertenece por zona y pronto me familiaricé con una parte del personal y de los equipos, lugar donde me siento totalmente seguro y lo más cómodo que uno se puede encontrar. En definitiva, sólo puedo hablar bien de la FJD, pues el trato es exquisito.

Este año pasado, el 2013, muchos sabéis que no fue precisamente un buen año para mí, sino todo lo contrario, ya que en Julio comenzó la caída cuando me despidieron del trabajo, y era normal que se tendría que despedir tocando las narices y así sucedió.  A mediados de diciembre y tras pasar las pruebas y acudir a la última cita con el Otorrino, sorpresa, el tumorcito había crecido de 0,5 mm a 0,8 mm y aunque es aún pequeño, por la zona en que está situado y por si seguía creciendo, el Otorrino me recomendaba operarme. Le dije que sí, por supuesto. La salud es lo más importante. Y comenzaron las pruebas de preparación a la operación.

Una nueva resonancia, análisis de sangre, electro cardiograma y placas de tórax, y al pasar por la consulta de la anestesista una nueva sorpresa me deparaba, como no, no me iba a librar del final de año.  Visionando con todo detalle las radiografías, la especialista se fija con detenimiento y me dice:

            -  Veo aquí una especie de sombra que no sé qué puede ser. No me gusta nada, así que con tu permiso voy a pedir una prueba para que me confirme que es, antes de la operación.

            Mi pregunta fue entonces si podía ser bueno o malo. Ella simplemente me sonrió y me respondió que para eso solicitaba la prueba.

            A los pocos días, me llaman para realizar nuevas pruebas, entre las que se encuentran unas radiografías de alta resolución y un Tac. Este Tac, se llevó a cabo el día 4 de Enero. Como os podéis fijar, por las fechas, todo con la máxima celeridad posible, algo que siempre agradeceré. Incluso algunos días tenía dos o tres pruebas bien medidas en el tiempo, y en unas fechas problemáticas para muchas cuestiones, las navidades.

            Nunca olvidaré ese cuatro de Enero por muchas razones, pero todo eso os lo comentaré mañana, en el próximo capítulo.

            Un fuerte abrazo.

martes, 18 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR.


                             PRESENTACIÓN
 
            He pensado mucho en dar este paso y al final me he decidido. Por una parte, mis amigos me decían que tal vez me serviría de terapia, escribir todo lo que me está pasando en estos meses, y así liberar tensiones. Luego me pregunté si lo escrito debía de compartirlo o reservarlo y dejarlo en el cajón de la mesita, y finalmente decidí que sí. Así que durante unas semanas, capítulo a capítulo os iré desgranando y relatando lo que comenzó en diciembre del 2013.

            Una fecha que parece muy cercana para casi todo el mundo, apenas han pasado dos meses largos, pero para mí ha sido un tiempo de meditar, pensar mucho y sobre todo de vivir entre numerosas pruebas de hospital, algunas duras, otras incluso desagradables.

            Dentro de unos días, me operan de un nódulo pulmonar y aún, habiéndome hecho un sinfín de pruebas, no me confirman si es benigno o maligno, hasta que me abran y analicen la materia durante la operación.

            Durante estos meses, lo que en un principio eran las pruebas rutinarias anuales para tener todo controlado, se han vuelto meses de dudas, incertidumbre, cansancio físico y mental, dar mil vueltas en la cama en noches de insomnio, pensando, pensando, siempre pensando el porqué, ¿por qué yo tenía que estar padeciendo todo esto? y luego me respondía que hay mucha gente ahí fuera que lo está pasando mucho peor. Y aquí no vale el dicho de “mal de unos consuelo de tontos” No, no se puede jugar con las palabras y los sentimientos cuando uno se encuentra enfermo e impotente ante lo que nos puede venir, con la incertidumbre de cuál será el siguiente resultado y si los especialistas no te ocultan nada, pues aunque yo con ellos siempre he sido muy claro: “Quiero saber la verdad, no me gustaría que me oculten nada” y creo que hasta la fecha me han dicho todo con pelos y señales, algo por lo que les estaré siempre agradecido. Pero la duda queda y esa duda, amigos míos, es la que a uno le merma por dentro, porque si te lo han dicho todo, perfecto; pero si por el contrario te han ocultado algo, ¿cuál es el motivo?

Durante estos meses me he preguntado muchas veces de porqué el ser humano tiene que sufrir con tantas enfermedades existentes, algunos desde muy niños, otros a medida que nos vamos haciendo mayores. ¿Por qué si vamos a vivir una existencia determinada en este planeta, tenemos que sufrir? Y que nadie me venga ahora que si todo fue motivado por Adán y Eva y el castigo divino. No, eso no cuela.

Vivir con el lastre de que una enfermedad nos puede acosar en cualquier instante, creo que no es vivir, si lo pensamos bien, pero afortunadamente tenemos la inmunidad y la capacidad de que nuestro cerebro no piensa en ello, salvo cuando ese momento llega, por lo tanto podríamos decir que sobrevivimos, más que vivimos, y rogamos entre tanto, que nunca nos aceche ese momento a nosotros.

No voy a hacer muy largo cada capítulo, para no haceros perder mucho tiempo, y espero que entre la realidad más dolorosa y ese punto de flexible fantasía, que sabréis porque está motivada, os pueda resultar interesante.