- Joder tío, con este rabo vas a triunfar esta noche.
Tenía razón, aquella noche acabé con la polla rota. Muchos de los presentes estaban en pelotas y otros con cuero negro. La mezcla de ambas pieles provocaba una sensación estimulante. Cuero blanco, cuero negro. Me excitaba. Mi polla pasaba de mano en mano hasta que me encontré con un hermoso ejemplar: El chaval debía de tener unos 23 años y su cuerpo estaba muy bien cuidado. Su torso ancho y ligeramente velludo. La espalda fornida terminando en una amplia curva lumbar de la cual brotaban las nalgas más hermosas que he visto en toda mi vida. Las piernas fuertes como un toro y un buen rabo. La cabeza rapada y las facciones jóvenes y masculinas. Aquel culo era espectacular y me la puso dura cuando lo rocé. Me miró y sonrió.
- ¿Te gusta?
- Mira como me la has puesto cabrón.
- Coge un condón del gorro y fóllame aquí mismo.
- ¿Delante de todos?
- Sí, o lo haces aquí o no catas mi culo.
Cogí un condón del gorro militar que colgaba encima de la primera barra, me lo puse y le incliné contra la barra. La gente se dispuso a mirar. Escupí en su culo y cuando tenía el glande en su agujero, noté que aquel ano estaba ya dilatado. Se la metí de golpe y el tío gritó.
- ¡Hijo de puta! – miró hacia atrás con cara de deseo.
- En este culo, no es la primera polla que entra hoy, así que disfruta la mía.
Le follé como a un perro, sin contemplaciones, haciéndole gritar cada vez que la metía y la sacaba de golpe. La gente se pegó más a nosotros y algunos me empezaron a meter mano. Me calentaron como a un toro y aquel chaval recibió una buena follada y yo una corrida increíble. Se volvió y me comió la boca.
- Quiero que me vuelvas a follar luego.
- Si quieres me pongo otro condón y repetimos. Mira, sigue igual de dura.
- No sé si mi culo volvería a resistir otra follada seguida.
- ¿Lo intentamos?
