DAVID SEMURET |
J.S.- David Semuret nace en Zamora en 1978 y en 1996
abandona su ciudad natal para estudiar en la Universidad Politécnica de Madrid,
ciudad en la que se instala y donde se convertirá también en fotógrafo autodidacta.
David, vamos con las primeras preguntas para conocer un poco
de tu lado personal, que no privado – Sonrisas – ¿Cómo era David de niño?
D.S.- De pequeño siempre fui un
niño muy responsable, siempre intentaba no hacer algo que estuviese mal, buen
estudiante y bastante tranquilo. Mi madre siempre decía que cuando me ponía a
jugar “parecía que no hubiese un niño en casa”. El hecho de vivir en una ciudad
pequeña como Zamora me dio mucha libertad y muchas vivencias a nivel humano que
quizá en una gran ciudad no hubiese podido tener. Tuve una infancia muy feliz
la verdad y no recuerdo aspectos especialmente traumáticos en ella. Quizá me
sentía en ciertas ocasiones un poco un bicho raro respecto al resto de los
chavales de mi edad, principalmente porque no me gustaba el omnipresente
fútbol, lo que en ocasiones podía ser causa de frustración, pero por lo demás
creo que he tenido una infancia equilibrada y sana, quemando cada etapa a su
debido tiempo y sin intentar hacerme adulto precipitadamente.
J.S.- Ordéname de mayor a menor: Familia, amor, amistad y
porqué.
D.S.- Puf, qué difícil pregunta.
Es que creo que los tres aspectos son esenciales en una persona, cada cual
ocupando una parcela que podría situarse en niveles muy parecidos. Pero bueno,
puestos a ordenar, lo dejaría tal y como está. La familia es esencial ya que se
supone que nunca te va a fallar y que siempre están ahí. Hagas lo que hagas
siempre vas a ser hijo, hermano, sobrino… de quien eres, les guste o no. La
pareja es también sumamente importante para mí. Es tu cobijo, tu cómplice. Además
el hecho de aprender a pensar por dos y no por uno mismo es un ejercicio que
todo el mundo debería hacer alguna vez en su vida. Pero ojo, mucha gente es
feliz y plena sin pareja, algo que me parece perfecto y que por supuesto
respeto totalmente. Por último los amigos, importantísimos también. Son tu
verdadera familia en muchas ocasiones, sobre todo cuando por la distancia tu
familia no está contigo. No puedo concebir una vida sin amigos con los que
compartirla.
J.S.- Muchos artistas, sobre todo
autodidactas, tienen otras profesiones que son las que le dan de comer, en tu
caso un día decides dejar tu ciudad natal y te vienes a Madrid a estudiar.
¿Cuál fue la razón de elegir Madrid?
D.S.- Tenía en mente tres
posibles ciudades donde estudiar: Palencia, Salamanca o Madrid. Palencia en
seguida la deseché, era una ciudad muy parecida a Zamora y ya que volaba del
nido quería hacerlo a una ciudad que me brindase cosas novedosas. Salamanca era
una buena opción, una ciudad preciosa y universitaria donde por aquel entonces
además mi padre y mi hermano vivían por motivos laborales, pero sin embargo al
final me decanté por Madrid, no sin cierto “miedo a la gran urbe”. En el fondo
creo que necesitaba un gran cambio para evolucionar personalmente y Madrid era
perfecta, una ciudad cosmopolita que te aporta mucho si sabes apreciarlo. Y
aquí me planté en un colegio mayor con 18 años, con más miedo que vergüenza y
con muchas, muchas ganas de salir del cascarón.
J.S.- Tras los años
correspondientes en la Universidad Politécnica de Madrid, obtienes el título de
Ingeniero de Montes, o Ingeniero Forestal. No sé bien como se llama en la
actualidad. Aunque trabajas en la actualidad en dicha profesión, hablando
contigo da la sensación de que no estás muy de acuerdo con dicha ingeniería.
¿Te arrepientes de no haber estudiado otra profesión?
D.S.- Lo que estudié exactamente
es Ingeniería de Montes. Realmente no es que no esté de acuerdo con dicha
ingeniería, ni mucho menos, creo que son unos estudios necesarios e
imprescindibles pero sí que es cierto que me desmotivó totalmente como estaba
concebida esta carrera. Para empezar mí plan de estudios era de 1974, imagínate
lo que significa eso para gente que estaba encarando el siglo XXI: asignaturas
obsoletas, excesivamente teóricas y extremadamente aburridas. En 6 años que
duraba la carrera salimos al monte en contadas ocasiones. Vamos, que cualquier
persona que vivía en el campo sabía más que yo después de todos esos años de
carrera. Eso me parecía desesperante la verdad. No me arrepiento de haberla
estudiado, al fin y al cabo un título de ingeniero te abre muchísimas puertas,
pero sí que es cierto que quizá si volviese atrás tiraría hacia otros
derroteros más creativos. La verdad es que con 18 años aún ni sabes lo que
quieres hacer con tu vida.
J.S.- Para los profanos en dicha
materia. ¿En qué consiste el trabajo de un Ingeniero de Montes o Forestal?
D.S.- Yo siempre he dicho que un
Ingeniero de Montes es como el hombre orquesta de las ingenierías: tocamos de
todo y no sabemos de nada. Tenemos una parte de la carrera muy ingenieril y
otra más “verde”. Yo actualmente trabajo en una consultora de medio ambiente y
nuestro trabajo está muy orientado a una red de espacios protegidos que existe
a nivel europeo (Red Natura 2000). También he trabajado como auditor de
certificación forestal, verificando en la industria de la madera el origen
“sostenible” de la materia prima que usaban. El resto de mis amigos de la
carrera trabajan en campos muy diversos: sanidad forestal, impacto ambiental, investigación,
educación… incluso tengo una amiga que se ha reciclado como educadora canina.
Es la magia de esta carrera, la amplitud de salidas que luego puedes
buscarte.
J.S.- El estar en contacto con la
naturaleza en toda su plenitud. ¿Confiere a la persona una visión distinta a la
que se tiene viviendo en plena urbe?
D.S.- Sin duda alguna. Pero en mi
caso eso no me lo ha dado la carrera ya que el 95% del trabajo que hago
lamentablemente es de oficina: ordenador, informes, documentos, etc. Rara vez me
mancho las botas con barro por el trabajo. Mi visión más cercana de la
naturaleza ha venido cuando hace 6 años decidí irme a vivir a El Espinar, un
pueblo de la sierra, aunque el respeto y pasión por el medio natural lo he
tenido prácticamente desde mi infancia, aquí es cierto que se me acentuó. Yo
siempre digo que actualmente para mí no tiene precio el estar viviendo en un
lugar donde a 5 minutos a pie de mi casa me encuentro en mitad de un precioso
robledal o un frondoso pinar donde los corzos campan a sus anchas. Es la mejor
terapia, sin duda alguna, contra el estrés y los agobios de la ciudad.
J.S.- Una pregunta tal vez
comprometida, no lo sé, pero creo que es algo que nos hemos preguntado muchas
personas cuando vemos cada año como se destruyen por incendios forestales,
cientos de hectáreas. ¿Crees que algunos son intencionados y si es así, cuál
piensas que es el motivo?
D.S.- Las estadísticas no fallan:
en más del 90% de los incendios está detrás la mano del hombre, y dentro de
estos muchos son intencionados (otros pueden ser negligencias). Los motivos son
difíciles de conocer ya que lamentablemente el porcentaje de culpables
identificados es ínfimo pero supongo que pueden ir desde rencillas y envidias
entre vecinos hasta confrontaciones con las administraciones correspondientes.
Siempre me ha resultado especialmente hiriente el típico caso de un miembro de
un retén antiincendios despedido por los recortes que luego se dedica a prender
fuego al monte por despecho.
J.S.- ¿Qué les dirías a esa personas,
que sin ningún pudor destruyen una
determinada extensión de bosque?
D.S.- No les diría nada, el mal
ya está hecho. Lo que si haría es actuar duro contra ellos, a modo
ejemplarizante, de forma que quien pretenda en un futuro quemar un monte sepa
que es una acción que no les saldrá gratis y que el peso de la justicia caerá
sobre ellos, algo que hoy en día lamentablemente sucede en contadas ocasiones.
J.S.- Saltemos del trabajo
cotidiano a tu lado artístico. Me comentabas antes de comenzar esta entrevista
que desde pequeño ya tenías inquietudes artísticas pintando al óleo y al
carboncillo. ¿Quién te educó en estas modalidades artísticas?
D.S.- Pues supongo que mi madre
vería enseguida que me encantaba dibujar y ya con 10 años me apuntó a clases de
pintura en Zamora. Allí pasé por varias academias hasta los 16 que dejé de
pintar. La verdad es que son cuadros que no tienen especial valor ya que nos
dedicábamos casi siempre a dibujar bodegones (algo que a mi actualmente me
horroriza) o si no a copiar láminas de otros artistas, pero he de reconocer que
cada vez que los veo colgados en casa de mis padres me hace ilusión.
J.S.- Como se suele decir
resultas ser un culo inquieto y de la pintura pasas a la escritura. ¿Qué te
atrajo y porque lo dejaste?
D.S.- Bueno realmente no lo he
dejado. Empecé a escribir historias en mi adolescencia en torno a algún suceso
que me llamaba la atención y sobre del que no encontraba nada escrito que
saciase mi curiosidad. Incluso empecé hace años una pequeña novela que actualmente
está a medio escribir pero que aún sigo teniendo en mente. Hoy en día me
encanta escribir textos pequeños para que acompañen e ilustren aún más mis
fotografías e incluso escribo de vez en cuando también para el periódico del
pueblo donde vivo.
J.S.- No voy a decir que no hay
dos sin tres, porque en tu ocasión han sido cuatro – Sonrisas – La tercera fue el baile moderno. ¿Qué tal se
te daba o se te da?
D.S.- Risas – Pues dicen que no
se me da mal. Me encanta bailar la verdad, me parece un ejercicio completísimo
para el cuerpo y la mente. Este año por incompatibilidad horaria no puedo ir a
la academia donde iba, pero vamos, que siempre que voy a un sitio donde hay
música se me escapan los pies y las manos.
J.S.- Y llega la cuarta de ellas,
la fotografía. Me comentabas antes de la entrevista que los primeros recuerdos
de infancia que tienes, son estar posando ante la cámara Yashica de tu padre.
¿Qué pensabas en aquel entonces?
D.S.- Pues la verdad es que se me
hacía eterna la espera, en ocasiones mi padre tardaba minutos en regular la
cámara y yo mientras tenía que estar quieto sin moverme. Luego el resultado la
verdad es que era fantástico. Tenemos fotos recuerdo de los numerosos viajes
que hice con mis padres y mis hermanos que son una maravilla. Me encantaba ver
ese momento atrapado en un trozo de papel. Cada fotografía era un momento único
e irrepetible.
J.S.- Te diré que para mí
fotografiar era una forma de evadirme y relajarme de lo cotidiano. ¿Qué sientes
cuando estás fotografiando?
D.S.- Pues teniendo en cuenta que
la mayoría de mis fotos me gusta hacerlas en la naturaleza o en lugares
abandonados, la comunión que siento tanto con lo que me rodea como con el o la
modelo es total. Es como si el tiempo se detuviese y siento lo efímero que somos.
Por eso intento plasmar nuestra naturaleza finita en algo a priori “infinito”
como puede ser una fotografía.
J.S.- Aunque has realizado un
curso de 9 meses sobre fotografía en la Casa de la Cultura de Collado Villalba
y otro de iniciación al Photoshop en la Academia Strobist de Alpedrete, te
consideras un fotógrafo autodidacta, ¿te sientes menos presionado por las
normas más establecidas en la fotografía, como tal?
D.S.- Totalmente. Las normas en
la fotografía, al igual que otros muchos campos de la vida, están para
romperlas. Yo un buen día sentí la necesidad de empezar a fotografiar la
belleza de un cuerpo desnudo y para ello comencé a hacer fotos “a capón” como
suele decirse, sin una técnica definida. Depuré un poco mi técnica con el curso
que hice en Villalba y aprendí otro poco de retoque en Alpedrete (aunque yo
suelo retocar poco o nada mis fotos). Al no ser un fotógrafo profesional la
presión es poca y mis modelos saben a priori que lo más importante es disfrutar
de la experiencia de la sesión. Si el resultado es encima bueno, pues mejor que
mejor.
J.S.- ¿Con qué tipo de fotografía
te sientes más cómodo?
D.S.- Pues con la que suelo hacer
de desnudo artístico. Hasta ahora me sentía más cómodo con el desnudo masculino
pero he comenzado a disfrutar también del desnudo femenino que para mí era algo
que me llamaba menos la atención por ser algo más habitual. Si ahora me pidiese
alguien hacer BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones) creo que sudaría la gota
gorda.
J.S.- En el año 2014, junto a
otros amigos artistas, creas la revista de fotografía online BRESS. (www.bressmag.com)
¿Qué ofrece a los lectores esta nueva revista que no ha ofrecido otras?
D.S.- Bueno es una revista con un
toque claramente erótico pero con una calidad fotográfica bastante alta. En
cada número, actualmente estamos preparando el número 4, hemos intentado tratar
un tema desde la perspectiva que aportan los diferentes artistas colaboradores.
Por ejemplo comenzamos con un misterioso “todos tenemos secretos” (We all have secrets), después nos
adentramos en el mundo de los “osos” y el siguiente número “frágiles” abordará
la vulnerabilidad del ser humano.
J.S.- Como muchos artistas,
profesionales o amateurs, llegas a exponer. La primera de dichas expos es en el
año 2013 que tras el curso realizado en la Casa de Cultura de Collado Villalba,
realizas una expo colectiva. Las siguientes serán en Laboclub (Madrid) con la exposición
individual “Brecha de tiempo” Abril – Mayo 2015. Cool Inquieto (Madrid) donde
participaste en el Market Fetish Junio 2015. Y en Factoría de Arte y Desarrollo
(Madrid) tu última exposición también colectiva “Espejo de sombras” en Octubre
del 2015 y que estará abierta al público hasta mediados de diciembre ¿Qué
sientes cada vez que ves una obra tuya colgada en una sala de exposiciones?
D.S.- Pues mucha satisfacción. Si
te soy sincero nunca hubiese esperado ver una foto mía colgada en una galería
de arte ni participar en una exposición y sin embargo este año llevo ya tres. La
vida es una fantástica caja de sorpresas agradables.
J.S.- No ahora, porque como
comentas siempre, la fotografía es para ti una afición. ¿Consideras que en
algún momento también puede ser un negocio?
D.S.- Pues mira, al igual que te
acabo de comentar que nunca creí que iba a llegar a exponer, actualmente veo
difícil poder vivir exclusivamente de las fotos que realice. Quizá si podría
compaginar esta actividad con algún otro trabajo. Pero como nunca sabes lo que
va a suceder puede que en algún momento mis fotos se pongan de moda y esto se
pudiese convertir en un negocio, ¡quién sabe! Aun así si esto ocurriese no
quisiera perder la perspectiva que actualmente tengo de la fotografía como una
especie de actividad lúdica tanto para mí como para el modelo.
J.S.- ¿Cuáles son los proyectos
que tiene David para el futuro, en el campo de la fotografía o de otras artes?
D.S.- Pues de manera más
romántica te diré que seguir disfrutando de la fotografía como hasta ahora,
seguir descubriendo lugares espectaculares donde llevar a mis modelos y seguir
escuchando de vez en cuando que mis fotografías gustan a la gente. Eso me
llenará totalmente. En temas ya más técnicos me gustaría hacer un curso de
iluminación ya que es algo de lo que actualmente no he visto nada de nada.
J.S.- Y llega mi pregunta más
clásica de todas. ¿Qué te hubiera gustado que te preguntara y no he hecho?
D.S.- Pues quizá a qué famoso o
famosa me gustaría retratar. Debido al carácter de mis fotografías que aún hoy
producen cierta controversia por tratarse de desnudos, me encantaría poder
retratar a alguien que nunca te hubieses imaginado ver en estas lides. Alguien
con la suficiente autoridad moral como para transmitir un mensaje claro tipo
“señores, me desnudo ante ustedes y no es algo malo ni sórdido el hacerlo”.
Quizá algún líder político, alguien de la iglesia o un miembro de la monarquía.
Sería fantástico.