CAPÍTULO III
DÍA 4 DE ENERO (BIS)
Dejé esta parte de la historia, para
hoy, porque en realidad la situación
resultó tan surrealista, que la recuerdo como cómica. Aunque una mierda ¡Qué
mal lo pasé!
Llegué a casa, el dolor de todo el
cuerpo se había centrado en un solo sitio, la nalga derecha. No sé qué me
inyectaron, pero aquello ardía como si me hubieran marcado con un hierro
candente.
Decidí darme una ducha y comer algo,
lo que pude tragar, porque me sentía muy flojo. Con el estómago medio
complacido me dirigí a la habitación, me desprendí del albornoz y me introduje
bajo el edredón, no sin antes poner la televisión. Sí, curiosamente no conecté
el ordenador, no estaba para leer y mucho menos para intentar conversar o
mantener un debate por Facebook, como en tantas ocasiones hago.
Veía la televisión sin verla, la
escuchaba sin hacer caso de lo que se decía, simplemente era una compañera en
la soledad de la habitación, pero estaba bien, feliz, descansando y sin
dolores, bueno, la nalga continuaba sufriendo el líquido inyectado. En algún
momento determinado me quedé dormido y serían sobre las siete de la tarde
cuando comenzó lo insospechado.
Me desperté temblando, pensé que la
calefacción se había apagado, pero no, estaba ardiendo; de pronto los temblores
dieron paso a espasmos lo que provocaba dar botes bajo el edredón, edredón que
se fue al carajo al poco rato de los golpes que le estaba propinando con las
piernas. Sí, era como la niña del exorcista, sólo me faltaba decir aquello de: “¿Has
visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?” en vez de esa frase busqué el móvil
para llamar a urgencias, pues estaba solo en casa, como el de la peli, pero sin
poder hacer picias. Y ocurrió entonces que el móvil también parecía poseído,
iba de un lado al otro de la cama y yo intentando atraparlo. Menos mal que el número
de urgencia es el primero que tengo en la agenda. Llamo, espero, se pone una “dulce
voz de mujer”
-Urgencias, ¿dígame?
-Verá, me he despertado y no sé qué
me está pasando, pero no puedo controlar mi cuerpo, estoy dando botes encima de
la cama - Todo eso con la voz temblorosa
- ¿Está usted sólo?
- No, estoy con la Orquesta Nacional
y el Orfeón Donostiarra – Me dieron ganas de contestarla. Pues claro que estaba
solo, sin poder sujetar el móvil y la voz quebrada. Por el contrario la
contesté: “Sí, y le aseguro que me encuentro muy mal”
- No le escucho muy bien, ¿tiene
poca cobertura?
- No señorita, es que el móvil está
saltando de un lado para otro porque no puedo sujetarlo.
- Está bien, tómese la temperatura.
Odisea con el termómetro, menos mal
que tengo uno en la mesilla de la habitación y menos mal que es de esos electrónicos. Consigo darle al pulsador, me lo pongo, suenan los pitidos y tras retirarlo miro la temperatura:
40,8 oC
- Tengo 40,8 oC
- Pues tiene usted un poco de fiebre
- ¡Un poco!, ¡pero bueno, ¿cuánto es mucho para esa mujer?! – Tómese un
Ibuprofeno y si en tres horas no le baja la temperatura, nos vuelve a llamar. En
estos momentos no puede acudir nadie a su domicilio porque estamos colapsados – “Tres horas” –
Pensé mientras me tomaba el Ibuprofeno a
pelo y sin agua, porque no era capaz de levantarme. Si tengo que estar tres
horas con más de 40 grados de fiebre, sería un auténtico espécimen a tratar.
Afortunadamente fue media hora
mientras la pastillita mágica hizo su efecto. Media hora botando en la cama y
sujetando el edredón como podía con las manos para que no volviera a salir
volando. Por fin la agonía terminó y destrozado, agotado, molido, como si
hubiera estado combatiendo en lucha libre con un ser invisible, me quedé dormido.
Pasado el día, descubrí
que en Madrid en efecto, ese fin de semana, estaba todo colapsado por los casos graves de gripe que
estaba asolando la ciudad y toda España. Y yo había superado la crisis, como un campeón J
Una cosa muy importante que sí aprendí, es que si un día sentís esos síntomas y tras tomaros la temperatura veis que está subiendo a gran velocidad, Ibuprofeno para adentro, no es publicidad, os lo aseguro, es mano de santo. No me preguntéis que santo, pero lo es.
Una cosa muy importante que sí aprendí, es que si un día sentís esos síntomas y tras tomaros la temperatura veis que está subiendo a gran velocidad, Ibuprofeno para adentro, no es publicidad, os lo aseguro, es mano de santo. No me preguntéis que santo, pero lo es.
Hasta mañana que
continuaremos esta batalla campal.