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lunes, 7 de agosto de 2023

GODLAND: CRÍTICA DE CINE

La coproducción entre Dinamarca, Islandia, Francia y Suecia, Godland, está escrita y dirigida por Hlynur Palmason. “Hay demasiadas palabras para la lluvia”

Nos encontramos a finales del siglo XIX en Dinamarca. El obispo (Waage Sandø) está aleccionando a uno de sus sacerdotes, Lucas (Elliott Crosset Hove), quien es destinado a una zona rural y remota de Islandia. Su misión es construir una iglesia y fotografiar el lugar y a sus habitantes. Su superior le informa sobre los problemas a los que se tendrá que enfrentar y que ante ninguna circunstancia, abandone el proyecto. Lucas emprenderá un largo viaje hasta llegar a su destino, pero las cosas no saldrán como él espera.

El guionista y director, Hlynur Palmason, se graduó en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca en 2013. Se inició en el cortometraje con “En dag eller to” 2012 continuando con “En maler” 2013 y “Seven Boats” 2014 para debutar en el largometraje con “Winter Brothers” 2017 al que siguió “Un blanco, blanco día” 2019. Este año 2022 ha estrenado el cortometraje “Nest” y el largometraje “Godland”.

Godland ha sido rodada en formato cuadrado o también conocido por 1.33:1 académico o 4:3, cuyos bordes se han redondeado. Nos recuerda a las estampas de otros tiempos, de finales del siglo XIX e inspirándose, como nos comentan al comienzo, en siete fotografías de placa húmeda que fueron tomadas por un sacerdote danés.

Palmason somete al espectador a un duro ejercicio de paciencia e incluso de sometimiento a la climatología reinante en esos parajes, prácticamente abandonados de la Islandia más profunda en tiempos coloniales, en los cuales las disputas entre ambos países, Dinamarca e Islandia, eran bastante evidentes. Desde el comienzo podremos escuchar frases lapidarias como las pronunciadas por el guía del grupo, Ragnar (Ingvar Eggert Sigurðsson) llamando “diablo danés” al sacerdote, mientras le prepara un caballo y le enseña como montar, de forma correcta.

En ese comienzo, en ese largo y duro camino, que junto a los guías emprende el sacerdote, oiremos cánticos tradicionales, seremos testigos de cómo guarecerse en las noches frías en esos territorios desolados, del encuentro con comerciantes que venden pasto para los caballos, el desollar a una oveja para poder alimentarse o el relatarse historias de antaño al abrigo de las fogatas; pues el camino, el largo camino da para todo, inclusive para los primeros enfrentamientos, mientras se trasladan a pie o sobre los caballos. Un auténtico viacrucis para el sacerdote, que llegará exhausto al destino tanto en cuerpo, como en pensamiento.

Mientras asistía a esa primera parte del filme, a esa dura peregrinación, a mi mente llegaron los recuerdos de otra película reciente,  “Lunana: A Yak In The Classroom” de Pawo Choyning Dorji. En aquella ocasión era un maestro quien debía llegar a un pequeño pueblo para enseñar a los niños y en ésta, le toca a un sacerdote con el cometido de levantar una iglesia; aun en sus diferencias, los objetivos de ambas películas son claros, el presentarnos al ser humano en su estado más natural frente al que viene de la civilización, debiendo adaptarse al nuevo idioma, a los lugareños y a esos lugares vírgenes y perdidos, que han sido abrazados por la naturaleza más abrupta. Una naturaleza que les habla con su propio lenguaje, que les curte con la climatología que les rodea y  lo que encierra en sus entrañas.

Godland, se presenta al espectador como un filme contemplativo, que se apoya en el impresionante paisaje de Islandia, deslumbrándonos con sus ríos, lagos y glaciares y los más de 200 volcanes que sufren erupciones, cada determinado tiempo, siendo testigos del poder de uno de ellos, así como el percibir esa atmósfera adversa en la que predominan la nieve, las lluvias y los fuertes vientos. Hlynur aprovecha y se explaya en lo bucólico de estas estampas, al más puro estilo documental fraccionado, en medio de la historia que desea contar, para convertirlo en protagonista de excepción y con ello realizar, cómodamente, las transiciones que el filme requiere.

La narración recibe un corte radical sobre la mitad de la misma, justo en el momento en el que un volcán entra en erupción y observamos como su lava incandescente, negra y espesa, se va adueñando de un espacio determinado. Una explosión que vaticina el cansancio acumulado, las diferencias en el idioma, los enfrentamientos dialecticos principalmente con Ragnar, quien se niega a hablar en danés, considerando a Lucas como un usurpador, más cuando el sacerdote en vez de acercarse al pueblo, parece tratarles con desdén, considerando a los islandeses como gente tosca. Un ejemplo de ese desprecio lo encontramos cuando la iglesia está prácticamente terminada y se niega a celebrar una boda en su interior. Un filme que respira arrogancia, luchas internas y rivalidades por la tierra que pisan, abriéndose paso a través de la vida y la muerte que forman parte del entorno y deambulando entre los habitantes, como fantasma en busca de almas desorientadas.

Entre los acordes de las acordeones que suenan en medio de las estampas rústicas y festivas, la narración se alarga desplegando las costumbres de esos colonos con sus miedos y cautelas como Carl, que prefiere que el sacerdote viva, mientras se levanta la iglesia, en el establo preparado para él, que en su casa con sus dos hijas casaderas, Ida y Anna, pues se le disparan todas las alarmas cuando Lucas, mira a una de ellas, con mirada lasciva.

Un filme marcado por los largos travellings y los planos generales, acercando la cámara en aquellos instantes en los que el director desea escrutar en la intimidad de los protagonistas y en detalles concretos. Cuenta con importantes interpretaciones y disfruta de una excepcional y deslumbrante fotografía en la mirada de María von Hausswolff, acompañada por una banda sonora naturalista y dramática en la partitura de Alex Zhang Hungtai, la cual se funde sutilmente entre los escenarios y los sonidos de la vida. Un film no apto para un público impaciente, pues la lentitud es la seña de identidad de este director islandés.

Ganadora del PREMIO ZABALTAGI-TABAKALERA en la 70ª Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Mi nota es: 7,5

ESTRENO EN ESPAÑA: 11 de agosto 2023

REPARTO: Elliott Crosset Hove, Ingvar Eggert Sigurðsson, Vic Carmen Sonne, Jacob Lohmann, Ída Mekkín Hlynsdóttir, Waage Sandø y Hilmar Guðjónsson.

PRODUCTORA: Snowglobe Films// Join Motion Pictures// Maneki Films// Garagefilm Intertational//Film I Väst.

DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: A Contracorriente Films.

viernes, 27 de enero de 2023

GODLAND: CRÍTICA DE CINE

La coproducción entre Dinamarca, Islandia, Francia y Suecia, Godland, está escrita y dirigida por Hlynur Palmason. “Hay demasiadas palabras para la lluvia”

Nos encontramos a finales del siglo XIX en Dinamarca. El obispo (Waage Sandø) está aleccionando a uno de sus sacerdotes, Lucas (Elliott Crosset Hove), quien es destinado a una zona rural y remota de Islandia. Su misión es construir una iglesia y fotografiar el lugar y a sus habitantes. Su superior le informa sobre los problemas a los que se tendrá que enfrentar y que ante ninguna circunstancia, abandone el proyecto. Lucas emprenderá un largo viaje hasta llegar a su destino, pero las cosas no saldrán como él espera.

El guionista y director, Hlynur Palmason, se graduó en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca en 2013. Se inició en el cortometraje con “En dag eller to” 2012 continuando con “En maler” 2013 y “Seven Boats” 2014 para debutar en el largometraje con “Winter Brothers” 2017 al que siguió “Un blanco, blanco día” 2019. Este año 2022 ha estrenado el cortometraje “Nest” y el largometraje “Godland”.

Godland ha sido rodada en formato cuadrado o también conocido por 1.33:1 académico o 4:3, cuyos bordes se han redondeado. Nos recuerda a las estampas de otros tiempos, de finales del siglo XIX e inspirándose, como nos comentan al comienzo, en siete fotografías de placa húmeda que fueron tomadas por un sacerdote danés.

Palmason somete al espectador a un duro ejercicio de paciencia e incluso de sometimiento a la climatología reinante en esos parajes, prácticamente abandonados de la Islandia más profunda en tiempos coloniales, en los cuales las disputas entre ambos países, Dinamarca e Islandia, eran bastante evidentes. Desde el comienzo podremos escuchar frases lapidarias como las pronunciadas por el guía del grupo, Ragnar (Ingvar Eggert Sigurðsson) llamando “diablo danés” al sacerdote, mientras le prepara un caballo y le enseña como montar, de forma correcta.

En ese comienzo, en ese largo y duro camino, que junto a los guías emprende el sacerdote, oiremos cánticos tradicionales, seremos testigos de cómo guarecerse en las noches frías en esos territorios desolados, del encuentro con comerciantes que venden pasto para los caballos, el desollar a una oveja para poder alimentarse o el relatarse historias de antaño al abrigo de las fogatas; pues el camino, el largo camino da para todo, inclusive para los primeros enfrentamientos, mientras se trasladan a pie o sobre los caballos. Un auténtico viacrucis para el sacerdote, que llegará exhausto al destino tanto en cuerpo, como en pensamiento.

Mientras asistía a esa primera parte del filme, a esa dura peregrinación, a mi mente llegaron los recuerdos de otra película reciente,  “Lunana: A Yak In The Classroom” de Pawo Choyning Dorji. En aquella ocasión era un maestro quien debía llegar a un pequeño pueblo para enseñar a los niños y en ésta, le toca a un sacerdote con el cometido de levantar una iglesia; aun en sus diferencias, los objetivos de ambas películas son claros, el presentarnos al ser humano en su estado más natural frente al que viene de la civilización, debiendo adaptarse al nuevo idioma, a los lugareños y a esos lugares vírgenes y perdidos, que han sido abrazados por la naturaleza más abrupta. Una naturaleza que les habla con su propio lenguaje, que les curte con la climatología que les rodea y  lo que encierra en sus entrañas.

Godland, se presenta al espectador como un filme contemplativo, que se apoya en el impresionante paisaje de Islandia, deslumbrándonos con sus ríos, lagos y glaciares y los más de 200 volcanes que sufren erupciones, cada determinado tiempo, siendo testigos del poder de uno de ellos, así como el percibir esa atmósfera adversa en la que predominan la nieve, las lluvias y los fuertes vientos. Hlynur aprovecha y se explaya en lo bucólico de estas estampas, al más puro estilo documental fraccionado, en medio de la historia que desea contar, para convertirlo en protagonista de excepción y con ello realizar, cómodamente, las transiciones que el filme requiere.

La narración recibe un corte radical sobre la mitad de la misma, justo en el momento en el que un volcán entra en erupción y observamos como su lava incandescente, negra y espesa, se va adueñando de un espacio determinado. Una explosión que vaticina el cansancio acumulado, las diferencias en el idioma, los enfrentamientos dialecticos principalmente con Ragnar, quien se niega a hablar en danés, considerando a Lucas como un usurpador, más cuando el sacerdote en vez de acercarse al pueblo, parece tratarles con desdén, considerando a los islandeses como gente tosca. Un ejemplo de ese desprecio lo encontramos cuando la iglesia está prácticamente terminada y se niega a celebrar una boda en su interior. Un filme que respira arrogancia, luchas internas y rivalidades por la tierra que pisan, abriéndose paso a través de la vida y la muerte que forman parte del entorno y deambulando entre los habitantes, como fantasma en busca de almas desorientadas.

Entre los acordes de las acordeones que suenan en medio de las estampas rústicas y festivas, la narración se alarga desplegando las costumbres de esos colonos con sus miedos y cautelas como Carl, que prefiere que el sacerdote viva, mientras se levanta la iglesia, en el establo preparado para él, que en su casa con sus dos hijas casaderas, Ida y Anna, pues se le disparan todas las alarmas cuando Lucas, mira a una de ellas, con mirada lasciva.

Un filme marcado por los largos travellings y los planos generales, acercando la cámara en aquellos instantes en los que el director desea escrutar en la intimidad de los protagonistas y en detalles concretos. Cuenta con importantes interpretaciones y disfruta de una excepcional y deslumbrante fotografía en la mirada de María von Hausswolff, acompañada por una banda sonora naturalista y dramática en la partitura de Alex Zhang Hungtai, la cual se funde sutilmente entre los escenarios y los sonidos de la vida. Un film no apto para un público impaciente, pues la lentitud es la seña de identidad de este director islandés.

Ganadora del PREMIO ZABALTAGI-TABAKALERA en la 70ª Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Mi nota es: 7,5

ESTRENO EN ESPAÑA: 27 de enero 2023

REPARTO: Elliott Crosset Hove, Ingvar Eggert Sigurðsson, Vic Carmen Sonne, Jacob Lohmann, Ída Mekkín Hlynsdóttir, Waage Sandø y Hilmar Guðjónsson.

PRODUCTORA: Snowglobe Films// Join Motion Pictures// Maneki Films// Garagefilm Intertational//Film I Väst.

DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: A Contracorriente Films.

lunes, 26 de septiembre de 2022

GODLAND: CRÍTICA DE CINE

La coproducción entre Dinamarca, Islandia, Francia y Suecia, Godland, está escrita y dirigida por Hlynur Palmason. “Hay demasiadas palabras para la lluvia”

Nos encontramos a finales del siglo XIX en Dinamarca. El obispo (Waage Sandø) está aleccionando a uno de sus sacerdotes, Lucas (Elliott Crosset Hove), quien es destinado a una zona rural y remota de Islandia. Su misión es construir una iglesia y fotografiar el lugar y a sus habitantes. Su superior le informa sobre los problemas a los que se tendrá que enfrentar y que ante ninguna circunstancia, abandone el proyecto. Lucas emprenderá un largo viaje hasta llegar a su destino, pero las cosas no saldrán como él espera.

El guionista y director, Hlynur Palmason, se graduó en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca en 2013. Se inició en el cortometraje con “En dag eller to” 2012 continuando con “En maler” 2013 y “Seven Boats” 2014 para debutar en el largometraje con “Winter Brothers” 2017 al que siguió “Un blanco, blanco día” 2019. Este año 2022 ha estrenado el cortometraje “Nest” y el largometraje “Godland”.

Godland ha sido rodada en formato cuadrado o también conocido por 1.33:1 académico o 4:3, cuyos bordes se han redondeado. Nos recuerda a las estampas de otros tiempos, de finales del siglo XIX e inspirándose, como nos comentan al comienzo, en siete fotografías de placa húmeda que fueron tomadas por un sacerdote danés.

Palmason somete al espectador a un duro ejercicio de paciencia e incluso de sometimiento a la climatología reinante en esos parajes, prácticamente abandonados de la Islandia más profunda en tiempos coloniales, en los cuales las disputas entre ambos países, Dinamarca e Islandia, eran bastante evidentes. Desde el comienzo podremos escuchar frases lapidarias como las pronunciadas por el guía del grupo, Ragnar (Ingvar Eggert Sigurðsson) llamando “diablo danés” al sacerdote, mientras le prepara un caballo y le enseña como montar, de forma correcta.

En ese comienzo, en ese largo y duro camino, que junto a los guías emprende el sacerdote, oiremos cánticos tradicionales, seremos testigos de cómo guarecerse en las noches frías en esos territorios desolados, del encuentro con comerciantes que venden pasto para los caballos, el desollar a una oveja para poder alimentarse o el relatarse historias de antaño al abrigo de las fogatas; pues el camino, el largo camino da para todo, inclusive para los primeros enfrentamientos, mientras se trasladan a pie o sobre los caballos. Un auténtico viacrucis para el sacerdote, que llegará exhausto al destino tanto en cuerpo, como en pensamiento.

Mientras asistía a esa primera parte del filme, a esa dura peregrinación, a mi mente llegaron los recuerdos de otra película reciente,  “Lunana: A Yak In The Classroom” de Pawo Choyning Dorji. En aquella ocasión era un maestro quien debía llegar a un pequeño pueblo para enseñar a los niños y en ésta, le toca a un sacerdote con el cometido de levantar una iglesia; aun en sus diferencias, los objetivos de ambas películas son claros, el presentarnos al ser humano en su estado más natural frente al que viene de la civilización, debiendo adaptarse al nuevo idioma, a los lugareños y a esos lugares vírgenes y perdidos, que han sido abrazados por la naturaleza más abrupta. Una naturaleza que les habla con su propio lenguaje, que les curte con la climatología que les rodea y  lo que encierra en sus entrañas.

Godland, se presenta al espectador como un filme contemplativo, que se apoya en el impresionante paisaje de Islandia, deslumbrándonos con sus ríos, lagos y glaciares y los más de 200 volcanes que sufren erupciones, cada determinado tiempo, siendo testigos del poder de uno de ellos, así como el percibir esa atmósfera adversa en la que predominan la nieve, las lluvias y los fuertes vientos. Hlynur aprovecha y se explaya en lo bucólico de estas estampas, al más puro estilo documental fraccionado, en medio de la historia que desea contar, para convertirlo en protagonista de excepción y con ello realizar, cómodamente, las transiciones que el filme requiere.

La narración recibe un corte radical sobre la mitad de la misma, justo en el momento en el que un volcán entra en erupción y observamos como su lava incandescente, negra y espesa, se va adueñando de un espacio determinado. Una explosión que vaticina el cansancio acumulado, las diferencias en el idioma, los enfrentamientos dialecticos principalmente con Ragnar, quien se niega a hablar en danés, considerando a Lucas como un usurpador, más cuando el sacerdote en vez de acercarse al pueblo, parece tratarles con desdén, considerando a los islandeses como gente tosca. Un ejemplo de ese desprecio lo encontramos cuando la iglesia está prácticamente terminada y se niega a celebrar una boda en su interior. Un filme que respira arrogancia, luchas internas y rivalidades por la tierra que pisan, abriéndose paso a través de la vida y la muerte que forman parte del entorno y deambulando entre los habitantes, como fantasma en busca de almas desorientadas.

Entre los acordes de las acordeones que suenan en medio de las estampas rústicas y festivas, la narración se alarga desplegando las costumbres de esos colonos con sus miedos y cautelas como Carl, que prefiere que el sacerdote viva, mientras se levanta la iglesia, en el establo preparado para él, que en su casa con sus dos hijas casaderas, Ida y Anna, pues se le disparan todas las alarmas cuando Lucas, mira a una de ellas, con mirada lasciva.

Un filme marcado por los largos travellings y los planos generales, acercando la cámara en aquellos instantes en los que el director desea escrutar en la intimidad de los protagonistas y en detalles concretos. Cuenta con importantes interpretaciones y disfruta de una excepcional y deslumbrante fotografía en la mirada de María von Hausswolff, acompañada por una banda sonora naturalista y dramática en la partitura de Alex Zhang Hungtai, la cual se funde sutilmente entre los escenarios y los sonidos de la vida. Un film no apto para un público impaciente, pues la lentitud es la seña de identidad de este director islandés.

Ganadora del PREMIO ZABALTAGI-TABAKALERA en la 70ª Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Mi nota es: 7,5

ESTRENO EN ESPAÑA: 27 de enero 2023

REPARTO: Elliott Crosset Hove, Ingvar Eggert Sigurðsson, Vic Carmen Sonne, Jacob Lohmann, Ída Mekkín Hlynsdóttir, Waage Sandø y Hilmar Guðjónsson.

PRODUCTORA: Snowglobe Films// Join Motion Pictures// Maneki Films// Garagefilm Intertational//Film I Väst.

DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: A Contracorriente Films.