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lunes, 8 de diciembre de 2014

CRÓNICA - CRÍTICA DE LOS ALIMENTOS TERRENALES de ANDRÉ GIDE por JOSÉ G. VILLAR


TÍTULO: LOS ALIMENTOS TERRENALES.
 AUTOR: ANDRÉ GIDE
 por JOSÉ G. VILLAR

Llegué a este libro de una forma casual, buscando otros en una pequeña librería de la Gran Vía, hoy ya desaparecida. Un título que llamó mi atención, un autor francés y una fascinación por lo francófono, hizo que sin pensar lo comprara.

El libro pasó un tiempo en reposo, parecía que esperaba su momento en la estantería francesa junto a Malraux, Beauvoir, y como no, el descarado Genet.

Cogí, “El templo dorado”, libro que acababa de comprar, cuando reparé en este libro que había adquirido hacía unos años a lo loco y de nuevo aquel potente título, “Los alimentos terrenales” a mí me parece que el título ya tiene una gran fuerza. Creo que Gide ya en él puso una gran carga de lo que después vendría en su contenido. Creo que ya el título te va introduciendo en cada una de las páginas y cada uno de los versos que contiene.

La primera página del libro tuve que leerla dos veces, la primera no la entendí, incluso aquella segunda vez paré y procuré respirar tranquilo para estar seguro que podría continuar seguir leyendo tranquilamente.  Me di cuenta que tendría que leer muy despacio, que no era un libro de esos que en ocasiones tu cerebro se adelanta un poco a tus ojos. En este libro ojos y cerebro tendrían que ir muy acompasados, tranquilos, sin prisas desenmarañando tejidos ya desenmarañados, escuchando la suave música de fondo que Gide ofrece en este su libro, nuestro futuro libro, Gide ya nos pone en antecedentes del ambiente que nos espera en cada página.

Gide pudo escribir cada libro en pentagramas y este en especial.

El libro es un mundo de cantico epistolar, que se pierde en el universo del propio Gide, ese del joven y enfermizo parisino. Un joven protestante que lucha contra su propia moralidad sintiéndose atraído por el pecaminoso mundo del amor impropio de los hombres, un joven necesitado de amor, el joven concupiscente en busca de los placeres poéticos.

Gide también nos ofrece un cantico medieval de caballeros y príncipes que hace que sea tan sutil que apenas sea perceptible Un cántico a Nathanäel. Crea un cuento de hada, un nuevo Neuschawanstein para cada lector.

Gide es hijo de  una sociedad acomodada francesa, erudita y exquisita. Hay que saber esto para entender los “Alimentos terrenales” porque en ellos se entremezclan los valores represivos adquiridos y los recién expuestos libremente al mundo sin complejos como es su condición sexual.

“Los alimentos terrenales”, te llevan por un mundo de bosques mágicos que esperan a sus lectores para atraparlos o expulsarlos. Hay que reconocer que es un adura lectura en muchas ocasiones, pero siempre merece la pena adentrarse paulatinamente, si no lo consigues, cierto es que mejor quedarse en los recovecos y salir.

Algo que sí te enamorará si amas la literatura es como Gide usa el idioma, como va hilando, como teje sus frases, como va bordando y bordando hasta ir creando sus historias, sus cánticos, poemas, es un maestro, es un genio y un artesano del idioma. Si hablas francés o puedes tener acceso a él, lo podrás comprender mucho mejor, una buena traducción te orienta, eso es cierto, pero no te da toda la perspectiva. Es extraordinario.

Nosotros los lectores damos la magia a los libros, los hacemos al final y este es uno de esos que lo haces grande, muy grande o lo mandamos por el retrete al no poder entender nada si nos mantenemos fuera de él, demasiados espectadores, si no nos dejamos llevar por Gide, debemos convertirnos en Gide, de lo contrario podemos decir como he escuchado en más de una ocasión que este libro es un coñazo, una mierda o una puta mierda.

Mi recomendación al ser un amante devoto del libro, sabrás cual es.

 

Porque amaba a Lorca amé a Gide. Todo parece interrelacionarse en un extraño juego decadente y literario que pasa por amores malparados entre hombres que aman hombres, donde sangre, carne y sufrimiento se confunden con todas las decisiones que tú tendrás que tomar.

Noche de borrachera.