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miércoles, 16 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPÍTULO XVIII


            CAPÍTULO XVIII

       EL  FINAL… ¿EL FINAL?

            Llevo ya 15 días en casa, y aquel temor a no poderme valer por mí mismo cuando no hubiese nadie en casa o no tuviera compañía, ha quedado olvidado. Es cierto, que algunas veces me han faltado las fuerzas, que otras no quería ni siquiera salir de la cama y que otras tantas, veía pasar el día por la ventana, sin saber en realidad que estaba pasando, si estaba mejorando o no. Pero por otra parte, las visitas, los amigos que me han obligado a levantarme de la cama y salir a dar una vuelta y con ello distraerme y tomar el aire. El que poco a poco se me pasara el problema estomacal, con lo que al comer de nuevo sólidos, me ha hecho sentir más fuerte; aunque todavía mi estómago no esté a la altura de cuando lo llenaba hasta que me decía basta. Debo de ir poco a poco, y no forzar situaciones. Situaciones que también en ocasiones me limitan los dolores y el andar con lentitud y sobre todo no alejarme de la zona en la que vivo, no coger el metro o el bus, por miedo a algún golpe no deseado. Ya conocemos la Ley de Murphy, lo que nunca ha sucedido, cuando no tiene que suceder, ocurre. Por lo tanto, en esta ocasión, mejor no retar ni a dicha ley ni al destino.

            Cuando comencé a contaros esta historia, no sabía cómo titularla y sin pensar mucho, porque en esos días el pensar me estaba dejando bloqueado, le puse: Un tiempo para meditar, sufrir y luchar.

            He meditado mucho, aunque en realidad he podido compartir poco con vosotros, he sido muy escueto en algunas de mis entradas. Pero meditar, sí que lo he hecho, sobre todo y principalmente sobre la vida. ¿El porqué de las enfermedades? ¿El por qué el destino varía sus cartas cuando creemos  estar bien, y en realidad no precisamos de mucho más? ¿El por qué nosotros en un momento determinado debemos pasar por determinada prueba? Muchas preguntas, donde la mayoría de ellas si han tenido respuesta y en algunas de esas respuestas sentirse frustrado, por no saber cómo acometer con más fuerza ese destino.

            He sufrido mucho, sí, ¡UF! Os aseguro que esta vez he vivido la prueba más dura de toda mi existencia. Dolores que no sabía controlar, y en muchas ocasiones, cuando podía dormir, que ha sido muy poco lo que he dormido en este tiempo, el dolor, las fantasías y la realidad juntarse y crear unas pesadillas oscuras que al despertar, mi cuerpo se encontraba bañado en sudor. Las fiebres han sido altas en algunas ocasiones y en otras los dolores me han trasladado más allá de lo concebible, os lo aseguro.

            He luchado. Dicen algunos amigos que soy un luchador nato. Quienes me conocen de siempre, que lo he hecho toda mi vida. Esta vez la lucha ha sido dura, muy dura, hasta el punto en que en más de una ocasión la toalla estaba a punto de caer al suelo, pero  no, no he dejado que tocara el asfalto.

            Aunque éste es el último post, por ahora, aún me queda mucho por meditar, espero que poco que sufrir y la lucha seguirá siendo una constante. Pero es mejor dejarlo aquí, aunque aún tenga dolores, aunque tenga la visita el día 25 con el especialista y donde me darán los resultados y el estado en que estoy ahora mismo. Queda en un futuro, creo que no muy lejano, aunque preferiría que así fuera, la otra operación, y entre tanto, espero que estas nuevas cartas que el destino me ha ido mostrando y aunque las primeras no han sido muy halagüeñas, creo, confío y deseo, que en las próximas, en su propio rostro se esbozará una sonrisa y en sus ojos se mostrará un camino más llano, más feliz y con grandes sorpresas, con las que pueda disfrutar.

            Seguimos en contacto, y por supuesto, si en algún momento creo que debo añadir algo a este apartado, lo haré. Mientras tanto, a todos vosotros os deseo mucha felicidad.

martes, 15 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR


                         CAPÍTULO XVII
                ANTES DE LO ESPERADO.

            El cuarto día de estancia en el hospital y tras la visita del especialista, nos comunican que posiblemente el domingo o el lunes nos darían el alta. Sinceramente, ante aquellas palabas me sentí bastante vulnerable. No me veía con fuerzas para  en un par de días abandonar las instalaciones, y valerme por mí mismo. Me sentía débil, dolorido y aún tenía los tubos de drenaje. No dije nada, para qué, dejaría que llegara el momento y ver la evolución.

Lo que estaba aprendiendo en aquellos días, o debería decir, en aquellos meses, era que no debía precipitarme, no debía pensar más allá del presente que estaba viviendo. Muchos eran los amigos que me estaban dando ese consejo y que a mí me estaba costando asimilar. Siempre he pensado en pasado, presente y futuro como si todo estuviera unido en uno mismo, y es cierto, como algunas veces dicen algunos de mis personajes de ficción: "Cada instante tiene su momento". Por lo tanto, dejaría que pasaran las horas y comprobar como mi cuerpo evolucionaba, aunque en aquellos instantes me sintiera tan perdido.

Sería ese mismo día, cuando me quitaron el primer tubo de drenaje y cortaran el segundo de la maleta, aún sin quitármelo del costado, cuando percibí un estado de evolución positivo. Sí, el poder levantarme con libertad de la cama, caminar por los pasillos, sentarme sin la contrariedad de los dichosos tubos… Todo confirió a mi mente un estado de bienestar y con libertad de moverme, aunque me marease por no poder comer lo que deseaba, pues mi estómago, como ayer os conté, me estaba jugando una mala pasada. El domingo me quitaron el último tuvo de drenaje y una nueva puerta de fortaleza se alzó. Sí, estaba preparado para salir el lunes si así lo requerían.  Ese mismo domingo me bajaron a rayos para hacerme unas placas de tórax y el lunes, pasadas las 10 de la mañana, mi especialista me comunica que tengo el alta, que me puedo ir después de comer. ¿Comer? Soñaba con esa palabra. Deseaba volver a comer como lo hacía siempre. Le comuniqué a mi especialista el problema estomacal que tenía y me dijo que si en unos días no se me pasaba, me realizarían alguna prueba, que tal vez, en algún instante, se hubiera provocado una hernia de hiato. Lo que me faltaba. Tras la noticia, llamé a mi amiga Rosa y le dije que en cualquier momento podía irme, y así fue, en cuanto ella salió de su trabajo, allí estaba yo, con la maleta, con las cosillas que me habían regalado y con el deseo de abandonar la habitación, y es que en realidad, como en casa, no se está en ningún lado, aunque se esté solo prácticamente todo el día.

Atrás quedaban todos los recuerdos, los del primer día, impaciente para que la operación se realizara y salir de ella. Los instantes vividos en la UCI donde una paz especial me hizo sentir relajado y protegido.  Los momentos duros de dolores que no los podía controlar y tampoco quería abusar de calmantes. Las distintas situaciones experimentadas con las visitas, aunque en alguna de las ocasiones no pude atender por estar decaído. El recuerdo de la familia de Marcelo. Caminando por aquel pasillo, una sonrisa se reflejó en mi rostro y di las gracias a todas y cada una de las personas que me habían estado atendiendo en aquellos días. Habían sido días duros, algunos instantes muy duros, pero ya habían pasado, ahora quedaba recuperarme poco a poco y con mucha paciencia, como todo el mundo me sugería.

Sí, un par de días antes no me creía en posición de salir del hospital, y ahora, ahora estaba deseando ver la luz, sentir el viento en mi rostro y acomodarme de nuevo en mi hogar.

lunes, 14 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPÍTULO XVI


                   CAPÍTULO XVI

         Y MI ESTÓMAGO DIJO: NO

Sí, mi estómago se reveló, posiblemente ante tanta medicación distribuida por vena, como en pastillas. Y es que para mantener a una persona sin dolores, con una operación como la mía, hace falta de muchos calmantes, sobre todo, a mi juicio, para paliar el dolor de los tubos que van introducidos entre las costillas y que sirven de drenaje. Son una verdadera tortura, que no deseo a nadie. Además también hay que pensar en los antibióticos. En fin, que mi estómago, que es un poco delicado, dijo un día NO.

Ya os he comentado que una noche, tras haber pasado un día muy malo, lancé todo lo que había digerido por la boca; pues bien, al día siguiente, cuando intenté meter algo en el estómago, resultó como una bomba de relojería. No era una molestia, no. Ardía literalmente, os lo aseguro. Era como si se encendiera dentro de mí una estufa de leña.

Yo que soy de buen comer y aquellos días atrás lo había demostrado no dejando nada en la bandeja, ahora pasaba ante mí la comida y sin poder catarla, tan sólo un yogur y un caldo. Y este acontecimiento, no esperado, sí que me desesperó. Podía soportar los dolores, podía aguantar los mareos, el caminar con dificultad, el agotarme más de lo esperado… Pero no poder comer, aquello significaba debilidad y cuando uno está enfermo, precisa de todas sus fuerzas. Me dijeron que si pasaba unos días así, me realizarían algunas pruebas, y entonces me dije a mí mismo, no, esa prueba no la quiero pasar precisamente ahora: La endoscopia. Y puede parecer ridículo que me negara y cerrara mentalmente a tal prueba, pero os aseguro, que tras todo lo pasado los meses anteriores y durante el proceso de después de la operación, no me quedaban ganas, fuerzas, ni motivación para subirme a una camilla y dejarme introducir otro tubo por la boca con todo lo que aquello suponía. Soy muy buen enfermo, siempre me lo han dicho, pero amigos, hasta los buenos enfermos nos podemos volver por unos instantes rebeldes cuando creemos estar bajo mínimos. Claro está, que luego, cuando llega el momento, de una forma sorprendente, nuestra mente se pone firme y nos demuestra que podemos un poco más.

Hace dos días he conseguido volver a comer, de momento poco a poco. He sido paciente, y con mis yogures, los magníficos caldos y comidas especiales que me han ofrecido: Rosa, Sofía y Andrés. Los productos nutritivos que me trajo Raúl, y el deseo siempre de mejorar, de recuperarme, de volver a estar bien.

Y es que siempre lo he dicho, cualquier tipo de enfermedad nos hace caer, pues pocas veces o ninguna estamos preparados para ello; pero somos nosotros, con nuestra entereza y fortaleza, aunque en esos momentos no las sintamos, quienes podemos crear en nuestro interior el mayor fármaco para curarnos: El optimismo, la paciencia, las ganas de luchar, el deseo de dejar atrás todo lo que nos está pasando. Los antibióticos, calmantes, etc, son nuestros aliados. Los médicos nuestros consejeros, pero nosotros, nosotros amigos, somos los guerreros que debemos luchar para que nuestro cuerpo siempre esté sano, o ayudarlo a sanar, cuando no lo está.

Así que si alguien lee este texto, está pensando que no, que él no tiene fuerzas, o ya ha perdido las esperanzas, que interiorice en él y verá que siempre está esa luz, esa chispa de energía que le espera para sacar fuerzas y seguir adelante. Yo lo he vivido, yo lo he sentido, yo lo he experimentado, por tanto tú, también puedes.

domingo, 13 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPÍTULO XV


                       CAPÍTULO XV
                         LOS AMIGOS          

Me habréis oído hablar muchas veces de la gran importancia de los amigos y de que ellos van formando parte de la nueva familia, en la sociedad que nos toca vivir. Y es que en ocasiones, la familia de sangre, por las circunstancias que sean, no está cerca de nosotros o la hemos ido perdiendo en el camino.

Siempre dicen que los amigos de verdad están cuando uno los necesita, y aunque este dicho sea muy cierto, yo nunca he precisado de una circunstancia determinada para saber que cuento con un gran grupo de amigos y amistades, que forman parte de mi vida.

Los pormenores que han rodeado esta operación han sido muchos y muy variados, y desde el primer momento, al igual que he compartido con todos mis amigos mis alegrías, también me vi en la necesidad de hacerlo, con lo que me estaba desolando, El apoyo desde el primer instante fue absoluto, 
El día antes de operarme lancé una nota en Facebook anunciando que estaría alejado del medio por unos días debido a mi intervención, la respuesta fue masiva, tanto en ese post, como en privados, Whasap, llamadas, etc. Y la asistencia al hospital fue diaria: a cualquier hora tenía amigos visitándome y ofreciéndome todo su apoyo. Al igual que está sucediendo en casa, desde que me dieron el alta.

Desde estas palabras, si algunos leen estos textos, quiero pedirles también disculpas si en algún momento no estaba en mi mejor estado, pues pasé horas e incluso algún día, bastante chungo; y aunque las visitas me llenaban de vida y energía, el simple hecho de hablar, suponía todo un reto, y un agotamiento absoluto.

Tengo que dar las gracias a amigos como Cristóbal o Raúl que estuvieron esperando pacientes a que saliera de la operación. Amigos que aún sin conocer, pero con un gran trato por Facebook me ofrecieron su protección como fue, entre otros, Carmela Gila. A mis amigos escritores: Isabel Montes y su mujer, a Diego Manuel Bejar, Joakin C., Rubén Besametonto, Mónica y Raquel, o Paz Quintero y su chica, entre otros. Andrés Burguera, que se pasó unas horas antes de emprender su viaje a San Paulo.  Enric, Miguel, Carlos Corbacho y familia, Magdalena, Gemma Pindado, compañeras de mi anterior trabajo. Ray, (el director de la serie Radiografías de Espanta)… En fin, espero que nadie se ofenda si no ve su nombre, pero habéis sido muchos y a todos os agradezco esos instantes que compartisteis conmigo.

Sí, mi familia de sangre se encontraba lejos y la mayoría tenían otras responsabilidades que atender, pero mi otra gran familia, a la que llevo en mi corazón, siempre estuvo allí presente, demostrándome, apoyándome y con sus palabras decirme que contara con ellos para todo. No quiero olvidarme de dos grandes amigas: Rosa y Sofía, que a la vuelta a casa, me han estado ayudando en todo: Acudir a las curas, proporcionarme alimentos que pudiera digerir, pues el estómago no me admitía más que líquidos y algunos purés, y pendientes durante muchas horas del día. Gracias chicas.

Gracias en definitiva a todos. No sabéis lo que se agradece una palabra, una mirada, una sonrisa, un abrazo, un beso y el aliento del calor que desprende la amistad de verdad. Gracias por estar ahí todos y por todos aquellos que desde la lejanía no pudieron estar físicamente, pero día a día por las redes sociales preguntaban sobre mi evolución. Mil gracias, os llevo, como bien sabéis, siempre en mi corazón.

sábado, 12 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPÍTULO XIV


CAPÍTULO XIV     
       MI COMPAÑERO DE HABITACIÓN

             Creo que a nadie le gusta pasar unos días en un hospital, por muy bien atendido que uno esté y sepa que es necesario para ser curado, pero si hay que pasar por ese trance, todos buscamos que esa estancia sea lo más agradable posible, y siempre, entre otras cuestiones,  pensamos en nuestro compañero de habitación. Porque la estancia en un hospital se limita al espacio reducido que comprende ese habitáculo con dos camas.

            Pero Marcelo resultó ser un tipo interesante, bastante silencioso, con un toque de “gruñón” que me hacía sonreír, muy futbolero y con una familia… Una familia, que por lo que pude detectar en esos días, era increíble, unida, respetuosa, tranquila, hogareña... Desde las hijas, el hijo, la mujer e incluso el yerno y los nietos, que por cierto, un niño y una niña encantadores y tranquilos. Sí, me encantó conocerlos a todos ellos. Además me ayudaron en determinados momentos en que estuve solo, y se preocupaban en los instantes de bajón que tenía, en algunas de aquellas tardes.

            La mujer de Marcelo me trataba casi como un hijo, me decía que no debía hablar mucho, que eso me fatigaba y no era bueno para mi recuperación y más para pasar una noche tranquila; como ella sabía que a mí me encantaba atender a todas mis visitas y lo de hablar no lo podía controlar, me llegó a proponer que si me veía fatigado, podría decirles a mis visitas que intentaran no agotarme, que no era bueno que hablase mucho. Acepté sonriendo. Un momento tenso y desagradable en el que me vi arropado por aquella mujer, fue una noche, cuando ya habíamos cenado. Había pasado un día malo, muy mareado, con el estómago revuelto y nauseas. Fue en el instante en que acomodé la cama para disponernos a ver un poco la tele antes de dormir, cuando de repente sentí que algo se movía dentro de mí y en un segundo arrojé por la boca todo lo que llevaba en el interior. Os podéis imaginar cómo quedó la cama. Automáticamente ella, al ver que además yo estaba desorientado, se acercó, me trajo una toalla y la palangana y me estuvo tranquilizando y limpiando hasta que llegaron las enfermeras. Aquel momento y la forma en que me estuvo cuidando, no lo olvidaré jamás.

            Otro momento que recuerdo, aunque esta vez con una sonrisa, fue el día que a Marcelo y a mí nos quitaron las sondas y que debíamos de orinar en las bacinillas, que ese día no lo habíamos hecho. Nos "amenazaron" que si no orinábamos determinada cantidad, nos volverían a poner la sonda. A Marcelo y a mí no nos gustó esa idea, así que comenzamos a beber agua como locos. Como estábamos en cama, fue su hijo quien iba y venía trayendo agua en nuestros botellines y animándonos a que orinásemos. Él mismos nos retiraba las bacinillas e introducía el contenido en los botes correspondientes. Sin duda, otro día para no olvidar, y cómo aquel joven con total sencillez y sonriendo, no sólo atendió a su padre, sino a mí, animándonos y diciendo quien iba ganando. “Marcelo, no nos vuelven a poner la sonda” le comenté en un momento determinado. “Desde luego que a mí no” fue su respuesta entre un esbozo de sonrisa.

            Sí, todos resultaron encantadores, extraordinarios, divertidos cuando lo creyeron oportuno, conversadores cuando la situación lo requiso, respetuosos en todas las ocasiones, y familiares, hasta el punto que creí necesario dedicarles estas palabras, aunque seguramente son pocas, por todo lo que ellos se merecen. Mil gracias por ser como sois y deseo lo mejor para vosotros y toda vuestra familia.

viernes, 11 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPÍTULO XIII


    CAPÍTULO XIII
                LA HABITACIÓN.

            Salir por las puertas de la UCI, me provocó varias sensaciones. La primera de frío, pues aun estando arropado por la sábana, por aquellos pasillos hacía fresquito. La segunda la de escuchar sonidos y palabras, que habían estado ausentes durante todo la noche en aquella sala y la tercera la de volver a la realidad, pues en la UCI, aunque no lo os lo he contado, entre los ratos que estuve despierto y por la atmósfera que se vivía allí dentro, por supuesto, teniendo en cuenta también la anestesia y otros fármacos que me mantenían libre de dolores y en un estado de bienestar total, podría semejarse a la salida del vientre materno (Calentito, arropado, cuidado) a la vida tal cual. Tardé unos segundos en reaccionar, pero claro, como todo animal de costumbres, enseguida nos adaptamos a lo malo, también.

Comprobé, cuando la cama la instalaron en el ascensor, que estaba en la tercera plata y mi lugar de destino sería la quinta. Llegamos a ella y por aquel largo pasillo, donde el día anterior había estado viendo caminar y pasear a pacientes y acompañantes de los mismos, empecé a ver sus rostros. Rostros que me observaban y seguramente pensaban “Otro más operado” “Pues no tiene mala cara” Última curva y dentro de la habitación. Estaba completamente vacía. Colocaron mi cama al lado del ventanal y tras despedirse el camillero, me quedé allí. Miré hacia el lado donde debería estar la otra cama, y me extrañó que no hubiera nadie, pues el día anterior, sí bien sabía que estaba ocupada, porque una señora entró, me saludó, sacó algo del armario y se fue, aún la cama faltaba en su espacio. No me dio tiempo a pensar mucho, un pequeño ejército de enfermeras entró. Me saludaron y comenzaron con todo el ritual: tomarme la tensión, la temperatura, mirar los aparatos que tenía detrás de mi cama por si alguno necesitara ser usado, comprobaron la percha de metal donde reposaban las bosas de: Suero y otros productos. Comprobaron las sábanas y tras ver que estaban cambiadas, se despidieron. Entró un enfermero y le solicité agua, me sonrió y me dijo que sí, pero que a sorbos muy pequeños. Pasado todo este tiempo, escuché el sonido de unas ruedas y una camilla se acercó a la puerta introduciéndose en el interior. Corrieron la cortina que separaba ambas camas, pues el ritual que habían llevado conmigo, seguramente lo ejecutarían con él. Luego sabría su nombre: Marcelo.

Aquella habitación, como si se tratara de mi casa, donde uno se siente más protegido, serviría aquel primer día para dormir, comer, dormir, comer, dormir… Sé que en aquel primer día recibí visitas, pero sinceramente,  ahora no recuerdo quienes fueron. Al caer la noche y tras la cena, di las buenas noches y me dormí.

No, no he omitido por dejadez hablar de mi compañero de habitación, es que tanto él, como su familia, merecen un capítulo completo.

jueves, 10 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPITULO XII


                 CAPITULO XII

        LAS HORAS EN LA  UCI

            Como nos sucede a todos los que somos operados, sí recordamos el momento en que entramos en el quirófano, pero jamás cuando salimos, pues lo hacemos aún en el estado de dormidos, bajo la anestesia.

            La sala a la que normalmente te trasladan tras la intervención, es la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) Y sí, afirmo, confirmo y doy fe, que llevan a gala el nombre de la sala.

            El cuidado ya no es perfecto, sino exquisito. Lo primero que recuerdo, mientras despertaba, era el total silencio, la casi ausencia de luz y gente alrededor de mí. Me preguntaron el nombre y tras decírselo, comenzaron a hablarme entre susurros. Me comentaron que todo había salido bien y que me encontraba en cuidados intensivos. Recuerdo que pregunté si pasaría allí la noche y una voz femenina me respondió que sí, que en realidad ya era tarde, que había sido una de las últimas intervenciones del día. Una chica me ayudó a incorporarme. Sentí que me mareaba, y tras avisar, descargué el vómito. Estaban preparados para ello, eso estaba claro. En esos instantes escuché palabras relajantes, mientras pedía disculpas: “Tranquilo, tranquilo, estás soltando la anestesia” “No te preocupes, tú sólo expulsa, nosotros nos encargamos del resto”… Tras esos  breves minutos, percibí el alivio total. Ataron una venda elástica al final de la cama y me la acercaron a las manos: “Intenta incorporarte tú sólo”, obedecí y con la ayuda de una mano en la espalda quedé sentado, asistido siempre por los laterales para sujetarme. Me asearon, me secaron, me cambiaron la ropa de toda la cama y me quedé de nuevo tumbado y feliz.

            Al cabo de unos minutos una chica se acercó: “Javier, fuera hay unos familiares que llevan toda la tarde esperando. ¿Quieres ver a alguno de ellos un par de minutos?” Sí. La sonreí. Sabía que familiares directos no estaban, pues todos viven en Cantabria y les había dicho que no se preocuparan, que estaría bien atendido por los grandes amigos con los que cuento en Madrid. Y en efecto, durante aquella tarde muchos se habían acercado hasta el hospital. Algunos por sus trabajos se tuvieron que ir, como mi compañero de piso, Cristóbal, que había pedido incluso unas horas a su jefe para estar el mayor tiempo posible cerca de la zona de operación. Ya pasaban de las 12 de la noche, cuando por aquel pasillo, semi oscuro, vi caminar a Raúl. Llegó hasta mí, la enfermera le dijo que tenía unos minutos y tras mirar a mi amigo, le pedí que me diera la mano. Él me comentó que el cirujano les había hablado de la operación y que estaba muy satisfecho. Que todo estaba bien. Hablamos algo más, que no recuerdo,  y se fue.

            Mientras le veía irse, sentía junto a él la presencia de tantos y tantos amigos que a través de las redes sociales, correos, Whasap, llamadas telefónicas que Raúl me había dicho estaba recibiendo en mi móvil… Presentía la energía de esa buena gente, que buscaba que me recuperase pronto. Y sé, al día de hoy, que todos esos grandes deseos de personas a las considero mi familia particular, que son los amigos, hicieron que aquel día estuviera cargado de energía y vida, y que a día de hoy, sigo recibiendo sus mensajes, visitas a casa, etc. Gracias a todos por formar parte de mi vida, así como a los familiares que se ha puesto en contacto, y me preguntan casi a diario, como estoy. Os quiero.

            Para terminar sobre mis horas en la UCI, decir simplemente que cuando a las 10 de la mañana del día 26 me llevaban de la sala hacia la habitación, una sola palabra, repetitivamente, brotaba de mi garganta: GRACIAS. Durante toda la noche la atención fue perfecta. Presentía como estaban alrededor de mi persona, mirando monitores, observando las bolsas con los diversos productos que entraban a través de la vía en la mano, a mi organismo, el aseo de la mañana, la primera cura. Todo con la máxima delicadeza, la máxima precisión, la máxima simpatía. Y donde desde el primero al último, te hacían sentir bien y arropado por su trabajo y conocimientos.

            Mi más sincero agradecimiento a todo el personal de la UCI. En vuestro anonimato, pues nosotros no somos capaces de recordar vuestros rostros, debido a los momentos que estamos viviendo, nos entregáis lo mejor. Os llevo en mi corazón.

 

miércoles, 9 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO XI)


                     CAPITULO XI

  LA OPERACIÓN

          Sí, se terminaron los capítulos que tenía programados y en el deseo que cuando llegara el momento, estuviera en disposición de continuar con la historia, pero no ha sido así. La operación ha resultado ser más dura de lo que yo pensé y sobre todo los dolores… Pero vayamos por partes. Nos habíamos quedado en el día 24, la víspera de ingreso para la operación.

El día 25 se despertó fresquito pero muy luminoso y allá me encaminé, a la Fundación Jiménez Díaz, muy pronto, pues debía estar sobre las 8 de la mañana en admisión. Emprendí la aventura con una pequeña maleta que contenía ropa interior, una bata, unas zapatillas y un neceser.  Sí, me fui sólo, no desee molestar a nadie. ¿Para qué? En aquella primera mañana simplemente acudiría a admisión, me acompañarían a la habitación y luego la espera hasta ser intervino. No tenía razón de ser que nadie perdiese el tiempo en algo que no era necesario.

La espera fue lo peor. Me habían informado que me relajara y que sobre las 12 del medio día me bajarían a quirófano, luego sobre las 9:30 de la mañana un nuevo comunicado me alentaba a que sería sobre las 11 de la mañana la intervención. Pues no, ni a las 11, ni a las 12 y es que ese día debían de tener mucho trabajo, sería aproximadamente a las 16:30 cuando me trasladan a la zona de preparación a la operación y tras los preparativos (Poner vías, sueros, otros productos desconocidos para mí. Coger la arteria para el proceso de la intervención (control respiratorio y cardiaco). Ponerme una epidural para que tras la operación, pudieran administrarme determinado calmante, tomarme la tensión…) me quedé allí hasta que, creo que serían las 17:30 horas, me introdujeron en quirófano y… De esa aventura nada puedo contar, pues al poco de que mi cuerpo tocara la mesa de operaciones, me saludaran los dos cirujanos y el personal,  y tras decirme el anestesista: “Piensa en algo alegre” me quedé completamente dormido. La  visión que más recuerdo de aquellos instantes, es la de los gorros de la mayoría de quienes estarían en aquella sala durante la intervención: Eran de colores, de rayas, de topos. Sinceramente alegraban la vista, en un lugar tan frio como es un quirófano.

Como ya os había comentado, la operación tuvo una duración de unas cuatro horas y en ese tiempo los cirujanos no tuvieron ninguna duda: Existía un enfisema y un nódulo, el cual no había podido ser analizado previamente, por la zona en que se encontraba; así que determinaron por eliminar la parte superior del pulmón. Una tercera parte del total, y de esa forma dejar completamente limpia toda la zona y el pulmón en cuestión. El único “temor” que les quedaba, era si al realizar tal intervención y siendo la parte superior del pulmón, pudiera tener alguna “fuga aérea”, algo muy habitual, por lo que mis tubos de drenaje estaban deparados dos maletas, una para cada tubo y uno de ellos midiendo la posible fuga o no del pulmón intervenido.

Mañana os contaré los momentos vividos en la UCI, pero ya desde aquí, y aunque mañana me repita, no me cansaré de felicitar a todo el equipo de la Unidad de Cuidados Intensivos. Personal, no, no quiero llamarles personal, sino personas encantadoras y trabajadoras infatigables. Mil gracias a todo ese maravilloso equipo, al igual que al que participó en quirófano.

 

viernes, 28 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO X)

                                   CAPÍTULO X
                     VISPERA DE LA OPERACIÓN     
 
         Hoy es día 24 de Marzo de 2014, cuando escribo estas letras,  y estoy a unas horas de ser ingresado e intervenido, y no puedo negar que una cierta desazón recorre todo mi cuerpo.

Por un lado estoy tranquilo, sé que estoy en las mejores manos y en un centro hospitalario, como es la Fundación Jiménez Díaz, en la que tengo toda mi confianza. Pero por otra parte, una cierta intranquilidad me mantiene alerta. Y es que cuando en estos días, mis amigos y familiares me preguntan como estoy, les digo a todos lo mismo: Bien, pero… Soy humano y no puedo evitar esa sensación de incertidumbre que supone someterse a una intervención de varias horas, a un quirófano y a una anestesia general.

Sí, soy humano y es la primera vez, creo, que expongo con tanta libertad, públicamente, y a través de las letras, lo vulnerable que puedo ser en determinadas cuestiones, aunque luego, como buen géminis, que los astros me ofrecieron ser al nacer, busco y saco la forma de equilibrar esa situación. La realidad frente a la ficción, o como prefiero decir: la realidad junto a la ficción, y que durante toda mi existencia ha conseguido que mantenga un equilibrio, cuando las situaciones se han puesto difíciles o tensas, y marcando en parte, mi carácter.

Soy humano y además un soñador, y en esa ensoñación que siempre he mantenido viva en mí ser, he creído, entre otras tantas cosas, en el poder de los elementos, en su fuerte energía que es la que nos mantiene erguidos sobre la gran espalda de este pequeño planeta. Y a ellos, hoy día 24 quiero invocar: a la energía que emana mi gran y amado astro sol, al aliento del viento, a la fuerza del mar y la nobleza de la tierra; que en realidad, de ellos se compone nuestro cuerpo físico. Y no me olvido  de Dios, el creador, el maestro, para que me acompañe en esas horas hasta despertar de la anestesia, y que ese despertar, sea plácido y agradable. Aunque vosotros, cuando leáis estas palabras, ya será día 28.

Mi amigo Novel siempre me ha dicho que soy un superviviente y que en mis luchas, siempre he salido victorioso y que esta vez no va a ser menos. Y así será.

No sé si mañana habrá entrada, porque ésta es la última que dejo programada, espero que sí, que el hospital tenga Wifi y desde la cama os pueda comunicar como ha ido todo, aunque tal vez lo sepáis antes, si algún amigo lo difunde por redes como Facebook.

Mientras tanto, sed felices y recordad que la fuerza está en nuestro interior, lo más importante es lograr sacarla a flote, y todos podemos. Yo lo haré, os lo prometo. Abrazos para toda la gente buena del planeta.

jueves, 27 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR ( CAPÍTULO IX )


             CAPÍTULO IX
      A TODOS LOS AMIGOS
 
Aunque tal vez ya esté  bien para escribir y con el deseo de conexión en la habitación, quiero ofreceros este nuevo capítulo, porque se lo quiero dedicar a todos mis amigos y conocidos.
            Desde que comencé esta historia por el blog, muchos han sido los que en privado, sobre todo por Facebook, me han enviado todo tipo de mensajes. Algunos compartiendo sus enfermedades, hablándome de cómo lo pasaron y lo superaron, dándome fuerzas con ello. Otros deseándome lo mejor y que todo va a salir bien, porque no va a ser nada. Bueno, algo sí es, pero esperemos que lo menos posible. Uno en concreto me decía que no debía hacer pública mi enfermedad y hablar sobre ella, porque es algo que consideraba privado y personal; en parte estoy de acuerdo con él, pero jamás he mentido u ocultado nada en mi vida, y para nada me avergüenzo ni creo que sea íntimo el estar enfermo. Y si he compartido siempre mis alegrías, esta vez me veía en la necesidad de compartir estos momentos, me he sentido más aliviado, como si de una terapia se hubiera tratado, y tal vez es lo que ha sido. También he creído saber el límite, sin llegar a lo explícito, y por supuesto sé que es lo que para mí valoro como íntimo y personal.
 
           Quiero dar las gracias a todos esos amigos que han sabido medir muy bien los tiempos en que me preguntaban como estaba, para no hacerme pensar demasiado. La prudencia ha sido su cualidad, y me han hecho sonreír muchas veces con el tacto con que han tocado el tema.

           Dar las gracias a todos los que os habéis ofrecido para acompañarme al hospital, a pasar conmigo alguna noche o en vuestros ratos libres, haciéndome compañía. Gracias, porque siempre digo que los hospitales son los lugares que nadie quiere visitar ni siquiera unos minutos, sean como paciente o acompañante. A mí, sinceramente no me gustan nada de nada, aunque sé positivamente que son esos espacios donde se descubren nuestros males y se curan.

Dar las gracias a todos los que habéis leído y seguramente seguiréis leyendo en los días sucesivos, pues iré a modo de diario, relatando algunos pasajes, de estados de emociones, de ánimos en las nuevas esperas…
           Me decía un amigo: Creo que has sido un pionero al ponerte frente del teclado y de forma pública lanzar lo que te está ocurriendo, con entradas positivas, valientes, rigurosas y con determinados consejos. Tal vez sea todo lo que él me ha comentado en uno de sus mensajes, pero para mí, vuelvo a repetirlo: ha sido la necesidad de compartir con todos vosotros, a los que considero amigos y a muchos cercanos a la familia, esa familia que uno se labra con el paso del tiempo y que nada tiene que ver con la de sangre.
           
         Me despido una noche más, y  mientras tanto, un día, una tarde, una noche más, dependiendo de la hora en que lo leáis, os deseo todo lo mejor en la vida. Abrazos para toda la gente buena del planeta.

miércoles, 26 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VIII)


                   CAPITULO VIII

             Hoy es día 26. El quirófano ha quedado atrás y en mis deseos, que también la UCI. En estos momentos espero estar en planta, en la habitación. No sé si con algún tipo de sonda o no, eso no me lo han dicho y tampoco he querido preguntar tanto. Ellos hacen su trabajo y uno, como buen enfermo que es, obedece.
     
            Lo de buen enfermo no va de broma, creo que es muy importante facilitar las cosas a los doctores, enfermeras y personal. Siempre he pensado que si el paciente  está concienciado con su dolencia y que la atención recibida es para su bien, la recuperación también es más rápida.
 
             Hasta ayer me he limitado a contaros que me ha sucedido, como han ido avanzando los acontecimientos y en la situación que me he visto envuelto, sin desearlo. Como nadie desea el estar enfermo, pero somos humanos y es lo que nos toca, tarde o temprano.

            Pero en todo este proceso, como es natural, me he sentido perdido y desconcertado en más de una ocasión. He percibido como mis fuerzas flaqueaban hasta el punto de no desear hacer nada y como ha ocurrido, pasarme días enteros encerrado en casa, algo nada frecuente en mí. He advertido como en mi mente, mi mundo se tambaleaba como un castillo de naipes azotado por el viento, a punto de derrumbarse algunas veces. He aguantado el llanto con cada noticia emitida por los especialistas y tras salir de la consulta, en mi soledad, pues así estaba en esos instantes, introducirme en un cuarto de baño y dejar que fluyeran las lágrimas cálidas y saladas. La impotencia se ha intentado cebar conmigo, cuando creía no poder seguir con más pruebas, pero he sacado el coraje una y otra vez, incluso bajo los síntomas de la gripe. Me he preguntado mil veces el porqué, ¿Por qué dos operaciones? ¿No es bastante sufrimiento pasar una vez por el quirófano, que tener que hacerlo en dos ocasiones? Pero en fin, siempre lo he dicho y no será ahora cuando me retracte de ello: Todo tiene un porque, nada sucede porque sí y hay que ser paciente, pues el destino también se toma su tiempo.

            ¿Una nueva prueba en el camino de mi vida, de mi destino, de mi existencia? Pues la aceptaré resignado. Rogaré a los vientos me favorezcan, y que el  sendero se presente generoso e iluminado por mi gran y querido astro sol.

            Una nueva prueba, como tantas que se me han presentado a lo largo de los años desde que el planeta supo de mí presencia y yo de la suya, y que también acepté. Ahora espero y anhelo que al final de ésta, al llegar a la meta, sonría de felicidad, por haberlo logrado una vez más, y que la recompensa con la que el destino me aguarda, me sorprenda gratamente.

            Este escrito, al igual que el de ayer, está programado y espero que el hospital tenga Wifi disponible para los pacientes, y que tenga ganas de escribir para continuar con mi relato, en días sucesivos.

            Un fuerte abrazo para todos. Sed todos felices.

 

 

 

martes, 25 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VII)


CAPÍTULO VII

 LA HORA DE LA VERDAD

            Por fin habían pasado todas las pruebas. Llevaba desde primeros del mes de diciembre y terminando la primera semana del mes de marzo. Os aseguro que esos meses, no se los deseo a nadie, aunque también estoy convencido que habrá muchos enfermos que si leen mi relato, dirán. Paparruchas. Y es que cuando traspasas las puertas de un hospital, te das cuenta de la cantidad de personas que hay enfermas y algunas con dolencias muy graves y dolorosas.

            Haciendo un resumen, en ese tiempo había tenido las pruebas rutinarias anuales (resonancia, análisis, radiografías etc) A continuación llegaron las pruebas para la operación del tumorcillo en el oído. Visto lo visto y ya relatado, nos vamos a nuevas pruebas para ver qué es esa cosa que tengo en el pulmón derecho y tras saber el resultado, la últimas pruebas que se realizan son para la operación del nódulo pulmonar. Toda una aventura por las diferentes estancias de la Fundación Jiménez Díaz y el Hospital Clínico San Carlos.

            El neumólogo me recibe, me cuenta que hay que operar y me relata cómo será dicha operación, pero que el que mejor me contará todo con detalles, será el cirujano, y a los pocos días estoy en su consulta. Muy agradable, por cierto, y me hace sentir seguro, incluso con la noticia de que no se descarta que puede ser negativo el tumor, pues las pruebas que han realizado con la biopsia, han sido de tejido cercano al nódulo, pero no del mismo. Ese tejido ha resultado ser benigno, por lo que yo espero, deseo y ruego a Dios, que el nódulo en sí, también lo sea.

            Con todo detalle, como además me gusta que los especialistas me hablen, me explicó cómo sería la intervención, primero si el nódulo es benigno, y luego si es maligno. Que no lo va a ser, pero bueno, lo tengo que escribir.

            Sólo os daré como detalle que el comienzo de la intervención, tras estar completamente dormido, serán dos incisiones pequeñas, una más arriba que la otra, en la zona del costado y entre dos de las costillas, por una de ellas introducen una cámara y por la otra las pinzas con las que extraerán la muestra. Dicha muestra se la llevan a analizar y en unos 20 minutos tienen el resultado. Mientras, claro está, yo permanezco anestesiado.
           
            Confío plenamente en todo el personal de la FJD. Desde el primer día que pisé sus instalaciones, hace ya más de tres años, sólo puedo hablar maravillas de todo el personal, y cuando digo todo, es todo. La educación, la cordialidad, el respeto, la sensación de querer agradar y conseguirlo. De hacerte sentir bien, sabiendo que te pueden dar una mala noticia, es absoluta. Sí, confío y dejo mi cuerpo en manos de los cirujanos, ellos conocen su profesión y yo quiero sanar.
 
            Mientras muchos de vosotros, hoy día 25 de marzo, estéis leyendo este capítulo, yo estaré en la mesa de operaciones, en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) donde permaneceré unas horas tras la operación, o ya en la habitación, dependiendo cuando sea leído.

            Esté relato saltará, automáticamente, como otros que dejaré ya escritos y con fecha programada. Ingreso hoy día 25  a las 8 de la mañana y comenzará la intervención a las 12 del mediodía. La intervención tiene una duración aproximada de unas 4 horas. Así que lectores del blog, quienes estéis frente a este escrito, sólo os pido una cosa: Si sois creyentes, pedid porque todo salga bien durante la intervención y el nódulo (que yo estoy convencido que sí) sea benigno. Si creéis en otras fuerzas, invocarlas para que  la energía positiva me abrace en este día, y sino creéis en nada, pues con sólo decir: "Suerte", va a ser más que suficiente.
 
             Mañana, al menos, habrá un nuevo capítulo. Mientras tanto un abrazo y sed felices.

           

lunes, 24 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VI)


     CAPÍTULO VI
POR FIN LLEGÓ LA ÚLTIMA PRUEBA

Y tras la broncoscopia y pasados unos días, llegó la última prueba, el Pet – Tac.

El Pet – Tac, para que os familiaricéis con él, es como un Tac pero de alta resolución. El aparato es prácticamente igual, en apariencia externa, pero no interna. La diferencia reside, también,  en que el departamento al que acude el paciente es Medicina Nuclear, y si suena fuerte cuando se lee o se escucha, más lo es cuando acudes a la zona en concreto.

El departamento de Medicina Nuclear al que yo acudí, se encuentra detrás de la FJD y está situado en el Hospital Clínico San Carlos. Sus dependencias se hayan en el sótano donde debes recorrer un largo pasillo, prácticamente ausente de personal en todo el  trayecto (La imaginación vuela por unos segundos, tras haberte quedado con la palabra: Nuclear. Pero que vuestra imaginación no vuele demasiado, no van con trajes especiales ni nada por el estilo J) Te guías por las señales, entras en la sala y cuando se presentas con tu parte y te sientas, observas el entorno. En un principio es una sala de estar como otra cualquiera, pero enseguida ves un cartel que dice: SALA DE NO INYECTADOS y más adelante marcado por una flecha: SALA DE INYECTADOS. Sinceramente, a mí eso me dio muy mal rollito, pero respiras profundamente, asistes a la consulta de una especialista y luego pasas a esa otra zona donde te mandan desnudarte y ponerte un pijama y a continuación, en un sillón muy cómodo te preparan para inyectarte, a vena,  una serie de productos, entre ellos que yo recuerde: Suero, Contraste y un componente radioactivo. Se te queda el brazo completamente congelado y en esa sala, donde estás tú solo, te quedas durante una hora sin leer, sin escuchar música, sin hacen nada de nada; simplemente con el cuidado de las enfermeras que pasan de vez en cuando para saber si estás bien y claro está, arropado por una manta, porque el frío es bestial. Tras la hora, pasas a la sala donde está la máquina y el frío aún es mayor, te tumbas te dan una serie de órdenes, te mandan poner los brazos por detrás de la cabeza y tras colocarte de nuevo una manta, empieza la exploración. Unos 35 a 40 minutos. Una gran parte del tiempo lo tienes que hacer con los ojos cerrados, por los rayos que recorren tu cuerpo. (La foto que he elegido, es muy precisa en ese tema)

Luego te informan que estás contaminado de radioactividad, llegué a pensar que en cualquier momento me volvería verde como Hull, pero afortunadamente no sucedió, lo que si tienes que tener es sumo cuidado durante unas tres horas de no estar un tiempo prolongado junto a: chicas jóvenes, embarazadas y niños menores de 14 años. Así que yo me fui pitando para casa, para cumplir bien con el cometido. También, durante ocho horas, cada vez que vas al servicio a orinar, hay que hacerlo sentado, limpiarte bien con papel y tirar dos veces de la cisterna. Todo un protocolo para no contaminar.

La prueba te deja bastante agotado, o tal vez fue a mí por varias razones: Había dormido poco. Desde las 11 de la noche no había comido nada y cuando salí de allí eran más de las 6 de la tarde. Mi vientre sólo contenía agua, agua en abundancia que es lo que te piden que bebas para luego poder orinar en cantidades industriales. Y que alguno de los productos que me inyectaron, me provocó una bajada de tensión bastante fuerte, que recuperé enseguida con un vaso de agua, por supuesto.

Feliz y veloz regresé a casa, devoré casi todo lo que tenía en el frigorífico y me quedé dormido como un bendito. Ya estaban todas las pruebas efectuadas, ahora quedaba saber los resultados.

domingo, 23 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO V)


                   CAPÍTULO V

           LA BRONCOSCOPIA Y YO

           La broncoscopia, que no es lo mismo que tener una gran bronca con alguien, no, es esa prueba que a través de un tubo penetran por tu garganta hasta llegar a tus bronquios y pulmones. Pero lo dejaré ahí, el que desee saber sobre dicha prueba, la  Wikipedia es muy sabia.

Como os decía ayer, comenzaron nuevas pruebas y a la que más temía era a esta en concreto, pero resultó que no fue para tanto, al menos para mí y el motivo os lo relato a continuación.

Ese día tocó madrugar y encima hice madrugar a un buen amigo, pues tenía que ir acompañado, así que el bueno de Carlos Corbacho tuvo que levantarse antes de tiempo y cambiar el horario en su trabajo. Allá nos fuimos los dos, a la FJD que ya empieza a ser como mi segunda casa, y sobre las ocho de la mañana, comenzaron por cogerme una vía en la mano y para adentro. Del sillón subí a la camilla y tras ponerme las ventosas adhesivas  para el electrocardiograma, tranquilidad. Me entretuve mirando de un lado a otro, todo lo que había y quienes estaban. De pronto una chica anestesista se acerca, inyecta algo junto al suero, que tenía ya en vena, y me dice: “Pesas unos 70 kg, ¿Verdad?”  Y yo con cara de asombro le contesto: “Pues no, peso unos 53 o 55 como mucho” Sonríe y me dice, “bueno, pues te quedarás más relajado”

Inciso, para quienes no lo saben, cuando se practica una broncoscopia y biopsia, al paciente se le seda, no se le duerme. Por lo tanto es consciente de todo, pero no le duele.

Continuamos. Otra enfermera se acerca con una gran mesa sobre la que hay un montón de utensilios y yo todo curioso miro para ver que son todos esos cacharros que está manejando, la chica se da cuenta y me dice: “Mejor será que no mires” Y yo la contesto en plan valiente. “Ya me han hecho en dos ocasiones endoscopias y más o menos…” Sin dejarme terminar me sonríe y continúa. “Ya, pero esto no es como una endoscopia. Mejor que mires para el otro lado” Yo muy obediente lo hago y me encuentro con el Monitor cardiaco y me fijo como se está moviendo todo y entonces pienso: ¿Cuál será el que mide mi respiración, si está agitada o lenta? Y la respuesta fue hacer la prueba. Empecé a respirar como si estuviera corriendo y uno de aquellos medidores empezó a acelerarse, luego respiré muy lentamente, incluso conteniendo la respiración, y aquel medidor bajó su intensidad. Dicen que la curiosidad mata al gato, compruebo que en ese momento todos están a sus cosas y yo sigo practicando con el monitor y… Lo siguiente que recuerdo es que me levantaba del sillón y le decía a mi amigo Carlos, ¿nos vamos? Sí, había pasado todo, unos 45 minutos. Me había quedado dormido durante toda la prueba, posiblemente por la dosis que me suministraron y por hiperventilarme a mí mismo.

Llegué a casa, me metí en la cama tras desnudarme porque me encontraba agotado y me dolía la garganta (dolor provocado, posiblemente por el tubo al entrar por la garganta) y decidí dormir un rato. Al despertar sólo me acordaba de que había dicho a mi amigo que si nos íbamos y que me apoyé a su hombro porque me mareaba. Le tuve que llamar para que me contara todo y riéndose me relató que parecía un borracho, que no se me entendía nada de lo que hablaba y que me repetía como un loro, incluso que una señora que estaba esperando allí me preguntó algo y yo le conté una batalla que nada tenía que ver con lo preguntado.

En fin, una prueba que aun sabiendo que es muy dura, a mí, por lo menos me resultó muy llevadera. Por eso mi consejo de hoy, es que no os fiéis de lo que os diga nadie, sobre sus experiencias en una u otra prueba. Cada uno somos un mundo, pero tenemos la mala costumbre de preguntar a amigos, familiares, etc, lo que sintieron cuando les hicieron tal o cual prueba. Reconozco que yo soy de esos que pregunta siempre, y cada vez me doy cuenta que no debo de hacerlo. Lo repito, lo mejor es ir tranquilo y dejarse en manos de los profesionales. Eso sí, si es por sedación, antes de que vayan a intervenir, si queréis quedaros dormidos, intentar hiperventilaros, igual, como me sucedió a mí, entras en un profundo y agradable sueño y no te enteras de nada. J

Hasta mañana, feliz día.

sábado, 22 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO IV)

                    CAPITULO IV

             VOLVER A EMPEZAR

           Pasado ese día 4 de Enero, tuve unos días de relax, aunque la intriga de que podría tener o no me carcomía un poco, pero sólo un poco, pues la verdad que en esos días estuve bastante entretenido con mi vida diaria, y eso también es muy importante y aconsejo a todo el mundo: Cuando se esté pasando un mal momento, sea cual sea y no se vea una salida, lo mejor es desconectar, aunque no olvidar, pues el problema seguirá ahí, pero se debe intentar buscar alternativas que te mantengan entretenido y sin tener que estar pensando tanto. Ayuda, os lo aseguro y aunque cuesta, que también es entendible, hay que sacar coraje, que en nuestro interior se alberga más que lo que muchas veces pensamos.

A mediados de Enero tuve cita con el Neumólogo y ahí comenzó una nueva batalla. Si por una parte ya estaba concienciado con operarme del oído, ahora tenía que empezar a pensar que dicha operación tal vez se tendría que posponer. Comenzaba una nueva carrera por el interior de mi cuerpo, nuevas pruebas médicas: otro tipo de análisis, nuevas radiografías, pruebas de respiración, Broncoscopia con biopsia incluida, electro cardiograma y una de las pruebas más desagradables: El Pet – Tac

Sinceramente había momentos en que deseaba tirar la toalla, pero luego me serenaba, y meditaba sobre todo lo que me estaba sucediendo. Pasaba de estados de cabreo a otros de euforia, creando en mi mente, sin dejar de ser consciente de la realidad,  las imágenes de una película en la que no deseaba estar, pero estaba.

            Otro punto fundamental cuando uno está enfermo, decaído y por la circunstancia que sea, no ve salida a un problema que considera serio, es abrirse a la familia, los amigos o la pareja. Súper importante.

            Hay personas que cuando les acecha una enfermedad determinada, se encierran en su coraza y no dicen nada a nadie. Se tragan el problema y lo digieren ellos solos. Sé de lo que hablo, yo he sido de esos. No me gusta compartir mis problemas, solo mis alegrías, pero como bien me han dicho más de un amigo, al decirles mis motivos, han argumentado: “Los amigos, la pareja, la familia, no están simplemente para los buenos momentos, sino para cuando de verdad se necesita apoyo” Y joder, y disculpad el taco, cuando uno se ve ante tantas pruebas y tanta incertidumbre, cuanto se necesita un hombro, una mano amiga, una persona en quien puedas apoyarte por unos instantes. Y que alivio se percibe al ver a esa o esas personas que con una simple mirada, un gesto, unas palabras, te reconfortan para seguir luchando.

            Antes de seguir con la historia, por favor, recordad, si estáis mal, si sufrís, no encadenéis ese malestar y ese sufrimiento a vuestro cuerpo, dejad que fluya, y sed positivos. Todo tiene un porque, aunque en ese momento no lo veamos, ni lo sintamos.

            Mañana os contaré mi experiencia con la Broncoscopia y la biopsia. No, no hablaré de nada desagradable, no es mi intención en estos escritos.

            Feliz día para todos.

viernes, 21 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO III)


                           CAPÍTULO III

                  DÍA 4 DE ENERO (BIS)

            Dejé esta parte de la historia, para hoy,  porque en realidad la situación resultó tan surrealista, que la recuerdo como cómica. Aunque una mierda ¡Qué mal lo pasé!

            Llegué a casa, el dolor de todo el cuerpo se había centrado en un solo sitio, la nalga derecha. No sé qué me inyectaron, pero aquello ardía como si me hubieran marcado con un hierro candente.

            Decidí darme una ducha y comer algo, lo que pude tragar, porque me sentía muy flojo. Con el estómago medio complacido me dirigí a la habitación, me desprendí del albornoz y me introduje bajo el edredón, no sin antes poner la televisión. Sí, curiosamente no conecté el ordenador, no estaba para leer y mucho menos para intentar conversar o mantener un debate por Facebook, como en tantas ocasiones hago.

            Veía la televisión sin verla, la escuchaba sin hacer caso de lo que se decía, simplemente era una compañera en la soledad de la habitación, pero estaba bien, feliz, descansando y sin dolores, bueno, la nalga continuaba sufriendo el líquido inyectado. En algún momento determinado me quedé dormido y serían sobre las siete de la tarde cuando comenzó lo insospechado.

            Me desperté temblando, pensé que la calefacción se había apagado, pero no, estaba ardiendo; de pronto los temblores dieron paso a espasmos lo que provocaba dar botes bajo el edredón, edredón que se fue al carajo al poco rato de los golpes que le estaba propinando con las piernas. Sí, era como la niña del exorcista, sólo me faltaba decir aquello de: “¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?” en vez de esa frase busqué el móvil para llamar a urgencias, pues estaba solo en casa, como el de la peli, pero sin poder hacer picias. Y ocurrió entonces que el móvil también parecía poseído, iba de un lado al otro de la cama y yo intentando atraparlo. Menos mal que el número de urgencia es el primero que tengo en la agenda. Llamo, espero, se pone una “dulce voz de mujer”

            -Urgencias, ¿dígame?

            -Verá, me he despertado y no sé qué me está pasando, pero no puedo controlar mi cuerpo, estoy dando botes encima de la cama - Todo eso con la voz temblorosa

            - ¿Está usted sólo?

            - No, estoy con la Orquesta Nacional y el Orfeón Donostiarra – Me dieron ganas de contestarla. Pues claro que estaba solo, sin poder sujetar el móvil y la voz quebrada. Por el contrario la contesté: “Sí, y le aseguro que me encuentro muy mal”

            - No le escucho muy bien, ¿tiene poca cobertura?

            - No señorita, es que el móvil está saltando de un lado para otro porque no puedo sujetarlo.

            - Está bien, tómese la temperatura.

            Odisea con el termómetro, menos mal que tengo uno en la mesilla de la habitación y menos mal que es de esos electrónicos. Consigo darle al pulsador, me lo pongo, suenan los pitidos y tras retirarlo miro la temperatura: 40,8 oC

            - Tengo 40,8 oC

            - Pues tiene usted un poco de fiebre - ¡Un poco!, ¡pero bueno, ¿cuánto es mucho para esa mujer?! – Tómese un Ibuprofeno y si en tres horas no le baja la temperatura, nos vuelve a llamar. En estos momentos no puede acudir nadie a su domicilio porque estamos colapsados – “Tres horas” –  Pensé mientras me tomaba el Ibuprofeno a pelo y sin agua, porque no era capaz de levantarme. Si tengo que estar tres horas con más de 40 grados de fiebre, sería un auténtico espécimen a tratar.

            Afortunadamente fue media hora mientras la pastillita mágica hizo su efecto. Media hora botando en la cama y sujetando el edredón como podía con las manos para que no volviera a salir volando. Por fin la agonía terminó y destrozado, agotado, molido, como si hubiera estado combatiendo en lucha libre con un ser invisible, me quedé dormido.

            Pasado el día, descubrí que en Madrid en efecto, ese fin de semana, estaba todo colapsado por los casos graves de gripe que estaba asolando la ciudad y toda España. Y  yo había superado la crisis, como un campeón J

            Una cosa muy importante que sí aprendí, es que si un día sentís esos síntomas y tras tomaros la temperatura veis que está subiendo a gran velocidad, Ibuprofeno para adentro, no es publicidad, os lo aseguro, es mano de santo. No me preguntéis que santo, pero lo es.

          Hasta mañana que continuaremos esta batalla campal.

 

 

 

jueves, 20 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO II)


                         CAPITULO II

                        EL 4  DE ENERO

           Ayer nos quedamos en la última prueba, la del 4 de Enero. Como os decía, ese día no lo olvidaré tan fácilmente por muchas razones.

Unos días antes, como tanta gente en invierno, pillé una gripe de campeonato, hasta el límite que el día de Noche Vieja, y tras tomar las uvas en casa de un amigo, donde nos reunimos varios para cenar y pasar la noche, me tuve que retirar sobre las 2 de la mañana del agotamiento que sentía. Pasaría los días siguiente en cama hasta llegar el día 4, que por narices tenía que acudir al hospital para el Tac.

Recuerdo que me levanté muy pronto, sobre las 7 de la mañana, desayuné y me tomé un ibuprofeno, porque el malestar que tenía, os lo aseguro, era indescriptible, y os prometo que aguanto muy bien el dolor. Piernas, lumbares, brazos… Resultaban a mi cuerpo ajenos, no me dejaban apenas moverme, y dos o tres pasos, eran el equivalente a una carrera de 110 metros vallas.

Tomando valor salí de casa, os prometo que desde la puerta de mi casa a la boca de metro, no habrá más de 400 metros, me detuve para descansar y respirar unas 4 veces y cada una de ellas diciendo: “Me vuelvo a casa y pido cita para otro día”, pero automáticamente respondía: “No, hay que ir, si ellos trabajan un sábado para hacerme una prueba a mí, no seré yo quien no acuda” Y lo conseguí, cuando entré y la enfermera me vio el careto lo primero que dijo: “¿Qué te pasa chico?” Me gustó lo de chico, cuando ella era mucho más joven que yo. Le comenté más o menos lo que pasaba y me dijo, cuando terminemos con el Tac, te llevo a urgencia.

Mientras estaba en el Tac, en lo único que pensaba era en que urgencia quedaba a la otra parte del hospital y que a no ser que me pusieran una silla de ruedas, yo no llegaría vivo. Una vez más me confundí, los hospitales son una caja de sorpresas. Me manda vestirme y me dice: “Vamos, te acompaño a urgencias” y yo “Despacio, que no puedo ir muy deprisa” me mira, sonríe y abre una puerta pulsando en un lateral, un pasillo de no más de dos metros y aprieta otro pulsador y tras pasar me encuentro en urgencias. La miro, ella me mira y me dice: “Los secretos de un hospital” No me cuestioné  nada, simplemente se lo agradecí y me dispuse a dejarme quitar  los dolores. Y lo hicieron, tras varias pequeñas pruebas, me pusieron una inyección que me dejaron la nalga derecha dolorida por horas, pero oye, mano de santo, se fueron los dolores.

Por fin ya en la calle, respiro profundamente y decido regresar lo más rápido posible a casa, no fuera que los efectos de la inyección se pasaran antes de estar de nuevo en la cama. Saco un cigarrillo y… Magia. Al darle la primera calada, me sabe a demonios, lo mismo que la noche anterior cuando intenté fumar el último de la noche. Miré el cigarrillo, lo tiré al suelo, sonreí y me dije para mis adentros: “Creo que es el momento de dejar de fumar”. Ni siquiera saqué el cigarrillo electrónico que un par de semanas antes había comprado para ir bajando la dosis de los cigarros convencionales.

Pero el día no terminó con la vuelta a casa y el descanso merecido, no, que va, pero como este post se alarga, lo dejo para mañana.

Hasta mañana a todos. Un fuerte abrazo.