lunes, 24 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO VI)


     CAPÍTULO VI
POR FIN LLEGÓ LA ÚLTIMA PRUEBA

Y tras la broncoscopia y pasados unos días, llegó la última prueba, el Pet – Tac.

El Pet – Tac, para que os familiaricéis con él, es como un Tac pero de alta resolución. El aparato es prácticamente igual, en apariencia externa, pero no interna. La diferencia reside, también,  en que el departamento al que acude el paciente es Medicina Nuclear, y si suena fuerte cuando se lee o se escucha, más lo es cuando acudes a la zona en concreto.

El departamento de Medicina Nuclear al que yo acudí, se encuentra detrás de la FJD y está situado en el Hospital Clínico San Carlos. Sus dependencias se hayan en el sótano donde debes recorrer un largo pasillo, prácticamente ausente de personal en todo el  trayecto (La imaginación vuela por unos segundos, tras haberte quedado con la palabra: Nuclear. Pero que vuestra imaginación no vuele demasiado, no van con trajes especiales ni nada por el estilo J) Te guías por las señales, entras en la sala y cuando se presentas con tu parte y te sientas, observas el entorno. En un principio es una sala de estar como otra cualquiera, pero enseguida ves un cartel que dice: SALA DE NO INYECTADOS y más adelante marcado por una flecha: SALA DE INYECTADOS. Sinceramente, a mí eso me dio muy mal rollito, pero respiras profundamente, asistes a la consulta de una especialista y luego pasas a esa otra zona donde te mandan desnudarte y ponerte un pijama y a continuación, en un sillón muy cómodo te preparan para inyectarte, a vena,  una serie de productos, entre ellos que yo recuerde: Suero, Contraste y un componente radioactivo. Se te queda el brazo completamente congelado y en esa sala, donde estás tú solo, te quedas durante una hora sin leer, sin escuchar música, sin hacen nada de nada; simplemente con el cuidado de las enfermeras que pasan de vez en cuando para saber si estás bien y claro está, arropado por una manta, porque el frío es bestial. Tras la hora, pasas a la sala donde está la máquina y el frío aún es mayor, te tumbas te dan una serie de órdenes, te mandan poner los brazos por detrás de la cabeza y tras colocarte de nuevo una manta, empieza la exploración. Unos 35 a 40 minutos. Una gran parte del tiempo lo tienes que hacer con los ojos cerrados, por los rayos que recorren tu cuerpo. (La foto que he elegido, es muy precisa en ese tema)

Luego te informan que estás contaminado de radioactividad, llegué a pensar que en cualquier momento me volvería verde como Hull, pero afortunadamente no sucedió, lo que si tienes que tener es sumo cuidado durante unas tres horas de no estar un tiempo prolongado junto a: chicas jóvenes, embarazadas y niños menores de 14 años. Así que yo me fui pitando para casa, para cumplir bien con el cometido. También, durante ocho horas, cada vez que vas al servicio a orinar, hay que hacerlo sentado, limpiarte bien con papel y tirar dos veces de la cisterna. Todo un protocolo para no contaminar.

La prueba te deja bastante agotado, o tal vez fue a mí por varias razones: Había dormido poco. Desde las 11 de la noche no había comido nada y cuando salí de allí eran más de las 6 de la tarde. Mi vientre sólo contenía agua, agua en abundancia que es lo que te piden que bebas para luego poder orinar en cantidades industriales. Y que alguno de los productos que me inyectaron, me provocó una bajada de tensión bastante fuerte, que recuperé enseguida con un vaso de agua, por supuesto.

Feliz y veloz regresé a casa, devoré casi todo lo que tenía en el frigorífico y me quedé dormido como un bendito. Ya estaban todas las pruebas efectuadas, ahora quedaba saber los resultados.

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