Carmen y
León, los protagonistas de mi nueva novela erótica “Al filo de la Pasión” os
quieren felicitar el nuevo año con una de sus aventuras. Historia NO incluida
en la novela, es exclusiva para el blog.
EL
GEMELO
Marcaban las
diez menos cuarto de la noche en el reloj de León, cuando éste abría la puerta
del caserón donde junto a otras parejas, celebraría la Noche Vieja con Carmen.
Ésta le dispensó, como siempre, una sonrisa cómplice. Carmen disfrutaba con los
pequeños detalles de atención que le dispensaba León.
Al traspasar
las puertas un chico con camisa blanca, chaleco, pantalón y pajarita negra, se
acercó a ellos con un libro de tapas de piel marrón, entre las manos.
- Bienvenidos. Me imagino que tienen
ustedes reserva.
- Sí – Asintió con una tremenda
sonrisa León – León y Carmen
El chico miró la lista y afirmó con
la cabeza. Les acompañó hasta la zona reservada para el guardarropa y se
despidió. León tomó el abrigo de lana, en color vino, de Carmen y se lo entregó
a la chica para que lo guardara; seguidamente se quitó el suyo. Carmen le
observó por unos segundos: En aquella perfecta anatomía de la que León estaba
dotado, el traje negro azabache, con la camisa en azul celeste y la pajarita en
el mismo tono del traje, despertaba en ella instintos lascivos, y más cuando la
sonreía. Estaba arrebatadoramente sensual. No terminaba de acostumbrarse a las
feromonas que revoloteaban alrededor de él. Era puro magnetismo. Pura
sexualidad hecha hombre. León se sintió observado y la guiñó el ojo derecho
mientras en un gesto fugaz, besaba sus labios. Carmen se estremeció y él
sonrió. Le encantaba seducirla. Carmen le ofrecía todo lo que él soñara en su
día en una mujer y esa noche, con su vestido vaporoso en blanco roto, escote en
uve que hacía resaltar sus hermosos senos y largo hasta los pies, donde se
descubrían en una generosa abertura desde la rodilla, en el lado derecho, parte
de sus perfectas piernas. Suspiró al mirarla de nuevo a los ojos y acarició
aquella melena negra que había decidido llevar suelta, cayendo por sus hombros.
La chica les entregó las chapas con los números de las perchas y León se las
entregó a Carmen para que las guardara en el pequeño bolso negro que hacía
juego con los zapatos de tacón de aguja que lucían sus pies.
La chica del guardarropa les informó
que la cena se serviría en la planta superior. León sonrió y se retiraron. León tomó
de la mano a Carmen y caminaron por la alfombra roja, que les llevaba hasta las
escaleras que se encontraban frente a ellos. La observó y ella sonrió.
- Me la pones dura, lo sabes,
¿verdad?
- No seas ordinario. Estamos en un
local muy especial.
- Me da igual, me la pones muy dura
y soy capaz de gritarlo.
- ¡Por favor, León!
Lanzó una carcajada y ella no pudo
evitar reírse.
- Estás loco. Muy loco.
- Pero eso te gusta de mí – Frunció
el ceño.
- Te amo – Suspiró – Eres lo más
importante en mi vida.
- Más te vale. Soy muy celoso –
Levantó la mano que sujetaba con la suya y la besó.
Varias
parejas se cruzaron con ellos, subiendo o bajando las escaleras de mármol que
quedaban en el centro del inmenso hall. Escalinata que terminaba en un
descansillo en la zona alta y en cuya pared frontal un inmenso espejo les
reflejaba al subir el último escalón. El pasillo se abría a derecha e
izquierda, y tanto a un lado como al otro, las paredes estaban cubiertas con
cuadros de temática erótica campestres. Los que bajaban sujetaban en sus manos
copas de cava y saludaban al pasar ante ellos.
Algunas
mujeres más que andar parecían flotar en sus largos y livianos vestidos. Carmen
y León, formaban una de esas parejas espectaculares, donde tanto las mujeres
como los hombres se volvían a su paso dispensándose palabras susurrantes los
unos a los otros. Todo aquel ritual, bien medido por el ambiente provocado,
excitaba por igual a Carmen y León. Se miraban y mientras Carmen se humedecía
sensualmente los labios, León dejaba salir el aire de sus pulmones de forma
suave por sus fosas nasales, mientras entrecerraba los ojos. Carmen sabía que
tenía a su amante, como le gustaba llamarle en aquellas situaciones morbosas, a
cien, y que esa noche podría hacer con él lo que deseara, o… No debía
aventurarse, pues León bien la había demostrado y desmontado muchos de los
planes que ella tenía, por los suyos propios. Ella reconocía que era una mujer ardiente pero León además de ardiente, le
devoraba la pasión.
León miró al espejo y sonrió a la
Carmen que en él se reflejaba, ella movió la cabeza de lado a lado
devolviéndole el gesto. Un chico uniformado con chaleco, pantalón, pajarita
negra y camisa blanca se acercó a ellos con una bandeja con copas de cava, León
tomó una de ellas y se la entregó a Carmen, luego cogió otra para él y con un ligero movimiento de cabeza, dio las
gracias al camarero. Caminaron sin hablar, observando cuanto a su alrededor
sucedía.
Carmen le había comentado unas
semanas antes el acontecimiento que se celebraba en una finca a las afueras de
Paris, y tras realizar algunas preguntas,
a él le atrajo la idea. Una despedida de año sólo para parejas
liberales. Lo que descubrió con aquellas preguntas, es que se podían poner
límites y él estaba dispuesto a marcarlos si fuera preciso, aunque junto a
Carmen, en una situación excitante, nunca sabía cómo iba a reaccionar.
El sonido casi mágico de unas
campanas alertó a todos los que estaban en la planta de abajo o en las
escaleras, que la hora de la cena había llegado. Un chico se acercó a ellos y
les invitó a entrar en el gran salón. Accedieron a él por dos grandes puertas.
Una estancia con paredes limpias de todo adorno en tono salmón y fuertemente
iluminada con lámparas de cristal. La mesa estaba dispuesta en forma de U y los
comensales se sentaban al lado exterior. La anchura de la U era suficiente para entrar dos camareros y no
molestarse entre ellos. El uno serviría a un lado y al frente y el otro lo haría
al opuesto y al frente en el plato siguiente.
Los entrantes estuvieron marcados
por el marisco en todas sus variantes:
- Ostras
sobre cama de hielo picado y limón
- Cigalas
grillo a la plancha cubiertas en cebolla confitada
- Conchas
finas templadas a las finas hierbas y bañadas en albariño
- Cóctel de
langostinos y otros frutos del mar sobre cama crujiente
Para el
principal se podía elegir entre:
- Lubina
salvaje a la espalda con salsa cremosa de trufa y setas.
- Cochinillo
segoviano asado en su propia salsa
Los postres:
- Profiteroles
rellenos de crema pastelera y cubiertos de chocolate bombón caliente
-
Degustación de tartas variadas
- Frutas de
temporada bañadas en ron negro
La cena
comenzó de forma natural. Carmen y León se presentaron a las pajeras que
tendrían ambos a su lado y conversaron con ellos entre plato y plato. En el ambiente sonaba música clásica variada y a la altura
perfecta para que nadie tuviera que levantar la voz más de lo deseado.
León tomó una de las conchas finas y miró a
Carmen, ésta negó con la cabeza pero él con una gran sonrisa acercó el molusco hasta la boca de ella. Carmen se
resignó y abrió la boca recibiendo el delicioso manjar. León afirmó con la cabeza
sintiéndose complacido, tomó una segunda y cuando Carmen ya tenía parcialmente
la boca abierta, giró la mano y la comió él. Carmen le miró desconcertada y él
volvió a sonreír.
- Lo siento, me lo he pensado mejor,
es que están muy ricas y tú no has tenido el detalle de ofrecerme una de las
tuyas.
- Eres…
La chica que se sentaba a la derecha de
León se sonrió y en un alarde de decisión cogió una de las suyas y se la
ofreció a León. León la aceptó.
- Muchas gracias – comentó tras
degustarla - ¿Ves? – Se dirigió a Carmen – Lana sí sabe cuidar de un hombre.
- De un chico como tú cuidaría toda
la vida – Comentó Lana, que tendría más o menos unos treinta y cinco años, como
Carmen.
- Cuidado, que tu hombre se puede
poner celoso.
- No. No somos celosos.
- Eso es bueno. Yo siempre se lo digo a Carmen.
Que aunque es poco, es algo celosa y eso no es bueno.
Carmen le propinó un puntapié que
sorprendió a León.
- No le hagas caso Lana, nunca he
sido celosa. A León le encanta provocarme y no mide el lugar donde lo hace.
- Yo soy un chico bueno.
- ¡Ya! – Asentó Lana – No lo dudo,
no te conozco pero estoy convencido que Carmen no se tiene que aburrir contigo.
- No – León movió la cabeza de un
lado a otro – Soy un chico bueno y además muy divertido y…
- No le des coba Lana, que enseguida
te saca toda la lista de cualidades, incluso las que aún no tiene.
- Mi novia no me entiende Lana.
Acepto el que tú me cuides.
Lana contuvo la risa en la
servilleta que en ese momento se había llevado a la boca para limpiarse – Lo
tendré que consultar con Trésor
- Trésor – Repitió León – Me gusta
ese nombre – Y miró a la pareja de Lana.
- Conmigo no te valen esas
estrategias chaval. Soy perro viejo y tú demasiado joven.
- Tu marido es muy serio – Le
comentó a Lana en voz baja.
- ¿Siempre es así? – Preguntó Lana a
Carmen.
- No – Contestó tras terminar de
comer un langostino del cóctel – Es muy responsable y serio, pero es muy
juguetón cuando le dan alas.
León se dio cuenta que los demás
comensales estaban imitando la ocurrencia que había tenido con Carmen cuando le
ofreció la concha fina y sonrió. Miró a Carmen.
- Mira, están pasándose la comida de
unos a otros, como yo hice contigo. He implantado una moda.
- Sí, creo que has abierto la veda
antes de tiempo – Le susurró Carmen al oído – Han empezado los flirteos y no
sólo entre la propia pareja.
- Pues espero que no me multen por
adelantarme al juego. Yo sólo lo he hecho contigo, porque te quiero ver bien
alimentada.
- Sigamos cenando – Puso una de sus
manos sobre la de León – Ya habrá tiempo para todo. Te amo.
- No me lo digas, demuéstramelo.
Carmen cerró los ojos y dirigió sus
labios hacia los de León. Los labios no se limitaron a quedar cerrados y
fundirse en un beso sutil, no, tanto los de él como los de ella se abrieron y se
dejaron llevar por uno de aquellos besos donde se lo ofrecían todo. Los pezones
de Carmen al momento se pudieron tan duros como el pene de León.
- Gracia – Susurró León cuando
comenzaron a separar sus bocas.
- ¿Por qué?
- Por ser la mejor. Yo también te
amo.
León comenzó a degustar el
Cochinillo que le habían puesto en el plato y Carmen la Lubina. León creyó
conveniente no seguir jugando durante el resto de la cena, pues se percató,
mientras daba buena cuenta de aquella carne deliciosa y perfectamente
preparada, de que muchos de los asistentes les observaban. No, ante todo no
quería dejar mal a Carmen. Ésta se dio cuenta del cambio tan radical de su
chico y le observó, León giró con suavidad la cabeza hacia ella y esbozó una
dulce sonrisa.
- No dejes de ser León, nunca. Es
por lo que te amo, por ese combinado tan perfecto de locura y seriedad. Esa
explosión de improvisación que tienes, y de saber estar cuando es preciso.
- Seguiré siendo yo mismo – La
contestó con un bocado de cochinillo en la boca.
- ¡Guarro! Con la boca llena no se
habla.
- Es que soy un León. Necesito tener
la boca siempre llena y si no te puedo besar…
- Ya llegará ese momento. Terminemos
de cenar.
Así lo hicieron o debería decir que
hasta que llegaron los postres, porque León, por muy serio que quiso estar, no
se contuvo cuando llegaron los profiteroles que había pedido Carmen. La miró
cuando se llevaba uno a la boca y ella intuyó lo que estaba pasando por su
cabeza y negó. León levantó la ceja derecha y ella volvió a negar. León resopló
y Carmen sonrió para sus adentros. Él se llevó a la boca un trozo de fruta y
masticó refunfuñando, de soslayo observó como Carmen no cortaba uno de sus profiteroles
y le miró con ojos de deseo. León lanzó el aire por las fosas nasales mientras
como si fuese a cámara lenta contemplaba como aquel profiterol llegaba hasta la
boca carnosa y deseada de Carmen. Apenas el dulce tocó aquellos labios rojos, León
colocó una de sus manos alrededor del cuello de Carmen y la acercó hacia él.
Las bocas se unieron y el profiterol fue degustado por ambos, en un beso tan
apasionado que silenció a todo el comedor.
Tras la cena los camareros
informaron a los presentes que las copas
se servirían en el salón de baile. Poco a poco fueron levantándose y mientras
se dirigían al salón indicado, entre los concurrentes comenzaron las
conversaciones. Algo que les resultaba curioso a la mayoría, es que nadie se
había presentado como anfitrión o creador de aquel último evento del año. Todos habían recibido
la invitación como años atrás. Algunos
ya se conocían, otros por el contrario era la primera vez que se veían.
El salón contaba con un escenario donde
el grupo contratado estaban tocando los primeros temas lentos, al lateral
derecho se disponía una amplia barra de bar con tres camareros tras ella y
repartidas por el resto de la estancia sillas y pequeña mesas individuales.
Carmen y León se acercaron a la barra y pidieron dos copas de cava.
- ¿Hay alguna tradición en esta
fiesta que tenga que saber?
- Sí, hay una, casi al final del
baile, pero mejor será que te sorprendan como me hicieron a mí la vez que me
iniciaron.
- ¿Iniciación?
- Es una forma de denominar la
entrada a esta fiesta. Una vez que acudes por primera vez, ya serás invitado
todos los años. En ti estará el que vuelvas o no. Sólo hay una regla, no puedes coincidir con tu pareja en la resolución del juego – Le sonrió y le besó en los labios – Yo no había aceptado
la invitación hasta este año.
- Así que soy un iniciado y suceda lo que suceda, no puedo coincidir contigo al final de toda esa historia. ¿Es eso lo que me quieres
decir?
- Sí. No es tan difícil de entender
– Le respondió mientras se llevaba la copa a los labios.
- Pues lo considero una total
estupidez, pero vale, respetaré las reglas. Ahora – Sonrió – Nunca más, pues no
pienso separarme de ti jamás.
- Te quiero. ¿Bailamos?
Dejaron las copas sobre una de las
pequeñas mesas y entraron en la pista donde ya había varias parejas bailando un
pasodoble. Cada determinados temas salían de la pista para refrescar sus
gargantas y descansar. En uno de esos momentos dejaron el salón y caminaron por
el largo pasillo de aquella planta superior. León observaba aquellas escenas
campestres y las puertas que se encontraban cerradas. Veinte puertas cerradas
además de la del salón comedor y de baile. Frunció el ceño y miró a Carmen.
- Son parte de las habitaciones, en
la zona inferior hay otras tantas.
- Me despierta curiosidad esta
casona. No es un hotel porque carece de recepción, no nos ha recibido nadie,
por lo que entiendo que los dueños quieren pasar desapercibidos…
- No preguntes lo que no es
necesario saber – Le interrumpió – ¿Lo estás pasando bien, hasta el momento?
- Sí.
- Eso es suficiente.
Una vez más León percibió la mirada
de muchas de las mujeres con las que se encontraban a su paso, y más al entrar
de nuevo en el salón de baile. A todas las dispensaba una sonrisa. Una chica le
arrebató del lado de Carmen y le internó en la pista donde en ese momento estaban
haciendo una rueda de baile. León pasaba de unas manos femeninas a otras como
si fuera un muñeco que todas desearan quedarse, pero la voz del cantante no
permitía, provocando los cambios constantes de pareja. En uno de esos giros vio a Carmen
sonriendo fuera de la pista, acertó a estirar el brazo y tomándola por la mano,
la incluyó en aquel laberinto de giros, pasos, saltos y cambios de compañero de
baile. La pieza terminó con León frente
a Carmen. Los dos agotados, los dos sudando por la frente, los dos con los ojos
llenos de felicidad y en ese momento el ambiente se hizo más íntimo. La luz del
salón descendió y en la voz del cantante comenzaron a sonar las primeras
palabras del “Thinking Out Loud” y León tras limpiar el sudor de la frente de Carmen con el pañuelo y guardarlo, se relajó, tomó la cintura de
Carmen y su mano para emprender un nuevo baile. Una vez más los dos se dejaron llevar por la
música, por la letra del tema, por la voz de intérprete y a la vez olvidándose
del mundo existente ante ellos.
Los dos se
dejaron llevar como si aquella pista de baile no existiera, y donde sus cuerpos
parecían ser elevados por alas mágicas
invisibles. Donde León contempló a Carmen en toda su belleza y esplendor, como una diosa hecha mujer ante sus ojos.
Los dos se
dejaron llevar por las caricias que sus manos proporcionaban la una a la otra,
mientras sus pies parecían flotar sobre aquel suelo rígido.
Sus miradas
de nuevo hablaban de amor, como la canción sugería. Un amor eterno pasaran los
años que pasasen, y a ninguno de los dos se le ocurrió pensar en voz alta, pues
era el silencio de sus voces quienes más les arrullaba.
Se
deslizaron por la pista como aves en el paraíso, mientras Carmen sonreía al
desear que León la besara, como la letra de la canción invitaba, bajo la luz de
millares de estrellas, mientras tomándola entre sus amorosos brazos él
descubriera como latía su corazón por amor. Cada vez estaba más enamorada de
aquel maravilloso joven al que veía como el hombre soñado, porque la complacía
en todo lo que ella precisaba y sobre todas las cosas, la hacía reír y sentirse
viva.
La magia en
la pista se rompió al encenderse de nuevo las luces y donde en el centro del
escenario apareció un hombre con traje blanco y camisa negra.
- Señoras y
señores, estamos a punto de entrar en la media noche y tras el brindis y
recibir al nuevo año, como es tradición, llegará el juego del gemelo. Como sé
que cada año nuevas personas se incorporan a esta tradicional fiesta de fin de
año, les explicaré en que consiste: Los caballeros deberán dejar uno de sus
gemelos en la caja que se encuentra aquí delante de ustedes, tras el brindis y las
felicitaciones, las mujeres irán retirando uno de los gemelos, buscara al
propietario del mismo y ambos se retirarán, pudiendo elegir entre irse a una de
las habitaciones, pasear por los jardines o lo que decidan. Todas las puertas desde este
momento, tanto las de esta planta como las de la inferior, tienen ya puesta la
llave por fuera. Les deseo una buena entrada en el nuevo año 2015.
León miró a
Carmen con sorpresa.
- Sí, ese es el colofón de la
fiesta. Si te parece esperamos al brindis y nos vamos.
- No. Yo quiero jugar – Comentó León
– Introduciré mi gemelo y veremos que nos depara el destino.
Carmen bajo la cabeza y suspiró – No
me apetece jugar, León – Levantó el rostro y le besó en los labios – Ya te
tengo a ti, no necesito nada más.
- Entonces… ¿Para qué me has traído
a esta fiesta si conocías el desenlace?
- No es obligación que las parejas
terminen… Ya lo has escuchado, pero…
- Pero me provoca mucho morbo – La
miró fijamente a los ojos – Comencemos el año con nuevas sorpresas. Tengo el
presentimiento que vas a disfrutar mucho más que yo.
- Lo dudo, pero si otras veces has
accedido a algunos de mis caprichos, no voy a decirte que no – Lanzó un fuerte
suspiro – Lo haremos.
- ¡Bien! – La sonrió y tomándola suavemente por las mejillas, la besó con descaro - Te amo.
León la miro de soslayo mientras se
quitaba uno de los gemelos y caminaba hacia la caja de madera, donde ya otros
hombres habían depositado el objeto en cuestión. Mientras colocaba su mano sobre
la caja giró su cabeza hacia atrás, buscando la presencia de Carmen, recordando
la ocasión en que le había ordenado
participar en una orgía, ahora, ahora era él quien la estaba poniendo en
la cuerda floja, en una situación muy distinta. Vio como su amada recogía las
dos copas de cava. Cerró los ojos, suspiró y abrió la mano sobre la caja.
Regresó y Carmen le ofreció una de las copas. Un gran telón rojo se descorrió
al fondo del escenario apareciendo un gigantesco reloj. Los últimos segundos
para dar la media noche fueron vitoreados por todos y tras juntarse las dos
manecillas y sonar las doce campanadas, la música estalló en el salón. Se
felicitaron los unos a los otros, mientras las copas se vaciaban.
Una campanada provocó que una mujer
se acercara a la caja de madera y retirase uno de los gemelos, lo observó y
buscó a su dueño, así fueron desfilando todas. León miraba la escena que se
estaba provocando en el salón con inquietud e intriga. Cuando una de aquellas
mujeres encontraba al poseedor del otro gemelo, ambos salían de la estancia.
Carmen decidió ser la última y percibió como el corazón de León se agitaba a
medida que el salón se vaciaba, cuando en él sólo se encontraron ellos dos,
Carmen miró a León. León se encogió de hombros. Carmen no se podía creer que el
destino la uniera incluso en aquel juego sexual a León. León la dispensó una
sonrisa pícara y la invitó a recoger el gemelo, Carmen así lo hizo, caminó
hacia la caja y de vez en cuando miraba hacia atrás donde León esperaba con los
brazos cruzados al pecho y erguido, mostrando el puño de la manga donde faltaba
su gemelo. Carmen introdujo la mano en la caja. La movió por todo el fondo. No
había nada, se giró hacia León y éste separó sus brazos y extendiendo una de
sus manos, la abrió. Sobre la palma de la misma estaba el gemelo. Carmen sonrió
y corrió hacia él, León la recibió entre sus brazos.
- Eres un…
- Soy tu hombre.
- ¿Por qué no introdujiste tu gemelo?
- A ti no tengo que explicarte todo
lo que me gusta el sexo y los momentos que hemos vivido juntos, no solos, sino
también con otras personas; pero ante esta situación deseaba saber cómo
reaccionarías. Cada pareja iba a estar separada, algo que nosotros nunca hemos
estado. No, eso no es compartir, eso es dividir – La sonrió – ¿Sorprendida?
- Tú siempre me sorprendes, aunque
en esta ocasión más que sorpresa me has provocado incertidumbre – le besó en
los labios – Nunca dejes de sorprenderme.
- Jamás. ¿Nos vamos a hacer el amor?
Carmen asintió con una sonrisa
plena, y los dos salieron del salón en dirección al coche que les llevaría
casa.
FELIZ AÑO 2015