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jueves, 22 de diciembre de 2016

LA CARTA DE NAVIDAD: RELATO NAVIDEÑO 2017


Queridos Reyes Magos:

          Es la primera vez que os escribo y lo hago porque he cambiado de domicilio, mi nuevo papá me han dicho que en este país  es la costumbre, porque de esa forma me podréis traer aquello que os pida y este año… Este año quiero algo muy especial.

          Aunque mi papá me ha dicho que vosotros lo veis todo, os contaré un poco de mí. Me llamo Samir y tengo seis años. Llegué hace unos meses a España. He sido adoptado por un matrimonio que no tenía hijos y que parecen muy buenos, al menos a mí me tratan muy bien. Son muy cariñosos. Mi nueva mamá , que se llama Marta, está pendiente de que nada me falte y mi nuevo papá, que se llama Alejandro, todo el día está jugando conmigo, cuando llego del colegio.

          Soy muy buen estudiante, ya lo era en mi país y en el campo de refugiados me enseñaron a leer y escribir en español, ya que este país sería mi destino. Aún no conozco todas las palabras, pero cuando dudo alguna, se lo pregunto a mi papá o a mi mamá, porque en el colegio no me gusta molestar, la profe es muy amable, pero somos muchos niños y algunos no paran de gritar y llorar.

          No me gusta ver a la gente gritar y llorar, se sufre mucho con ello y… Yo he  visto mucho dolor en mi país con la guerra y aunque en el campo de refugiados nos cuidaban, no podían hacer más por nosotros, aquello era desolador, desde la mañana a la noche.

           Os contaré un secreto, desde que mis papás murieron y me quedé sólo,  no he dejado de llorar ninguna noche, si, todavía lo hago, porque tengo terribles pesadillas. Procuro que mis nuevos papás no se den cuenta. Me levanto todos los días intentando sonreír y lo primero que hago es darles un gran beso y abrazo. El beso y el abrazo son reales, les quiero porque me cuidan e intentan que sea un niño feliz, pero si vosotros lo veis todo, sabéis que no es así. Por dentro hay algo que no me deja ser feliz de verdad.

          No entiendo por qué existen las guerras. No puedo comprender por qué los hombres se matan los unos a los otros. Nadie me ha explicado por qué he tenido que abandonar mi país y por qué está siendo destruido día a día. ¿Por qué? Han muerto muchos papás y mamás, junto a amigos míos.

          Esas son mis pesadillas y en ella veo monstruos de metal echando fuego por la boca. Las casas  caer sobre las aceras y carreteras aplastando todo lo que se encuentran a su paso. Veo a gente corriendo, llorando, gritando y en el camino sangre y personas que no se levanta del suelo. “Están muertos… Ven al refugio” Me gritó un hombre la primera vez que me agaché para ayudar a que se levantara  una mujer. Mis manos se mancharon de sangre y me desmayé.

          Pero no me quiero poner triste y no quiero que vosotros lo estéis, os cuento todo esto porque aunque sé que vosotros no podéis traer la paz, tal vez sí conozcáis alguna máquina especial para que no vuelva a tener pesadillas. No quiero irme cada noche a la cama y al cerrar los ojos volver a sentir todo aquel dolor. Duele mucho, queridos reyes magos, y quiero ser como los demás niños, como todos los que van a mi colegio, que juegan, ríen, se divierten… Yo lo intento, pero algo en mi cabeza no me deja ser como ellos.       

          -¿Qué haces Samir?

          - Estoy escribiendo la carta a los reyes, como me aconsejaste.

          - ¿Ya has pedido todos los regalos?

          - Lo estaba haciendo ahora, voy a pedir uno para mí y…

          - ¡¿Uno?! ¿Me dejas leer la carta?

          - Claro, eres mi papá.

          - Lo soy, cachorro, lo soy.

          Alejandro le acarició el cabello y tomó entre sus manos el folio, leyó la letra infantil de su hijo y una lágrima asomó en su rostro, intentó disimularla, pero Samir se dio cuenta de ello.

          - ¿He hecho algo malo? – Preguntó con la voz entrecortada.

          - No hijo no, no has hecho nada malo, todo lo contrario, eres un niño maravilloso; el mejor hijo que nunca pensamos tener tu madre y yo. Pero… Nos tenías que haber hablado de tus pesadillas, no es bueno que las tengas…

          - Por eso les he pedido esa máquina, seguro que ellos tienen alguna. Si son mágicos, ellos…

          - Ven aquí – suspiró su padre.

          Le tomó de la mano y llamó a su mujer. Alejandro les mandó sentarse en el sofá: a un lado Marta, en el centro Samir y al otro lado él. Alejandro entregó la carta a Marta y como era de esperar, ésta se emocionó.
- Hijo. ¿Por qué no nos has contado nada?

          - La pregunta ahora no es importante cariño – Intervino Alejandro – Te he llamado porque estoy seguro que vas a estar de acuerdo en lo que le voy a comentar a nuestro hijo, y quiero que siempre que algo nos haga sufrir, lo hablemos entre los tres. Somos una familia – Miró a Samir – Sí hijo, en nuestras vidas faltabas tú, para completar esta familia.

          Estos días, junto a nosotros, has visto las luces de colores, escuchado los villancicos, adornadas las casas y los comercios. Estos días has escuchado a niños gritar de emoción y reír de felicidad. Estos días agarrado de nuestras manos, te ha visto rodeado de cientos de familias yendo al cine o a lugares de entretenimiento, donde todos se podían divertir. Estos días, querido hijo, has conocido al resto de la familia, a los abuelos, hermanos, tíos, primos tanto por parte de Marta, como por la mía. Estos días son los que cada año, al finalizar Diciembre, nos unimos más que nunca en una única familia, aunque soy de los que opino que deberíamos hacerlo más a menudo; pero al menos, tenemos estos días, donde todos podemos soñar, conversar, reír, cantar y ser felices. Y tú, mi querido hijo, no necesitas una máquina para dejar de tener pesadillas, porque para eso estamos tu madre y yo, para darte todo el amor que  perdiste un día, para jugar contigo, como el niño que eres; para que cada noche al acostarte tengas sueños de niño, de un niño feliz.

          Samir, tú madre y yo estamos orgullosos de ti, te queremos como jamás pensamos querer a nadie y deseamos que sientas todo ese amor. Cuando de verdad te des cuenta de ello, las pesadillas dejaran de existir. Sólo el verdadero amor, lo puede todo.

          De los ojos de Alejandro y de los de Marta, brotaron varias lágrimas, Samir se quedó mirándoles muy seriamente, con un dedo de la mano derecha tomó una lágrima del rostro de Marta y con otro de la mano izquierda realizó la misma operación, en el rostro de Alejandro. Observó sus dedos, fijó su mirada en aquellas gotas de agua salada.

          - Son lágrimas de felicidad – Les miró a los dos y sonrió – ¿Sabéis una cosas?

          - ¿El qué, hijo? – Preguntó su madre.

          - Creo que no necesito escribir esa carta a Los Reyes, ya tengo el mejor regalo del mundo: Sois vosotros.

 

          FELIZ NAVIDAD PARA TODOS Y UN VENTUROSO 2017

martes, 30 de diciembre de 2014

EL GEMELO: RELATO EXCLUSIVO PARA EL BLOG DE LOS PERSONAJES DE "AL FILO DE LA PASIÓN"


Carmen y León, los protagonistas de mi nueva novela erótica “Al filo de la Pasión” os quieren felicitar el nuevo año con una de sus aventuras. Historia NO incluida en la novela, es exclusiva para el blog. 

 
                          EL GEMELO

Marcaban las diez menos cuarto de la noche en el reloj de León, cuando éste abría la puerta del caserón donde junto a otras parejas, celebraría la Noche Vieja con Carmen. Ésta le dispensó, como siempre, una sonrisa cómplice. Carmen disfrutaba con los pequeños detalles de atención que le dispensaba León.

Al traspasar las puertas un chico con camisa blanca, chaleco, pantalón y pajarita negra, se acercó a ellos con un libro de tapas de piel marrón, entre las manos.

            - Bienvenidos. Me imagino que tienen ustedes reserva.

            - Sí – Asintió con una tremenda sonrisa León – León y Carmen

            El chico miró la lista y afirmó con la cabeza. Les acompañó hasta la zona reservada para el guardarropa y se despidió. León tomó el abrigo de lana, en color vino, de Carmen y se lo entregó a la chica para que lo guardara; seguidamente se quitó el suyo. Carmen le observó por unos segundos: En aquella perfecta anatomía de la que León estaba dotado, el traje negro azabache, con la camisa en azul celeste y la pajarita en el mismo tono del traje, despertaba en ella instintos lascivos, y más cuando la sonreía. Estaba arrebatadoramente sensual. No terminaba de acostumbrarse a las feromonas que revoloteaban alrededor de él. Era puro magnetismo. Pura sexualidad hecha hombre. León se sintió observado y la guiñó el ojo derecho mientras en un gesto fugaz, besaba sus labios. Carmen se estremeció y él sonrió. Le encantaba seducirla. Carmen le ofrecía todo lo que él soñara en su día en una mujer y esa noche, con su vestido vaporoso en blanco roto, escote en uve que hacía resaltar sus hermosos senos y largo hasta los pies, donde se descubrían en una generosa abertura desde la rodilla, en el lado derecho, parte de sus perfectas piernas. Suspiró al mirarla de nuevo a los ojos y acarició aquella melena negra que había decidido llevar suelta, cayendo por sus hombros. La chica les entregó las chapas con los números de las perchas y León se las entregó a Carmen para que las guardara en el pequeño bolso negro que hacía juego con los zapatos de tacón de aguja que lucían sus pies.

            La chica del guardarropa les informó que la cena se serviría en la planta superior. León sonrió y se retiraron. León tomó de la mano a Carmen y caminaron por la alfombra roja, que les llevaba hasta las escaleras que se encontraban frente a ellos. La observó y ella sonrió.

            - Me la pones dura, lo sabes, ¿verdad?

            - No seas ordinario. Estamos en un local muy especial.

            - Me da igual, me la pones muy dura y soy capaz de gritarlo.

            - ¡Por favor, León!

            Lanzó una carcajada y ella no pudo evitar reírse.

            - Estás loco. Muy loco.

            - Pero eso te gusta de mí – Frunció el ceño.

            - Te amo – Suspiró – Eres lo más importante en mi vida.

            - Más te vale. Soy muy celoso – Levantó la mano que sujetaba con la suya y la besó.      

Varias parejas se cruzaron con ellos, subiendo o bajando las escaleras de mármol que quedaban en el centro del inmenso hall. Escalinata que terminaba en un descansillo en la zona alta y en cuya pared frontal un inmenso espejo les reflejaba al subir el último escalón. El pasillo se abría a derecha e izquierda, y tanto a un lado como al otro, las paredes estaban cubiertas con cuadros de temática erótica campestres. Los que bajaban sujetaban en sus manos copas de cava y saludaban al pasar ante ellos.

Algunas mujeres más que andar parecían flotar en sus largos y livianos vestidos. Carmen y León, formaban una de esas parejas espectaculares, donde tanto las mujeres como los hombres se volvían a su paso dispensándose palabras susurrantes los unos a los otros. Todo aquel ritual, bien medido por el ambiente provocado, excitaba por igual a Carmen y León. Se miraban y mientras Carmen se humedecía sensualmente los labios, León dejaba salir el aire de sus pulmones de forma suave por sus fosas nasales, mientras entrecerraba los ojos. Carmen sabía que tenía a su amante, como le gustaba llamarle en aquellas situaciones morbosas, a cien, y que esa noche podría hacer con él lo que deseara, o… No debía aventurarse, pues León bien la había demostrado y desmontado muchos de los planes que ella tenía, por los suyos propios. Ella reconocía que era una mujer  ardiente pero León además de ardiente, le devoraba la pasión.

            León miró al espejo y sonrió a la Carmen que en él se reflejaba, ella movió la cabeza de lado a lado devolviéndole el gesto. Un chico uniformado con chaleco, pantalón, pajarita negra y camisa blanca se acercó a ellos con una bandeja con copas de cava, León tomó una de ellas y se la entregó a Carmen, luego cogió otra para él  y con un ligero movimiento de cabeza, dio las gracias al camarero. Caminaron sin hablar, observando cuanto a su alrededor sucedía.

            Carmen le había comentado unas semanas antes el acontecimiento que se celebraba en una finca a las afueras de Paris, y tras realizar algunas preguntas,  a él le atrajo la idea. Una despedida de año sólo para parejas liberales. Lo que descubrió con aquellas preguntas, es que se podían poner límites y él estaba dispuesto a marcarlos si fuera preciso, aunque junto a Carmen, en una situación excitante, nunca sabía cómo iba a reaccionar.

            El sonido casi mágico de unas campanas alertó a todos los que estaban en la planta de abajo o en las escaleras, que la hora de la cena había llegado. Un chico se acercó a ellos y les invitó a entrar en el gran salón. Accedieron a él por dos grandes puertas. Una estancia con paredes limpias de todo adorno en tono salmón y fuertemente iluminada con lámparas de cristal. La mesa estaba dispuesta en forma de U y los comensales se sentaban al lado exterior. La anchura de la  U era  suficiente para entrar dos camareros y no molestarse entre ellos. El uno serviría a un lado y al frente y el otro lo haría al opuesto y al frente en el plato siguiente.

            Los entrantes estuvieron marcados por el marisco en todas sus variantes:

- Ostras sobre cama de hielo picado y limón

- Cigalas grillo a la plancha cubiertas en cebolla confitada

- Conchas finas templadas a las finas hierbas y bañadas en albariño

- Cóctel de langostinos y otros frutos del mar sobre cama crujiente

Para el principal se podía elegir entre:

- Lubina salvaje a la espalda con salsa cremosa de trufa y setas.

- Cochinillo segoviano asado en su propia salsa

Los postres:

- Profiteroles rellenos de crema pastelera y cubiertos de chocolate bombón caliente

- Degustación de tartas variadas

- Frutas de temporada bañadas en ron negro

La cena comenzó de forma natural. Carmen y León se presentaron a las pajeras que tendrían ambos a su lado y conversaron con ellos entre plato y plato. En el ambiente sonaba música clásica variada y a la altura perfecta para que nadie tuviera que levantar la voz más de lo deseado.

 León tomó una de las conchas finas y miró a Carmen, ésta negó con la cabeza pero él con una gran sonrisa acercó  el molusco hasta la boca de ella. Carmen se resignó y abrió la boca recibiendo el delicioso manjar. León afirmó con la cabeza sintiéndose complacido, tomó una segunda y cuando Carmen ya tenía parcialmente la boca abierta, giró la mano y la comió él. Carmen le miró desconcertada y él volvió a sonreír.

            - Lo siento, me lo he pensado mejor, es que están muy ricas y tú no has tenido el detalle de ofrecerme una de las tuyas.

            - Eres…

            La chica que se sentaba a la derecha  de León se sonrió y en un alarde de decisión cogió una de las suyas y se la ofreció a León. León la aceptó.

            - Muchas gracias – comentó tras degustarla - ¿Ves? – Se dirigió a Carmen – Lana sí sabe cuidar de un hombre.

            - De un chico como tú cuidaría toda la vida – Comentó Lana, que tendría más o menos unos treinta y cinco años, como Carmen.

            - Cuidado, que tu hombre se puede poner celoso.

            - No. No somos celosos.

            -  Eso es bueno. Yo siempre se lo digo a Carmen. Que aunque es poco, es algo celosa y eso no es bueno.

            Carmen le propinó un puntapié que sorprendió a León.

            - No le hagas caso Lana, nunca he sido celosa. A León le encanta provocarme y no mide el lugar donde lo hace.

            - Yo soy un chico bueno.

            - ¡Ya! – Asentó Lana – No lo dudo, no te conozco pero estoy convencido que Carmen no se tiene que aburrir contigo.

            - No – León movió la cabeza de un lado a otro – Soy un chico bueno y además muy divertido y…

            - No le des coba Lana, que enseguida te saca toda la lista de cualidades, incluso las que aún no tiene.

            - Mi novia no me entiende Lana. Acepto el que tú me cuides.

            Lana contuvo la risa en la servilleta que en ese momento se había llevado a la boca para limpiarse – Lo tendré que consultar con Trésor

            - Trésor – Repitió León – Me gusta ese nombre – Y miró a la pareja de Lana.

            - Conmigo no te valen esas estrategias chaval. Soy perro viejo y tú demasiado joven.

            - Tu marido es muy serio – Le comentó a Lana en voz baja.

            - ¿Siempre es así? – Preguntó Lana a Carmen.

            - No – Contestó tras terminar de comer un langostino del cóctel – Es muy responsable y serio, pero es muy juguetón cuando le dan alas.

            León se dio cuenta que los demás comensales estaban imitando la ocurrencia que había tenido con Carmen cuando le ofreció la concha fina y sonrió. Miró a Carmen.

            - Mira, están pasándose la comida de unos a otros, como yo hice contigo. He implantado una moda.

            - Sí, creo que has abierto la veda antes de tiempo – Le susurró Carmen al oído – Han empezado los flirteos y no sólo entre la propia pareja.

            - Pues espero que no me multen por adelantarme al juego. Yo sólo lo he hecho contigo, porque te quiero ver bien alimentada.

            - Sigamos cenando – Puso una de sus manos sobre la de León – Ya habrá tiempo para todo. Te amo.

            - No me lo digas, demuéstramelo.

            Carmen cerró los ojos y dirigió sus labios hacia los de León. Los labios no se limitaron a quedar cerrados y fundirse en un beso sutil, no, tanto los de él como los de ella se abrieron y se dejaron llevar por uno de aquellos besos donde se lo ofrecían todo. Los pezones de Carmen al momento se pudieron tan duros como el pene de León.

            - Gracia – Susurró León cuando comenzaron a separar sus bocas.

            - ¿Por qué?

            - Por ser la mejor. Yo también te amo.

            León comenzó a degustar el Cochinillo que le habían puesto en el plato y Carmen la Lubina. León creyó conveniente no seguir jugando durante el resto de la cena, pues se percató, mientras daba buena cuenta de aquella carne deliciosa y perfectamente preparada, de que muchos de los asistentes les observaban. No, ante todo no quería dejar mal a Carmen. Ésta se dio cuenta del cambio tan radical de su chico y le observó, León giró con suavidad la cabeza hacia ella y esbozó una dulce sonrisa.

            - No dejes de ser León, nunca. Es por lo que te amo, por ese combinado tan perfecto de locura y seriedad. Esa explosión de improvisación que tienes, y de saber estar cuando es preciso.

            - Seguiré siendo yo mismo – La contestó con un bocado de cochinillo en la boca.

            - ¡Guarro! Con la boca llena no se habla.

            - Es que soy un León. Necesito tener la boca siempre llena y si no te puedo besar…

            - Ya llegará ese momento. Terminemos de cenar.

            Así lo hicieron o debería decir que hasta que llegaron los postres, porque León, por muy serio que quiso estar, no se contuvo cuando llegaron los profiteroles que había pedido Carmen. La miró cuando se llevaba uno a la boca y ella intuyó lo que estaba pasando por su cabeza y negó. León levantó la ceja derecha y ella volvió a negar. León resopló y Carmen sonrió para sus adentros. Él se llevó a la boca un trozo de fruta y masticó refunfuñando, de soslayo observó como Carmen no cortaba uno de sus profiteroles y le miró con ojos de deseo. León lanzó el aire por las fosas nasales mientras como si fuese a cámara lenta contemplaba como aquel profiterol llegaba hasta la boca carnosa y deseada de Carmen. Apenas el dulce tocó aquellos labios rojos, León colocó una de sus manos alrededor del cuello de Carmen y la acercó hacia él. Las bocas se unieron y el profiterol fue degustado por ambos, en un beso tan apasionado que silenció a todo el comedor.

            Tras la cena los camareros informaron a  los presentes que las copas se servirían en el salón de baile. Poco a poco fueron levantándose y mientras se dirigían al salón indicado, entre los concurrentes comenzaron las conversaciones. Algo que les resultaba curioso a la mayoría, es que nadie se había presentado como anfitrión o creador de aquel  último evento del año. Todos habían recibido la invitación como  años atrás. Algunos ya se conocían, otros por el contrario era la primera vez que se veían.

            El salón contaba con un escenario donde el grupo contratado estaban tocando los primeros temas lentos, al lateral derecho se disponía una amplia barra de bar con tres camareros tras ella y repartidas por el resto de la estancia sillas y pequeña mesas individuales. Carmen y León se acercaron a la barra y pidieron dos copas de cava.

            - ¿Hay alguna tradición en esta fiesta que tenga que saber?

            - Sí, hay una, casi al final del baile, pero mejor será que te sorprendan como me hicieron a mí la vez que me iniciaron.

            - ¿Iniciación?

            - Es una forma de denominar la entrada a esta fiesta. Una vez que acudes por primera vez, ya serás invitado todos los años. En ti estará el que vuelvas o no. Sólo hay una regla, no puedes coincidir con tu pareja en la resolución  del juego  – Le sonrió y le besó en los labios – Yo no había aceptado la invitación hasta este año.

            - Así que soy un iniciado y suceda lo que suceda, no puedo coincidir contigo al final de toda esa historia. ¿Es eso lo que me quieres decir?

            - Sí. No es tan difícil de entender – Le respondió mientras se llevaba la copa a los labios.

            - Pues lo considero una total estupidez, pero vale, respetaré las reglas. Ahora – Sonrió – Nunca más, pues no pienso separarme de ti jamás.

            - Te quiero. ¿Bailamos?

            Dejaron las copas sobre una de las pequeñas mesas y entraron en la pista donde ya había varias parejas bailando un pasodoble. Cada determinados temas salían de la pista para refrescar sus gargantas y descansar. En uno de esos momentos dejaron el salón y caminaron por el largo pasillo de aquella planta superior. León observaba aquellas escenas campestres y las puertas que se encontraban cerradas. Veinte puertas cerradas además de la del salón comedor y de baile. Frunció el ceño y miró a Carmen.

            - Son parte de las habitaciones, en la zona inferior hay otras tantas.

            - Me despierta curiosidad esta casona. No es un hotel porque carece de recepción, no nos ha recibido nadie, por lo que entiendo que los dueños quieren pasar desapercibidos…

            - No preguntes lo que no es necesario saber – Le interrumpió – ¿Lo estás pasando bien, hasta el momento?

            - Sí.

            - Eso es suficiente.

            Una vez más León percibió la mirada de muchas de las mujeres con las que se encontraban a su paso, y más al entrar de nuevo en el salón de baile. A todas las dispensaba una sonrisa. Una chica le arrebató del lado de Carmen y le internó en la pista donde en ese momento estaban haciendo una rueda de baile. León pasaba de unas manos femeninas a otras como si fuera un muñeco que todas desearan quedarse, pero la voz del cantante no permitía, provocando los cambios constantes de pareja. En uno de esos giros vio a Carmen sonriendo fuera de la pista, acertó a estirar el brazo y tomándola por la mano, la incluyó en aquel laberinto de giros, pasos, saltos y cambios de compañero de baile.  La pieza terminó con León frente a Carmen. Los dos agotados, los dos sudando por la frente, los dos con los ojos llenos de felicidad y en ese momento el ambiente se hizo más íntimo. La luz del salón descendió y en la voz del cantante comenzaron a sonar las primeras palabras del “Thinking Out Loud” y León tras limpiar el sudor de la frente de Carmen con el pañuelo y guardarlo, se relajó, tomó la cintura de Carmen y su mano para  emprender un nuevo baile. Una vez más los dos se dejaron llevar por la música, por la letra del tema, por la voz de intérprete y a la vez olvidándose del mundo existente ante ellos.

Los dos se dejaron llevar como si aquella pista de baile no existiera, y donde sus cuerpos parecían ser elevados  por alas mágicas invisibles. Donde León contempló a Carmen en toda su belleza y esplendor, como una diosa hecha mujer ante sus ojos.

Los dos se dejaron llevar por las caricias que sus manos proporcionaban la una a la otra, mientras sus pies parecían flotar sobre aquel suelo rígido.

Sus miradas de nuevo hablaban de amor, como la canción sugería. Un amor eterno pasaran los años que pasasen, y a ninguno de los dos se le ocurrió pensar en voz alta, pues era el silencio de sus voces quienes más les arrullaba.

Se deslizaron por la pista como aves en el paraíso, mientras Carmen sonreía al desear que León la besara, como la letra de la canción invitaba, bajo la luz de millares de estrellas, mientras tomándola entre sus amorosos brazos él descubriera como latía su corazón por amor. Cada vez estaba más enamorada de aquel maravilloso joven al que veía como el hombre soñado, porque la complacía en todo lo que ella precisaba y sobre todas las cosas, la hacía reír y sentirse viva.

La magia en la pista se rompió al encenderse de nuevo las luces y donde en el centro del escenario apareció un hombre con traje blanco y camisa negra.

- Señoras y señores, estamos a punto de entrar en la media noche y tras el brindis y recibir al nuevo año, como es tradición, llegará el juego del gemelo. Como sé que cada año nuevas personas se incorporan a esta tradicional fiesta de fin de año, les explicaré en que consiste: Los caballeros deberán dejar uno de sus gemelos en la caja que se encuentra aquí delante de ustedes, tras el brindis y las felicitaciones, las mujeres irán retirando uno de los gemelos, buscara al propietario del mismo y ambos se retirarán, pudiendo elegir entre irse a una de las habitaciones, pasear por los jardines o  lo que decidan. Todas las puertas desde este momento, tanto las de esta planta como las de la inferior, tienen ya puesta la llave por fuera. Les deseo una buena entrada en el nuevo año 2015.

León miró a Carmen con sorpresa.

            - Sí, ese es el colofón de la fiesta. Si te parece esperamos al brindis y nos vamos.

            - No. Yo quiero jugar – Comentó León – Introduciré mi gemelo y veremos que nos depara el destino.

            Carmen bajo la cabeza y suspiró – No me apetece jugar, León – Levantó el rostro y le besó en los labios – Ya te tengo a ti, no necesito nada más.

            - Entonces… ¿Para qué me has traído a esta fiesta si conocías el desenlace?

            - No es obligación que las parejas terminen… Ya lo has escuchado, pero…

            - Pero me provoca mucho morbo – La miró fijamente a los ojos – Comencemos el año con nuevas sorpresas. Tengo el presentimiento que vas a disfrutar mucho más que yo.

            - Lo dudo, pero si otras veces has accedido a algunos de mis caprichos, no voy a decirte que no – Lanzó un fuerte suspiro – Lo haremos.

            - ¡Bien! – La sonrió y tomándola suavemente por las mejillas, la besó con descaro - Te amo.

            León la miro de soslayo mientras se quitaba uno de los gemelos y caminaba hacia la caja de madera, donde ya otros hombres habían depositado el objeto en cuestión. Mientras colocaba su mano sobre la caja giró su cabeza hacia atrás, buscando la presencia de Carmen, recordando la ocasión en que le había ordenado  participar en una orgía, ahora, ahora era él quien la estaba poniendo en la cuerda floja, en una situación muy distinta. Vio como su amada recogía las dos copas de cava. Cerró los ojos, suspiró y abrió la mano sobre la caja. Regresó y Carmen le ofreció una de las copas. Un gran telón rojo se descorrió al fondo del escenario apareciendo un gigantesco reloj. Los últimos segundos para dar la media noche fueron vitoreados por todos y tras juntarse las dos manecillas y sonar las doce campanadas, la música estalló en el salón. Se felicitaron los unos a los otros, mientras las copas se vaciaban.

            Una campanada provocó que una mujer se acercara a la caja de madera y retirase uno de los gemelos, lo observó y buscó a su dueño, así fueron desfilando todas. León miraba la escena que se estaba provocando en el salón con inquietud e intriga. Cuando una de aquellas mujeres encontraba al poseedor del otro gemelo, ambos salían de la estancia. Carmen decidió ser la última y percibió como el corazón de León se agitaba a medida que el salón se vaciaba, cuando en él sólo se encontraron ellos dos, Carmen miró a León. León se encogió de hombros. Carmen no se podía creer que el destino la uniera incluso en aquel juego sexual a León. León la dispensó una sonrisa pícara y la invitó a recoger el gemelo, Carmen así lo hizo, caminó hacia la caja y de vez en cuando miraba hacia atrás donde León esperaba con los brazos cruzados al pecho y erguido, mostrando el puño de la manga donde faltaba su gemelo. Carmen introdujo la mano en la caja. La movió por todo el fondo. No había nada, se giró hacia León y éste separó sus brazos y extendiendo una de sus manos, la abrió. Sobre la palma de la misma estaba el gemelo. Carmen sonrió y corrió hacia él, León la recibió entre sus brazos.

            - Eres un…

            - Soy tu hombre.

             - ¿Por qué no introdujiste tu gemelo?

            - A ti no tengo que explicarte todo lo que me gusta el sexo y los momentos que hemos vivido juntos, no solos, sino también con otras personas; pero ante esta situación deseaba saber cómo reaccionarías. Cada pareja iba a estar separada, algo que nosotros nunca hemos estado. No, eso no es compartir, eso es dividir – La sonrió – ¿Sorprendida?

            - Tú siempre me sorprendes, aunque en esta ocasión más que sorpresa me has provocado incertidumbre – le besó en los labios – Nunca dejes de sorprenderme.

            - Jamás. ¿Nos vamos a hacer el amor?

            Carmen asintió con una sonrisa plena, y los dos salieron del salón en dirección al coche que les llevaría casa.

 Si queréis descubrir las aventuras de Carmen y León, como se conocieron, sus aventuras sexuales, sus secretos, sus intrigas, sus morbos y las vivencias personales, recordad que lo encontraréis en  “Al límite de la Pasión” Está editada por Amazon y la podéis adquirir en:
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                                                FELIZ AÑO 2015

jueves, 10 de abril de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR CAPITULO XII


                 CAPITULO XII

        LAS HORAS EN LA  UCI

            Como nos sucede a todos los que somos operados, sí recordamos el momento en que entramos en el quirófano, pero jamás cuando salimos, pues lo hacemos aún en el estado de dormidos, bajo la anestesia.

            La sala a la que normalmente te trasladan tras la intervención, es la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) Y sí, afirmo, confirmo y doy fe, que llevan a gala el nombre de la sala.

            El cuidado ya no es perfecto, sino exquisito. Lo primero que recuerdo, mientras despertaba, era el total silencio, la casi ausencia de luz y gente alrededor de mí. Me preguntaron el nombre y tras decírselo, comenzaron a hablarme entre susurros. Me comentaron que todo había salido bien y que me encontraba en cuidados intensivos. Recuerdo que pregunté si pasaría allí la noche y una voz femenina me respondió que sí, que en realidad ya era tarde, que había sido una de las últimas intervenciones del día. Una chica me ayudó a incorporarme. Sentí que me mareaba, y tras avisar, descargué el vómito. Estaban preparados para ello, eso estaba claro. En esos instantes escuché palabras relajantes, mientras pedía disculpas: “Tranquilo, tranquilo, estás soltando la anestesia” “No te preocupes, tú sólo expulsa, nosotros nos encargamos del resto”… Tras esos  breves minutos, percibí el alivio total. Ataron una venda elástica al final de la cama y me la acercaron a las manos: “Intenta incorporarte tú sólo”, obedecí y con la ayuda de una mano en la espalda quedé sentado, asistido siempre por los laterales para sujetarme. Me asearon, me secaron, me cambiaron la ropa de toda la cama y me quedé de nuevo tumbado y feliz.

            Al cabo de unos minutos una chica se acercó: “Javier, fuera hay unos familiares que llevan toda la tarde esperando. ¿Quieres ver a alguno de ellos un par de minutos?” Sí. La sonreí. Sabía que familiares directos no estaban, pues todos viven en Cantabria y les había dicho que no se preocuparan, que estaría bien atendido por los grandes amigos con los que cuento en Madrid. Y en efecto, durante aquella tarde muchos se habían acercado hasta el hospital. Algunos por sus trabajos se tuvieron que ir, como mi compañero de piso, Cristóbal, que había pedido incluso unas horas a su jefe para estar el mayor tiempo posible cerca de la zona de operación. Ya pasaban de las 12 de la noche, cuando por aquel pasillo, semi oscuro, vi caminar a Raúl. Llegó hasta mí, la enfermera le dijo que tenía unos minutos y tras mirar a mi amigo, le pedí que me diera la mano. Él me comentó que el cirujano les había hablado de la operación y que estaba muy satisfecho. Que todo estaba bien. Hablamos algo más, que no recuerdo,  y se fue.

            Mientras le veía irse, sentía junto a él la presencia de tantos y tantos amigos que a través de las redes sociales, correos, Whasap, llamadas telefónicas que Raúl me había dicho estaba recibiendo en mi móvil… Presentía la energía de esa buena gente, que buscaba que me recuperase pronto. Y sé, al día de hoy, que todos esos grandes deseos de personas a las considero mi familia particular, que son los amigos, hicieron que aquel día estuviera cargado de energía y vida, y que a día de hoy, sigo recibiendo sus mensajes, visitas a casa, etc. Gracias a todos por formar parte de mi vida, así como a los familiares que se ha puesto en contacto, y me preguntan casi a diario, como estoy. Os quiero.

            Para terminar sobre mis horas en la UCI, decir simplemente que cuando a las 10 de la mañana del día 26 me llevaban de la sala hacia la habitación, una sola palabra, repetitivamente, brotaba de mi garganta: GRACIAS. Durante toda la noche la atención fue perfecta. Presentía como estaban alrededor de mi persona, mirando monitores, observando las bolsas con los diversos productos que entraban a través de la vía en la mano, a mi organismo, el aseo de la mañana, la primera cura. Todo con la máxima delicadeza, la máxima precisión, la máxima simpatía. Y donde desde el primero al último, te hacían sentir bien y arropado por su trabajo y conocimientos.

            Mi más sincero agradecimiento a todo el personal de la UCI. En vuestro anonimato, pues nosotros no somos capaces de recordar vuestros rostros, debido a los momentos que estamos viviendo, nos entregáis lo mejor. Os llevo en mi corazón.

 

viernes, 28 de marzo de 2014

UN TIEMPO PARA MEDITAR, SUFRIR Y LUCHAR (CAPÍTULO X)

                                   CAPÍTULO X
                     VISPERA DE LA OPERACIÓN     
 
         Hoy es día 24 de Marzo de 2014, cuando escribo estas letras,  y estoy a unas horas de ser ingresado e intervenido, y no puedo negar que una cierta desazón recorre todo mi cuerpo.

Por un lado estoy tranquilo, sé que estoy en las mejores manos y en un centro hospitalario, como es la Fundación Jiménez Díaz, en la que tengo toda mi confianza. Pero por otra parte, una cierta intranquilidad me mantiene alerta. Y es que cuando en estos días, mis amigos y familiares me preguntan como estoy, les digo a todos lo mismo: Bien, pero… Soy humano y no puedo evitar esa sensación de incertidumbre que supone someterse a una intervención de varias horas, a un quirófano y a una anestesia general.

Sí, soy humano y es la primera vez, creo, que expongo con tanta libertad, públicamente, y a través de las letras, lo vulnerable que puedo ser en determinadas cuestiones, aunque luego, como buen géminis, que los astros me ofrecieron ser al nacer, busco y saco la forma de equilibrar esa situación. La realidad frente a la ficción, o como prefiero decir: la realidad junto a la ficción, y que durante toda mi existencia ha conseguido que mantenga un equilibrio, cuando las situaciones se han puesto difíciles o tensas, y marcando en parte, mi carácter.

Soy humano y además un soñador, y en esa ensoñación que siempre he mantenido viva en mí ser, he creído, entre otras tantas cosas, en el poder de los elementos, en su fuerte energía que es la que nos mantiene erguidos sobre la gran espalda de este pequeño planeta. Y a ellos, hoy día 24 quiero invocar: a la energía que emana mi gran y amado astro sol, al aliento del viento, a la fuerza del mar y la nobleza de la tierra; que en realidad, de ellos se compone nuestro cuerpo físico. Y no me olvido  de Dios, el creador, el maestro, para que me acompañe en esas horas hasta despertar de la anestesia, y que ese despertar, sea plácido y agradable. Aunque vosotros, cuando leáis estas palabras, ya será día 28.

Mi amigo Novel siempre me ha dicho que soy un superviviente y que en mis luchas, siempre he salido victorioso y que esta vez no va a ser menos. Y así será.

No sé si mañana habrá entrada, porque ésta es la última que dejo programada, espero que sí, que el hospital tenga Wifi y desde la cama os pueda comunicar como ha ido todo, aunque tal vez lo sepáis antes, si algún amigo lo difunde por redes como Facebook.

Mientras tanto, sed felices y recordad que la fuerza está en nuestro interior, lo más importante es lograr sacarla a flote, y todos podemos. Yo lo haré, os lo prometo. Abrazos para toda la gente buena del planeta.