En
coproducción entre México y Estados Unidos, el mexicano Alfonso Cuarón escribe
y dirige, Roma, un exquisito drama a través de una magistral MasterClass
cinematográfica. Una obra
costumbrista en el más puro sentido de la palabra, con claras referencias al neorrealismo italiano.
En
un barrio de clase media- alta, en la Colonia Roma, de la Ciudad de México,
vive una joven sirvienta, Cleodalgia Gutiérrez “Cleo” (Yalitza Aparicio)
trabajando al servicio de una familia de posición acomodada.
Cleo
es feliz con las cosas sencillas, rodeada de los niños que cuida en la casa,
jugando con ellos y estando pendientes en todo momento para que nada
les pase, incluso exponiendo su propia vida, cuando existe algún peligro, que
afecte a los pequeños. Cleo se enamora y Fermín (Jorge Antonio Guerrero), su
pretendiente, jugará con ella y sus sentimientos, con consecuencias que
marcarán a la joven. Cleo es una luchadora silenciosa, a quien el espectador
sigue sin condiciones, pues desea saber cuál va a ser su destino; donde sus emociones, están al servicio de los demás,
aunque por dentro en más de una ocasión, se rompa. Cleo, con su forma de ser,
"asfixia" al espectador, lo pone contra las cuerdas, logrando que perciba el agobio en
su propio ser, cuando ella sufre o está en relativo peligro.
Justo antes de los títulos de crédito, vemos como Cuarón dedica la obra a Libo. Me
interesé por dicho nombre y no es otro que el de la cuidadora del propio
director y tras ver el filme, queda claro que entre ambos existió esa
complicidad, esa unión mágica que se crea en tantas ocasiones entre un niño y
su cuidadora, que pasen los años que pasen, el niño siempre la recordará,
incluso, como una segunda madre. El amor que Alfonso destila en esta obra a la
figura de la cuidadora, es de absoluta reverencia y admiración.
Pero
además Alfonso se cubre con el gran manto de la nostalgia de su tierra natal,
México, y nos traslada a la década de los 70,
para que contemplemos la crisis política y social que atravesaba y sigue atravesando, las revueltas
juveniles, las reyertas con pistola en mano y la diversidad entre las clases
sociales. El mexicano (de tez blanca) claro exponente de la clase media alta y
el mexicano (de tez morena con /sin rasgos indígenas) en las clases bajas.
Entre
muchas lecturas y algunos simbolismos, seremos testigos de una clara crítica al
machismo, reinante en el país. Para ello se apoya en las figuras de Fermín, el joven que intenta
conquistar, como si de un pavo real se tratara, a Cleo, con un ritual de
ejercicios de artes marciales, en completa desnudez, en la habitación donde
ella lo espera en la cama, tímidamente. Y Antonio (Fernando Grediaga), el
esposo de Sofía, los dueños de la casa; quien solo se dedica a sus negocios,
teniendo abandonada a la familia. La mujer en el hogar y él fuera del mismo.
Culmina dicha crítica, cuando Sofía (Marina de Tavira) en un momento de
debilidad de Cleo, le comenta: “estamos solas…”
En
esta ocasión Cuarón prescinde de la Banda sonora musical, para regodearse de
los propios sonidos que ofrecen los espacios por donde caminan, viven, trabajan
y disfrutan, cada uno de los personajes. Desde el viento soplando en las
terrazas donde lavan, el paso de los aviones, las ruidosas calles con sus
vehículos o los gritos de la gente, a los sonidos del agua, tan presente
durante toda la obra, en los charcos, el líquido que sacia la sed, las goteras,
las olas del mar o el agua que limpia los suelos de la casa.
Al
igual que hiciera en su anterior obra, “Gravity” dará mayor importancia a la
imagen que a los personajes. Haciendo gala, una vez más, de su gran experiencia como narrador visual para contar una historia
y convertir los escenarios de interiores o exteriores, en los verdaderos
protagonistas principales, aunque en esta ocasión, el gran peso de todo el
filme, recae en su actriz indiscutible, Yalitza Aparicio, traspasando cada
fibra de Cleo. Cuando terminé de ver la película, busqué quien era esta
magnífica actriz, pues nada sabía de ella; la gran sorpresa fue descubrir que
era su primer trabajo, algo que sorprende por su naturalidad, el desparpajo moviéndose ante la cámara, en sus expresiones… En el sentir. Una magnífica
interpretación.
Pero
no es una obra perfecta, al menos desde mi punto de vista, le pierde la lentitud
con la que está contada esta historia costumbrista. Estoy convencido que si el filme hubiera tenido un poco más de dinamismo y un poco menos de metraje,
estaríamos ante una joya cinematográfica en el amplio sentido de la expresión, aun contando con una más que sobresaliente fotografía en blanco y negro que ha compartido
con Galo Olivares o el virtuosismo
del manejo de la cámara, que deja una vez más al espectador, con la sensación de
haber disfrutado de una ejemplar lección de buen cine. Entre impactantes encuadres, en los cuales, todos los elementos están en su lugar.
Soy consciente de que esa lentitud, es la evidencia provocada por la
monotonía del día a día que vive nuestra protagonista, para ofrecernos su
verdad, la de una vida solitaria, aunque esté rodeada de gente. De la falta
de amor, aunque le digan que la quieren.
La de su entrega a los demás, aunque nadie lo haga con ella. La de la
sonrisa del alma, mientras el rostro permanece afligido, dejando que de vez en
cuando, una leve mueca de felicidad, se asome y nos haga sentir aliviados, tras haber creado un exceso de desazón, angustia e incertidumbre
en el espectador.
Una obra desgarradora,
poética y triste.
Mi
nota es: 8
REPARTO:
Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf,
Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Daniela Demesa, Nancy García
García, Verónica García, Enoc Leaño, Clementina Guadarrama, Andy Cortés,
Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero.