Madrid se abría ante mis ojos como una gran ciudad de la que conocía muy poco. Adaptarme no me supuso gran esfuerzo, pero combinar estudios con trabajo (para poder mantenerme aquí) resultó bastante complicado. Pero no hay nada que si uno no quiere, no se consiga. Así que dormía poco, trabajaba mucho y estudiaba aún más. En esta escuela todo era muy distinto y el trabajo mucho más elaborado. En pocos meses me sentía como si estuviera en mi propia ciudad. Aprendí a conocer Madrid y sobre todo a sentirla. Madrid es una ciudad muy especial pero aquí contaba con un buen amigo: Novel Sámano. Un joven con el que estudié bachiller. Él continuaba con la tradición familiar: Músico. Buen pianista y compositor. Junto a él, caminábamos las tardes que teníamos libres y así descubríamos rincones distintos.
Los años en Madrid dieron sus frutos y tras entregar el proyecto de fin de estudios y llevarme el título bajo el brazo, me volví Cantabria.
Novel me decía muchas veces que no me fuera, que me quedara, pero entonces me entró pánico, ese miedo a no tener un trabajo en la ciudad y tener que mantenerme. Busqué la solución más fácil, regresar al hogar, aunque siempre en mi mente estaba la fijación de que un día volvería a esta ciudad para vivir la aventura de mi vida.
Lo que sucedió en Cantabria, en parte ya os lo he contado con la aventura de la televisión y lo relacionado con el cine.
En cuanto al mundo de la moda. Diseñe durante una temporada por encargo y continué con mi faceta de coreógrafo de moda.
Eran años, en que las horas me cundían más de lo que uno puede pensar. O tal vez, si uno se sabe organizar, las horas dan de sí, màs de lo que nos esperamos.
Alguno se preguntará, ¿por qué no continué con la moda? Simplemente, nunca me ha gustado el egocentrismo y sobre todo la mierda y lo digo así de claro. La mierda que hay muchas veces detrás de todo ese mundo, que parece maravilloso: zancadillas, mentiras, trampas y… dejémoslo ahí. Por otro lado, se me ofreció aquel otro y maravilloso mundo: el cine y la televisión.