SED, es un puñal directo al corazón, donde los
sentidos se revolucionan ante lo que el espectador ve y escucha. Una obra que
resulta tan incómoda, como necesaria.
Un
decorado inocente con piezas de juguetes gigantes, un matrimonio donde el
hombre trabaja de psicólogo y la mujer de abogada, dos niños, primos entre
ellos, que están jugando en algún lugar de la casa y una sugerencia de la mujer
al llegar del trabajo, de que su sobrino de 9 años, que es quien está jugando
con su hijo algo menor, se quede más tiempo en la casa, porque sus padres están
de vacaciones, sugerencia a la que Él, se niega en rotundo.
En
medio de la discusión del porqué no quiere que se quede, se enciende la mecha del
problema, que como una losa pesada aplasta y mantiene a nuestro psicólogo, en
constante alerta: Siente atracción por su sobrino menor de edad, pero no sólo
por su sobrino, sino por los menores de edad en general, librando una gran
batalla en su interior, pues aun, no ha tocado a ninguno con intenciones
indecorosas. Tras su confesión se desata en la pareja, una tormenta de sentimientos encontrados y
reproches constantes.
Un
conflicto donde todas las emociones toman partido y como el aire que traspasa
nuestros pulmones para alimentar nuestro ser, así entran de golpe repartiéndose
entre el corazón y la mente, entre los sentimientos y la lógica, provocando un
debate interno en nuestro yo, mientras los personajes interpretados por Sauce Ena y Mariano Rochman, siguen sin cuartel mostrando una descarnada realidad, que
duele hasta el alma.
La
pareja de actores están sublimes, embrujados, tocados por la batuta de la inteligencia
interpretativa. Con arrojo, atrevimiento y total credibilidad, vislumbrando en
ellos esa posesión de los personajes, ese brillo en los ojos de sufrimiento
vivido, al final de la función; en ese ejercicio llevado casi al límite en
gestos y expresión corporal.
Un texto
tan inteligente como osadamente atrevido, pero agradecidos a Alejandro Butrón Ibáñez, por exponernos
tan cruda realidad, sabiendo tratar un tema tan delicado como es la pedofilia,
tan en boga, desgraciadamente, en la sociedad que vivimos. Audaz en las palabras. Impactante hasta
saber llegar, sin traspasar la línea. Absorbente hasta inquietar al espectador
en la butaca y sobrecogedora, en el conjunto de la obra.
La
dirección de César Barló resulta
sobresaliente, forjando a los personajes hasta devorar a sus intérpretes, como
dos rivales, sin serlo, para provocar que se lancen golpes dialécticos e
incluso alguno físico. Una lucha sin
cuartel, tomando el escenario como cuadrilátero, hasta el sonido final no de la campanilla,
sino del timbre de la casa, y dejarnos con preguntas como: ¿Qué sucede cuando
el escenario se queda a oscuras, cuando esa puerta aún no ha sido abierta,
cuando la lucha interna y externa de ambos, no ha cesado? Preguntas que concluyen
en nuestra mente, ante el estrépito de los aplausos, cuando el espectador al
fin recobra el aliento perdido.
Felicitaciones
también al equipo humano del Teatro Lara, siempre tan profesionales.
OBRA MUY RECOMENDABLE.
Texto: Alejandro Butrón Ibáñez
Dirección: César Barló
Elenco: Sauce Ena y Mariano Rochman
La obra se estrenó el 7 de febrero
Lugar de representación: Teatro Lara.
Horario: Todos los martes a las 20:15 horas.