Llega de noche,
con guion y dirección de Trey Edward
Shults (Krisha), quien nos sumerge en un thriller psicológico, con fuerte dosis
de ansiedad.
Paul (Joel Edgerton) vive junto a
su esposa Sarah (Carmen Ejogo)
y su hijo Travis (Kelvin Harrison Jr.)
En las primeras imágenes del filme escuchamos unas palabras de aliento hacia un
moribundo, seguidamente lo sacan en carretilla de casa, le dan un tiro en la
cabeza tras cubrirlo con una almohada y lo prenden fuego dentro de una tumba
escavada en el suelo. Paul, Sarah y
Travis, llevan guantes de goma puestos y máscaras para no respirar en el
exterior.
Los tres viven aislados, bajo unas
normas que ellos mismos han establecido, en medio del monte en una casa, con
las ventanas tapadas por maderas, atemorizados por una enfermedad y una extraña
amenaza del exterior, que se escucha en la noche a través de la puerta roja,
pero nunca se deja ver.
Todo cambiará cuando un día irrumpe un hombre en su casa, Will (Christopher Abbott) y tras un violento enfrentamiento con Paul y explicarle la situación que tiene con su hijo y mujer, Paul decide que vivan todos juntos.
Shults,
con
su segundo filme, crea una narración angustiosa a través de una atmósfera
asfixiante y donde al igual que les sucede a los personajes, la obra agoniza
dentro de sí misma.
Extraños
ruidos y golpes tras la puerta roja que nos hacen preguntarnos qué sucede y que
Trey no nos va a desvelar. Una película en la cual las preguntas se suceden en
nuestra mente a medida que la vamos visionando, algunas son reveladas, otras
creemos saber cuál es la respuesta y las que quedan en el tintero, pues Shults,
en su magnífico guion, deja algunos cabos sueltos, no sé si de forma
intencionada, esperando que sea el propio espectador quien resuelva finalmente
ese puzzle macabro, agónico, opresivo y tenso, al que nos ha sometido en los
casi 100 minutos de duración. El amor, la familia, la unidad, convivirán con el
dolor, el mal y las paranoias. La naturaleza humana luchando por sobrevivir en
un mundo caótico del que ni ellos ni el espectador sabe lo que ha sucedido o está sucediendo.
Las
interpretaciones de cada uno de los personajes están escrupulosamente medidas y
dirigidas con tal acierto, que nos creemos todo lo que estamos viendo, aunque
no les comprendamos en algunos de sus actos; por lo que la intranquilidad se contagia al espectador,
expectante de cuál va a ser el siguiente movimiento o gesto que nos saque de la
claustrofóbica casa o del bosque exento de vida.
Una película de terror sin malos, ni
buenos, tan solo supervivientes en un mundo al que no se quiere asomar por la ventana.
A destacar la gran fotografía de Drew
Daniels, Impresionantes imágenes dentro y fuera de la casa con luz casi
inexistente pero nítida, viéndose con claridad lo que se desea mostrar. Juega
con los claroscuros para elevar la tensión
que se vive entre esas cuatro paredes, parte de ellas cubiertas de
plásticos. Rostros iluminados por lámparas de mano que los personajes utilizan
para desplazarse por la casa cuando cae la noche, sombras que parecen tomar
vida en nuestra imaginación despierta, vida que deja de existir y todo formando
un complejo puzzle entre la realidad y la fantasía, entre las pesadillas y el
deseo de que todo aquello termine. Una fotografía dura, impactante, intensa,
cruel; para conferir un mayor cuerpo al dramatismo y a la ansiedad que acompaña
a la lentitud de un montaje que nos corta la respiración por momentos;
orquestado sin prisas, por la macabra mente de Shults.
Mi nota es un 7
Recomendable para amantes del cine de
terror con mayúsculas.
ESTRENO en ESPAÑA: 7 de JULIO