Deseaba dejar
de fumar pero no quería volver a pasar por lo que sucedió en la primera
ocasión. Siempre me había dicho a mí mismo que no habría tres intentos, como se
duele decir. No, la segunda sería la definitiva, y ahora comenzaba a estar de
nuevo preparado para la acción.
Primero.- Había
conseguido ser consciente de que el tabaco estaba dañando mi organismo y me
estaba auto convenciendo de la necesidad de dejarlo. A cada cigarro que prendía
lo miraba y decía frases como: “Muy
pronto pasarás a la historia” “Cuando decida dar la última calada, no habrá
marcha atrás” Intentaba con cada
inhalación percibir su verdadero sabor. Comencé a sentir por primera vez que el
cigarrillo quemaba mis labios e incluso como irritaba mi garganta. En definitiva,
como decía al principio de este punto. Estaba siendo CONSCIENTE de lo que el
cigarro me provocaba.
Segundo.-
Observaba las cosas que me rodeaban y entonces me di cuenta por primera vez,
que algunas manchas y marcas amarillentas en la ropa blanca, eran producto de
la nicotina, al igual que el color de las paredes de la habitación habían
mutado a un tono ambarino. Me percaté más
que nunca que al limpiar los muebles, el paño se ensuciaba de ese color
amarillo nicotina. En definitiva OBSERVABA por primera vez, lo que el tabaco no
me dejaba ver.
Tercero.- Deseaba
con todas mis fuerzas encontrar el momento, la solución, pero de nuevo
los miedos me invadieron. Creo que os he dicho que soy persona nerviosa y que en
muchas ocasiones un cigarrillo me calmaba en una determinada situación. En ese
tiempo en que DESEABA dejar de fumar, no pasaba precisamente por mí mejor
situación y temía caer.
Pero tenía tres
de las palabras claves para enfrentarme al vil veneno, era: CONSCIENTE,
OBSERVABA Y DESEABA. Sí, estaba siendo consciente del mal que el cigarrillo me
causaba y ya no me engañaba ni dejaría
que lo volviera hacer. Observaba a mí alrededor sopesando en una balanza
las zonas donde fumaba y aquellas en la que no había síntomas de nicotina y
deseaba, sí, deseaba más que nunca terminar con el tabaco.
Como muchos
amigos me decían: “No podemos entender
como siendo tan inteligente para tantas cosas, eres tan borrico con el tabaco”
Desde luego, no es que me considere inteligente,
ni mucho menos, pero por supuesto que no cabía la menor duda, de que era un auténtico borrico con aquel
vicio.
Y entonces
busqué una solución. No deseaba volver a tomar pastillas como la primera vez. No
quería ni parches, ni chicles ni nada que tuviera nicotina. Con todos mis
respetos para las farmacéuticas, si la nicotina es mala, por mucho que digan
que esos productos están controlados y creados para que el ex fumador no
padezca el síndrome de abstinencia, uno continua metiéndose de una manera u
otra, nicotina al cuerpo. Y entonces, sucedió, un día visitando a un amigo en el comercio
que trabajaba vi la solución. Mi amigo mantenía entre sus manos un cigarrillo
electrónico. Le pregunté sobre él y me dirigí a un comercio especializado, allí
recibí toda la información y no lo dudé, me compré mi cigarrillo electrónico.
Como este post
se puede hacer muy largo y os quiero hablar de este producto sin reservas, lo
dejaremos para la próxima semana.