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jueves, 21 de marzo de 2019

DOLOR Y GLORIA: CRÍTICA DE CINE


Dolor  y Gloria, la obra maestra del manchego Pedro Almodóvar, alcanza la excelencia con este cierre de la trilogía que ha tardado 32 años en completar.
Vemos a Salvador Mallo (Antonio Banderas) realizando un ejercicio de Apnea en el interior de una piscina y de ahí saltar a uno de sus recuerdos de infancia, en los años 60, en un nuevo escenario, el de un río;  donde varias mujeres lavan la ropa en él. Un niño las observa, Salvador (Asier Flores) que acompaña a su madre, Jacinta (Penélope Cruz), quien entre cánticos, junto a las otras mujeres, realiza la faena de lavar y poner la ropa a secar entre la hierba.
El simbolismo del agua, como fuente de limpieza y purificación, da pie a Pedro Almodóvar, tras este prólogo, para sumergirnos en su nueva obra, entre flashback de una infancia llena de vida, alegría y luz, hasta regresar al presente de un director en horas bajas, enfermo, solitario y arrastrando los recuerdo de una vida, entre las luces y las sombras.
Navega entre su primer deseo, el primer amor de adulto en aquellos tumultuosos años 80 en Madrid, el dolor que ocasionó la ruptura de dicho amor, la escritura como terapia, tan importante para muchos escritores y el descubrimiento del cine, hasta llegar al ocaso, no deseado, pues el sueño de crear, sigue latente en él.
Pero hay otros elementos que mantienen en guardia a Pedro en su cuidado guion: la muerte, las adicciones, la enfermedad, la inocencia, la madurez, los recuerdos, los miedos, los traumas, la pérdida, el no haber dejado resueltas determinadas cuestiones, el vacío y hasta el silencio. Temas que muestra con total honestidad entre el dolor de ese tiempo que no volverá y la gloria de sus triunfos, con la figura de su madre, como gran baluarte.
Quienes hemos seguido su extensa filmografía, sabemos de la importancia del cuerpo físico como reclamo del deseo, aquí, con la sabiduría que le otorgan los años, el cuerpo toma otro cariz, además del mencionado, como no podría ser de otra manera. Tal vez siendo más consciente que nunca de la vulnerabilidad del ser, al enfrentarse a las enfermedades y los achaques, sabiendo que nos ganan la partida. En un osado atrevimiento, rompiendo la narración en un momento determinado, nos muestra una clase de anatomía, entre imágenes virtuales detallando todos los males que el personaje padece; y su osadía le sale bien, muy bien.  
Almodóvar, en dolor y gloria, nos ofrece un filme que surge de lo más profundo de sus entrañas y de la parte más privada y personal de su mente, para adentrarnos en un mundo de hombres, más que de mujeres como nos tiene acostumbrados. En su nuevo filme, teje con suma pericia, entre otras historias, la de un triángulo que le ayudará a cerrar una etapa de la vida del personaje.  Por un lado conoceremos a Alberto Crespo (Asier Etxeandia), un actor en busca de trabajo y con el que Salvador desea reconciliarse tras treinta años sin verse - por un tema que el espectador ya conocerá -  Tras dicha reconciliación, Alberto descubrirá  un texto inédito de Salvador, a quien convence para que se lo ceda como monólogo. “La adicción” será el monólogo que habla del cine, de las pantallas sobre paredes blancas y  de una historia de amor que se truncó por las drogas. Ese amante descrito en el monólogo, que no ha olvidado,  que sin él saberlo ha regresado a Madrid por unos días y bajo su desconocimiento está viendo la función, le sorprenderá con una llamada y un encuentro necesario. Un personaje interpretado por Leo Sbaraglia, con quien de forma ingeniosa, cerrará otra de esas etapas oscuras de su corazón. ¿Del corazón de Salvador?
Estamos ante uno de los  grandes  maestro de la planificación y de la dirección de actores, que aquí, más que nunca, juega con el pasado, el presente, la ficción y la realidad, en el que posiblemente sea su trabajo más sólido. Una obra maestra que defiende desde la honestidad, la sencillez y la naturalidad y como buen maestro, logra que sus discípulos, sus actores, entreguen toda esa verdad al espectador.  Como en una revelación, me quedo con la frase que Salvador niño cuando le preguntan si desea estudiar, sonriendo contesta: “Sí, quiero estudiar, para luego enseñar lo que he aprendido”
Cuenta con tres actores masculinos: Antonio Banderas, Asier Etxeandia y Leo Sbaraglia, a los que no se les puede pedir nada. Están soberbios, excepcionales y creíbles, bien arropados por unas siempre perfectas Julieta Serrano junto a Penélope Cruz, dando vida a la Madre  de Salvador en el presente y pasado respectivamente, para continuar con el resto del reparto, del cual  quiero destacar a los dos  actores noveles: Asier Flores, encarnando a Salvador de niño, tierna y maravillosa actuación y al joven Cesar Vicente, al que le auguro un buen futuro, por la espontaneidad y naturalidad que desprende, entre su mirada, su atractivo y carisma, traspasando la pantalla cuando actúa. 
Para terminar, no me puedo olvidar de la fotografía, a través del objetivo, de José Luis Alcaine, un habitual en la filmografía de Almodóvar, que impregna con su sello lo que el maestro desea mostrar, y la exquisita banda sonora de Alberto Iglesias, también frecuente en sus películas, entre temas tan populares como el  de “A tu vera” interpretado en esta ocasión  por Rosalía y Penélope Cruz.
Mi nota y ya tenía ganas de hacerlo con una película de este maestro es: 10
ESTRENO en ESPAÑA: 22 de Marzo
REPARTO: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo, Julieta Serrano, Nora Navas, Neus Alborch, Rosalía, Cecilia Roth, Cesar Vicente, Susi Sánchez, Eva Martín, Carmelo Gómez, Julián López, Marisol Muriel Asier Flores, Paqui Horcajo, Neus Alborch.
PRODUCTORA: El Deseo.
DISTRIBUIDORA en ESPAÑA: Sony Pictures Entertainment (SPE)