Tal como hoy, hace 43 años nos
abandonó uno de los grandes escritores de la generación del 98. José Augusto
Trinidad Martín Ruiz. Tal vez su nombre no les suene a muchos, pero si lo
dejamos en su seudónimo “Azorín” creo cualquier amante de la literatura se recordará
de alguna de sus obras.
Azorín nació en Alicante,
Monóvar, el 8 de junio de 1873 y murió en Madrid el 2 de marzo de 1967. Junto a
Baroja y Maeztu fue uno de las tres cabezas principales de la generación del
98. En 1893 publicó un folleto, la crítica literaria en España, con el
seudónimo de “Cándido” y en 1894 con el seudónimo de “Ahrimán” su primer libro
“Buscapiés”.
Estudió bachillerato en el
Colegio de Escolapios en Yecla, Murcia, de donde era su padre, militante en el
Partido Liberal-Conservador; donde llegó a ser alcalde y diputado. Ejercía de
abogado en Monóvar y poseía una importante hacienda. Azorín se crió en una
familia tradicional burguesa y acomodada. Fue el mayor de sus nueve hermanos.
Entre 1888 y 1896 cursó estudios
de derecho en Valencia, donde se interesaba por el krausismo y el anarquismo y
se entrega a febriles lecturas literarias y políticas.
Tras sus trabajos en periódicos
como: La Educación Católica de Petrer, El Defensor de Yecla, El Eco de Monóvar,
El Mercantil Valenciano e incluso en El Pueblo, periódico de Vicente Blasco
Ibáñez, casi siempre con críticas teatrales de obras de fuerte contenido
social. Elogiando las obras de: Ángel Guimerá, Benito Pérez Galdós y Joaquín
Dicenta, muestra sus inclinaciones anarquistas. Traducirá el drama La intrusa
de Maurice Maeterlinck, entre otras obras y en 1895 Azorín publicará sus dos
primeros ensayos: Anarquistas literarias y Notas sociales, en las que presenta
al público sus principales teorías anarquistas.
En 1896 se establece en Madrid
donde colabora en periódicos y revistas, fue crítico y traductor y colaboró con
El País (1896) donde fue despedido. Al año siguiente trabajaría para El Progreso
recibiendo el apoyo de Leopoldo Alas. Poco a poco su nombre comenzó a sonar
hasta llegar a escribir para publicaciones hispanoamericanas, como El diario de
la Marina de la Habana, siempre firmando con seudónimos.
No sería hasta 1904, cuando
adopta su seudónimo definitivo “Azorín” publicando su trilogía: La voluntad,
Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo.
Su actividad política comenzará
en 1905, al colaborar en ABC. Antonio Maura y sobre todo el ministro Juan de la
Cierva y Peñafiel, se convierten en sus máximos valedores y entre 1907 y 1919
sería 5 veces diputado, y dos breves temporadas subsecretario de Instrucción
Publica (1917 y 1919) Tras una larga trayectoria en la prensa madrileña se
incorpora a la Vanguardia como escritor literario, donde escribiría cerca de
200 artículos.
Viajó incansablemente por España
y ahondó en la lectura de los clásicos del Siglo de Oro.
En 1924 fue elegido Miembro de
Real Academia Española.
Durante la primera Guerra Mundial
se refugió en Francia y luego, desde 1936, al estallar la Guerra Civil Española
tomó como residencia París, regresando a España gracias a la ayuda del ministro
de interior, Ramón Serrano Suñer, a quien en 1955 dedicó su obra: El pasado.
En 1946 se le otorgó la Gran Cruz
de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
Sus obras se dividen
fundamentalmente en dos grandes apartados: Ensayo y novela, aunque también
escribiría obras teatrales…
Me centraré, para terminar en sus
novelas, que se pueden dividir en cuatro etapas:
La primera etapa: Muestra
predominio de los elementos autobiográficos, tomando como protagonista a
Antonio Azorín (del cual toma el seudónimo) personaje de ficción que se
convierte en la conciencia de su creador. Entre ellas destacan: La voluntad
(1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904)
En su segunda etapa, Azorín
reflejará a través de sus personajes sus propias inquietudes: La fatalidad, la
obsesión por el tiempo, el destino, etc. Entre esas obras encontramos: Don Juan
(1922), basada en la conversión cristiana del mito. Doña Inés (1925)
A la tercera etapa corresponden:
Félix Vargas (1928) Superrealismo (1929) y Pueblo (1939) todas ellas marcadas
por el vanguardismo y por el drama personal y cosmológico inspirado en el gran
poeta austroalemán Rainer María Rilke.
La cuarta etapa y tras un
silencio profundamente marcado por la guerra civil, Azorín vuelve a la
narrativa con El escritor (1941), María Fontán (1943) y La isla sin aurora
(1944)
Su forma de escribir, tan
peculiar, se caracterizaba por el impresionismo descriptivo, por el uso de una
frase corta y de sintaxis simple, por el menudeo de un léxico castizo y por las
series de dos adjetivos unidos por una coma.
En sus últimos años vivió muy
recluido en sus lecturas y paseos solitarios, así como su afición al cine,
convirtiéndose en un asiduo incansable y comentador.
Quienes lo conocieron hablaban
sobre él que era un hombre tímido, cortés, bondadoso y con cierta ironía
inocente.
Se casó con Julia Guinda, quien
lo acompañó inseparablemente a lo largo de tantos años de meditación y labor.
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