En el principio de
los ochenta corrían tiempos de cambios y nadie deseaba quedarse atrás, cuando
en realidad, en algunas cuestiones lo estabas haciendo sin ser consciente de ello; pero eres joven,
con toda la vida por delante y con esos años de libertad que la democracia traían para todos, y no piensas más allá de lo justo. Si antes, en la época del
dictador existían las drogas como el Costo o la Marihuana, sustancia que como
sabéis se unen al tabaco, yo lo desconozco, pues en realidad las drogas, fueran
del carácter que fueran y su mundo, nunca me han interesado, pero no negaré que
las probé. Esas llamadas drogas blandas (Costo y Marihuana) que unidas al
tabaco nos hacían vivir situaciones más divertidas y desinhibidas. La verdad
que yo eso no lo necesitaba, nunca he precisado ni las drogas, ni el alcohol
para divertirme, todo lo contrario, las primeras me provocaban sueño y hambre,
salvo en una ocasión que en una fiesta en Palma de Mallorca me pasé en el
consumo de los dichosos porros y la bebida y terminé bastante perjudicado. Aún
recuerdo que al despertarme al día siguiente, me odié por el estado en que
estaba. Me dolían hasta las pestañas, por lo que tras aquel viaje de una semana
con amigos, me dije que no volvería a mezclar el tabaco con otras sustancias, y
así fue, pero el dichoso tabaco seguía formando parte de mi vida.
La pastosidad de la
que os hablaba en el capítulo anterior que sentía en la boca y el mal olor que
se pegaba a mi piel y a la ropa, desapareció en mí. Entraba en otra parte de la
espiral de los escalones que el tabaco buscaba alcanzar en mi organismo, y para
ello, sutilmente decidió seguir engañándome. Tal vez tú, que está leyendo estas
líneas digas: “a mí eso no me pasa” Claro que te pasa, nos ha pasado a todos. El
olfato va perdiendo las propiedades que lo caracterizan, porque en nuestras fosas nasales se va alojado
la nicotina y otras sustancias. ¿Habéis probado alguna vez a limpiaros con un
pañuelo de papel las fosas nasales tras haber fumado dos o tres cigarros, de
forma profunda? Hacedlo y veréis el resultado. El pañuelo tornará a un color
amarillento más o menos fuerte, dependiendo de lo que caléis el cigarrillo y
también de la marca que fumáis. Y aunque ese color amarillento sea liviano, os puedo
asegurar que en las paredes internas de vuestra nariz se van depositando las
dichosas sustancias venenosas día tras día. Poco a poco, tomándose su tiempo,
para que tú consciencia no sea capaz de percibirlo y llegar el momento en que
estés totalmente acostumbrado, hasta el punto que el olor que una flor desprendía
y tú olías a cierta distancia, ahora tienes que acercártela a la nariz para
sentir su aroma. Pero creerás que los motivos que ha generado ese acercamiento,
son otros y no paras a detenerte que lo está provocando ese cilindro al que
prendes fuego una y otra vez.
Pero sobre estos
temas iremos también aunando más adelante, porque todo es una gran cadena, que
al principio no parece tener importancia y luego ya no hay quien se libre de ella.
Bueno, sí, claro que se puede uno librar.
En este capítulo os
quería hablar en particular, de esas otras sustancias que unimos al tabaco. Imaginaos,
si ya el tabaco de por sí, tiene cientos de sustancias, algunas desconocidas y
todas perjudiciales para nuestro organismo, une además una droga más y el cóctel
está servido. Si el tabaco ya es dañino, la fusión con las drogas destruirá
incluso neuronas de nuestro cerebro.