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lunes, 21 de marzo de 2016

REFLEXIÓN SOBRE LA SEMANA SANTA


Llega la Semana Santa y cada año en algunas redes sociales, surgen las críticas a dicha celebración.
De entrada sabéis muchos, porque siempre lo he dicho por activa y pasiva, que hay muchas cosas de la iglesia católica con las que no comulgo y ya las he expuesto en otros momentos.Rara vez entro en una iglesia y rara vez hablo ya con un sacerdote, aunque confieso siempre que creo en Dios y que me gusta seguir el mandato y la ideología de Jesús de Nazaret  y no el que la iglesia ha manipulado en tantas ocasiones, para su beneficio.
España es un país aconfesional desde 1978 y cada uno puede elegir que religión profesar o simplemente ser ateo, como hay tantos en este país y en el mundo. Lo que me da rabia,  coraje y cierta vergüenza, es que se critique con tanta acritud y falta de respeto a la religión católica y a sus actos; porque queramos o no, La Semana Santa es parte de nuestras tradiciones y cultura social. Unas tradiciones y cultura, que no provocan ningún daño a nadie y sí bien a muchas personas creyentes. Y entiéndase bien:
 LA RELIGIÓN COMO CREENCIA, NO QUIENES LA ADMINISTRAN Y DIRIGEN, QUE NADA TIENE QUE VER, AUNQUE PAREZCA QUE SÍ.
Matizo porque son los hombres los que pueden provocar males, daño y sufrimiento a otras personas abusando de su posición y manipular a su antojo, pero desgraciadamente eso no sólo sucede en la religión, sino en la política, en el trabajo e incluso con los amargados/as que intentan hacer la vida imposible a un semejante.
Por lo tanto, nos guste más o menos, no entendamos por qué un nazareno llora amargamente porque no puede salir el paso al que adora con devoción y fervor. ¿Por qué alguien sale con los pies descalzos o se fustiga haciéndose heridas en la piel? ¿Por qué un costalero se destroza la espalda aguantando el peso del paso junto a otras personas?  El porqué  de tantas y tantas preguntas que muchas veces nos hacemos, porque yo también me las he hecho. Pero lo que tengo claro, entre todas esas preguntas y muchas más, es que respeto a cada una de esas personas y no hago la broma fácil sobre lo que puede o no representar un paso determinado, simplemente con el ánimo de tener un minuto de gloria, con una provocación innecesaria.
Sí, también sé que muchas personas toman la Semana Santa como un festejo lúdico donde lo que menos importa, por más que digan que sí, es el sentido de dicha celebración, pero por unos pocos, no debemos olvidar que hay mucha gente, que para ellos esos días son de suma importancia.
Y escribo esto yo, alguien que ha vivido la iglesia muy de cerca, hasta el punto que quise unirme de joven a una orden para ser misionero, aunque mi idea no era estar encerrado en una iglesia, sino ayudando al prójimo. Recuerdo que mi madre se negó y cuando la pregunté, a ella, que era cristiana hasta la médula, me respondió: “Tú no estás destinado para formar parte del mundo de la iglesia, si de verdad quieres ayudar a los demás, lo puedes hacer de muchas formas” Y sí, es cierto, de ella aprendí, aprendí los grandes valores que en muchas ocasiones, esta sociedad ha perdido: Respeto, educación, saber estar, comprensión, ayuda desinteresada, saber escuchar a los demás, comprender la diversidad del ser humano, no infligir daño físico o psíquico, ayudar al desfavorecido,  amar como te gustaría que te amaran… Y tantos valores que hemos perdido u olvidado, por el ego, por el deseo de querer tener más que el vecino o por la ambición desmedida.
¿Sabéis por qué muchas veces no somos felices, caemos en depresión o no somos capaces de esbozar una sonrisa? Entre otras muchas, porque estamos más pendientes de lo que hacen los demás, de lo que realmente podemos hacer nosotros. Miramos a los demás y caemos en el error de desear lo que tiene, cuando nosotros podemos tener mucho más que ellos, en muchos sentidos.
Esta ha sido una de esas reflexiones que algunas veces me surgen al leer en algunas redes sociales.
Os deseo una Feliz Semana Santa y que la viváis como de verdad deseéis, sin mirar como lo hacen los demás.