Llega la Semana Santa y cada año en algunas redes sociales,
surgen las críticas a dicha celebración.
De entrada sabéis muchos, porque
siempre lo he dicho por activa y pasiva, que hay muchas cosas de la iglesia católica
con las que no comulgo y ya las he expuesto en otros momentos.Rara vez
entro en una iglesia y rara vez hablo ya con un sacerdote, aunque confieso
siempre que creo en Dios y que me gusta seguir el mandato y la ideología de
Jesús de Nazaret y no el que la iglesia
ha manipulado en tantas ocasiones, para su beneficio.
España es un país aconfesional desde 1978 y cada uno puede
elegir que religión profesar o simplemente ser ateo, como hay tantos en este
país y en el mundo. Lo que me da rabia, coraje y cierta vergüenza, es que se critique con
tanta acritud y falta de respeto a la religión católica y a sus actos; porque
queramos o no, La Semana Santa es parte de nuestras tradiciones y cultura social. Unas tradiciones y
cultura, que no provocan ningún daño a nadie y sí bien a muchas personas
creyentes. Y entiéndase bien:
LA RELIGIÓN COMO CREENCIA, NO QUIENES LA
ADMINISTRAN Y DIRIGEN, QUE NADA TIENE QUE VER, AUNQUE PAREZCA QUE SÍ.
Matizo porque son los hombres los que pueden provocar males,
daño y sufrimiento a otras personas abusando de su posición y manipular a su
antojo, pero desgraciadamente eso no sólo sucede en la religión, sino en la
política, en el trabajo e incluso con los amargados/as que intentan hacer la
vida imposible a un semejante.
Por lo tanto, nos guste más o menos, no entendamos por qué un
nazareno llora amargamente porque no puede salir el paso al que adora con
devoción y fervor. ¿Por qué alguien sale con los pies descalzos o se fustiga
haciéndose heridas en la piel? ¿Por qué un costalero se destroza la espalda
aguantando el peso del paso junto a otras personas? El porqué
de tantas y tantas preguntas que muchas veces nos hacemos, porque yo
también me las he hecho. Pero lo que tengo claro, entre todas esas preguntas y
muchas más, es que respeto a cada una de esas personas y no hago la broma fácil
sobre lo que puede o no representar un paso determinado, simplemente con el
ánimo de tener un minuto de gloria, con una provocación innecesaria.
Sí, también sé que muchas personas toman la Semana Santa como
un festejo lúdico donde lo que menos importa, por más que digan que sí, es el
sentido de dicha celebración, pero por unos pocos, no debemos olvidar que hay
mucha gente, que para ellos esos días son de suma importancia.
Y escribo esto yo, alguien que ha vivido la iglesia muy de
cerca, hasta el punto que quise unirme de joven a una orden para ser misionero,
aunque mi idea no era estar encerrado en una iglesia, sino ayudando al prójimo.
Recuerdo que mi madre se negó y cuando la pregunté, a ella, que era cristiana
hasta la médula, me respondió: “Tú no
estás destinado para formar parte del mundo de la iglesia, si de verdad quieres
ayudar a los demás, lo puedes hacer de muchas formas” Y sí, es cierto, de
ella aprendí, aprendí los grandes valores que en muchas ocasiones, esta
sociedad ha perdido: Respeto, educación, saber estar, comprensión, ayuda
desinteresada, saber escuchar a los demás, comprender la diversidad del ser
humano, no infligir daño físico o psíquico, ayudar al desfavorecido, amar como te gustaría que te
amaran… Y tantos valores que hemos perdido u olvidado, por el ego, por el deseo
de querer tener más que el vecino o por la ambición desmedida.
¿Sabéis por qué muchas veces no somos felices, caemos en
depresión o no somos capaces de esbozar una sonrisa? Entre otras muchas, porque
estamos más pendientes de lo que hacen los demás, de lo que realmente podemos
hacer nosotros. Miramos a los demás y caemos en el error de desear lo que
tiene, cuando nosotros podemos tener mucho más que ellos, en muchos sentidos.
Esta ha sido una de esas reflexiones que algunas veces me
surgen al leer en algunas redes sociales.
Os deseo una Feliz Semana Santa y que la viváis como de
verdad deseéis, sin mirar como lo hacen los demás.
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