Hoy se conmemora el 25 aniversario de la caída de un muro que jamás
debió de levantarse y dividir a un pueblo por ideales políticos y económicos,
donde miembros de familias enteras, quedaron aislados durante dos décadas y
media.
El muro de Berlín, también llamado el muro de la vergüenza, fue la
frontera física que se puso en marcha el 13 de agosto de 1961 separando la zona
de la República federal Alemana (Berlín Oeste) de la capital de la República
Democrática Alemana. Berlín Oeste o Berlín Occidental era un enclave
perteneciente al espacio económico de la República Federal Alemana (RFA) en
medio del territorio de la República Democrática Alemana (RDA) y legalmente no
formada por la RFA.
No voy a entrar en su historia, porque sobre ella hay mucha
información tanto en Internet, como en libros de historia y un largo etcétera,
que la cuentan mucho mejor que yo podría hacerlo, pero en este feliz
aniversario comentar que ese muro de la vergüenza se extendía a lo largo de 45
kilómetros que dividía la ciudad de Berlín en dos, convirtiéndose para bochorno
de los alemanes en el símbolo de la Guerra Fría y de la separación de todo un
pueblo, donde decenas de personas, en esos años, murieron por el intento de
cruzar una parte de un país que nunca debió separar a los suyos.
La caída como todos saben, vino motivada por la apertura de
fronteras entre Austria y Hungría en mayo 1989, ya que cada vez más alemanes
viajaban a Hungría para pedir asilo en las distintas embajadas de la RFA. Este
hecho, motivó enormes manifestaciones en Alexandreplatz que llevaron a que, el
9 de noviembre del año citado, el gobierno de la RDA afirmara que el paso hacia
el oeste estaba permitido. Estas palabas provocaron que ese mismo día, miles de
personas se agolparan en los puntos de control para poder cruzar el otro lado y
nadie puedo detenerlos, de forma que se produjo un éxodo masivo.
Al día siguiente, se abrieron las primeras brechas en el muro y
comenzó la cuenta atrás para su derribo.
Después de más de 25 años, muchos familiares y amigos pudieron
volver a abrazarse.
No porque hoy salte esta noticia feliz para la libertad de todo
un pueblo como es el alemán sino siempre, me hago la misma pregunta. ¿Por qué
el ser humano sigue siendo tan ambicioso, prepotente y egocéntrico que desea el
dominio no solo de una tierra que no les pertenece sino también de la vida, de
los sentimientos, de las emociones de los seres humanos?
Viendo esta noticia y echando la vista atrás, parece en realidad que
hemos aprendido muy poco. La soberbia, la avaricia y el deseo de poder, entre
otros, parece que no han cambiado nada, y no tienen límite para un grupo de
indeseables políticos.
Hoy en día la gran mayoría de los políticos siguen gobernando para
ellos mismos, olvidándose de que es el pueblo el que les pone en sus escaños.
Hoy en día la gran mayoría de los políticos crean guerras internas
entre el pueblo, provocando e incitando al miedo, al desconcierto y la
incertidumbre. Miedos envueltos en un pasado que nunca volverá, pero que ellos pretenden reactivar en nuestras mentes para
que el pueblo no se mueva y esté bajo sus pies, bajo su dictadura. Desconcierto
ante los engaños, mentiras y falsedades que tenemos que soportar y donde bajo
esas palabras y otras, nace la incertidumbre en nuestras mentes. ¿Será verdad?
¿Nos estarán engañando? ¿Hay tanta crisis? Preguntas que los más mayores se
hacen bajo los fantasmas del pasado vivido y preguntas que ya se contestan
valientemente las nuevas generaciones porque si no, sus vidas no tienen futuro.
Hoy en día la gran mayoría de los políticos no hacen política. No
piensan en su pueblo, se han convertido en un Circo constante donde tenemos que
mirar para otro lado, intentar en ocasiones no escuchar y muchas veces no nos
atrevemos a hablar, porque el coraje nos enciende ante tanta tiranía y
despropósito. Políticos que se insultan entre ellos, que se desprecian delante
de las cámaras y luego se van de cena juntos. Políticos embaucadores que han
llenado sus cuentas de ahorro, no en España, sino fuera de nuestras fronteras
en paraísos fiscales y todavía agreden contra otros que les han engañado,
cuando ellos han sido los estafadores.
Hoy en día no son balas las que cruzan por encima de nuestras
cabezas, es el vil dinero el que ha convertido el planeta en una guerra
constante.
Hoy en día no son balas las que matan a los ciudadanos, sino el
hambre y la desesperación que han provocado unos políticos cada vez más
corruptos y que mientras ellos atesoran fortunas indecentes, los ciudadanos
perecen por no tener unos euros para comer.
La justicia no siempre es justa,
pues hasta ella ha llegado el poder político y económico, cuando deberían
ejercer el poder de la igualdad, de la justicia y de sentenciar sobre aquellos
que han provocado el caos.
Las libertades nunca deben de ser cuestionadas y tal vez, sea hora
de ir derrumbando otros muros invisibles que a través de las décadas, han
levantado de forma cobarde, vergonzosa y tiránica, tantos políticos para su
bienestar propio, y el malestar, caos y hundimiento del resto del pueblo.