Espero os guste:
Las primeras gotas de lluvia
comenzaron a caer. Gotas gruesas que fueron mojando el asfalto y sus prendas. Leo
se refugiaba bajo los aleros de los comercios y de los edificios, mientras que
Andrey continuaba caminando despreocupadamente, dejando que el agua empapara su
camisa blanca, la cual se fue pegando a sus torneados músculos. Leo lo admiró y
disfrutó de aquella visión. Le excitó cómo el tejido dibujaba cada parte de su
torso y brazos que no podía ver y los abdominales que se marcaban como una
tabla de lavar. El pelo cobró una dimensión
distinta y justo cuando un fuerte rayo iluminó la noche temprana, le miró. Le
miró con sus ojos negros y le sonrió con su blanca y perfecta dentadura.
-
Me encanta que llueva.
La gente corría de un lado para
otro, para evitar calarse hasta los huesos. Algunos abrían sus paraguas,
previsores de lo que la tarde ya había presagiado y Leo decidió resguardarse
entre los escaparates de un comercio. Andrey se apoyó contra una de aquellas
cristaleras, en un silencio total, en una postura sensual. Parecía la imagen de
un modelo en plena sesión fotográfica. Iluminado por los incesantes
rayos, como el flash de una cámara. Sacudió su melena, las gotas se esparcieron
junto a las que caían de forma copiosa, y Leo se lo imaginó como un animal
lascivo y provocador. Sintió una fuerte erección e intentó disimular, pero fue
imposible ante los ojos de su compañero que le sonrió.
-Se te ha puesto muy dura.
- Sí. Lo siento. Es que me excita
verte así. Pareces un ser de otro mundo. Tienes una imagen salvaje con esa
camisa tan pegada al cuerpo, cómo se marca cada músculo y la melena selvática,
sin olvidar la profundidad de tus ojos y la sonrisa que roba protagonismo a los
propios rayos.
Andrey no le dijo nada, se
aproximó a él y tomándole por los laterales de la cabeza, con sus manos frías y
húmedas, le estampó un beso en los labios. Leo creyó desmayarse. Simplemente,
labio con labio, le enardeció. Leo abrió la boca, para que el beso fuera más
profundo, pero Andrey se retiró con una sonrisa pícara y llena de vicio.
-
Hijo de puta – le susurró.
Andrey se rió a carcajadas y un
nuevo rayo seguido de un trueno, parecieron crear una sinfonía entre ellos.
-
Cierra los ojos – le pidió con voz aterciopelada – y no
los abras hasta que yo te lo pida.
Leo obedeció y
Andrey lo abrazó con fuerza. En décimas de segundo, Andrey lo elevó por los
aires y en aquel espacio ingrávido, se desplazó a tal velocidad, que ni las
gotas de agua lo rozaron, ni ningún transeúnte pudo verlos.
En aquellos
instantes, que fueron poco más de dos minutos, Leo percibió un fuerte dolor de
cabeza, un extraño mareo y un aroma que le embriagó….
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