Desde hace unos días percibo la
desazón que el final de verano provoca en mi cuerpo. Cuando comenzaron a
languidecer los días. Cuando el calor del gran astro rey ya no nos
proporcionaba el calor intenso, aunque los días aún sean tan agradables. Cuando
avisté cómo las primeras hojas caían de los árboles. Cuando los colores del
atardecer estaban cambiando. Cuando en el ambiente, aún viviendo en la ciudad,
los olores son distintos.
Sí, desde hace unos días percibo
la desazón que el final del verano provoca en mi cuerpo, y es que el otoño hace
acto de presencia. Con sus colores ocres, con los días más cortos, vistiendo y
desvistiendo a la naturaleza para prepararla hacia la estación más gélida que
es el invierno, y templando el impulso de los meses de verano.
El otoño siempre me ha deprimido
en sus primeros días, o sus primeras semanas, aunque también es la estación
donde más febril me siento para escribir, y es que en esta estación, los
sentidos se agudizan y los sentimientos se contraen.
Bienvenido Otoño, aunque en mí
dejes esa huella eterna año tras año.
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