martes, 4 de septiembre de 2012

EL ENCUENTRO: UNA HISTORIA DETENIDA EN EL TIEMPO HACE 20 AÑOS


Este fin de semana he estado alejado del mundanal ruido. El motivo fue un encuentro. Un encuentro con amigos que hace tan sólo unos meses, no pensaba encontrarme, al menos, con todos a la vez.

La iniciativa de uno de ellos, Agus, ha logrado que 14 personas que se fueron conociendo entre el año 1992 y el 93, se reencontrasen.

Algunos de ellos llevábamos casi 20 años sin vernos, y la mayor sorpresa que me llevé el sábado, es que además de que ante mis ojos, apenas habían cambiado físicamente, fue que al comenzar a conversar, lo hicimos como si hubiera pasado tan sólo un día.

El escenario fue: la sierra madrileña, en Collado Mediano, en la casa de los padres de Rosa. Una casa que se llenó de alegría, de felicidad desbordada por los pequeños que deseaban disfrutar de la piscina, de todos nosotros mirándonos a los ojos, entre abrazos y seguramente muchas lágrimas contenidas por lo emotivo del momento y entre palabras que se habían quedado detenidas en el tiempo y que volvían a surgir de forma espontánea.

Pasadas las primeras horas, en un abrir y cerrar de ojos, las compras para la cena, todos unidos y organizados, sin organización premeditada y tras la cena de los peques, en aquella terraza, con una temperatura agradable, pero que seguramente desde nuestros corazones desprendíamos con mayor fulgor, cenamos en convivencia. Hablando entre todos, comentando mil momentos, no sólo del pasado, pues ya todos lo conocíamos, sino del presente, de la sociedad, de lo que a nuestro alrededor se cernía y nos preocupaba.

Llegó la hora de dormir, de descansar, aunque nos costaba levantarnos y abandonar la conversación, pero al día siguiente, todo volvió a cobrar magia. Ser despertado por los niños jugando y gritando, es sentir el mejor de los despertadores. Las horas pasaron y el regreso a la normalidad también.

Nos fuimos despidiendo, con una promesa, continuar cada año celebrándolo. José Ignacio sugirió que el próximo año fuera en Cantabria y al siguiente en Londres, pues Ana y Stuart viven allí.

Siempre he considerado que la verdadera amistad, aunque se esté a cientos de kilómetros de distancia y en el tiempo no nos podamos encontrar, en nuestro interior continúa latente, viva y que tan sólo es necesaria una pequeña chispa para encender el gran fuego que sin duda es la amistad y la comunicación.

Gracia a todos por ser como sois. Por no haber cambiado, por mantener ese espíritu dentro de vosotros y desprenderlo con la mirada y la sonrisa.

Os quiero a todos y a los que no pudieron venir, emplazaros para la próxima quedada.
 

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