Y tras 9 meses, llegó el verano. Aunque
la verdad que este año, el tiempo está demasiado loco como para predecir si
pasaremos mucho o poco calor; y es que hacía demasiadas décadas que no veíamos
una primavera como la que nos ha abandonado, en ocasiones rozando el tiempo
otoñal e incluso algunos días, parecía invierno. Lluvias torrenciales, vientos huracanados,
frío y cielos con nubes tan grises que aplanaban a uno. Sólo nos faltó la
nieve.
Lo franceses dicen que los
españoles tendremos un verano fresquito. ¿Será porque quieren tener ellos sus
playas llenas de turistas? La verdad que nadie sabe, y seguramente ni el mejor
de los meteorólogos, qué va a suceder de aquí a 15 días, o incluso a una
semana. Qué nos hemos cargado el ecosistema, nadie lo puede negar a estas
alturas. Qué los elementos se revelan ante las barbaries que se han cometido en
nuestro planeta azul, tampoco se puede dudar.
Lo que sí es cierto, es que mi
estación favorita ha llegado. Y únicamente quiero decir: Bienvenido Verano, te
esperaba, no como el agua de mayo, que hemos tenido de sobra, sino porque
reavivas cada una de las células de mi cuerpo. Me haces sentir vivo, disfruto
del gran hermano sol despertándome cada mañana con sus rayos atravesando los
cristales de mi ventana, y espero que pronto con ésta abierta, pues me encanta
sentir la brisa cálida de la noche como una sábana natural, mientras descanso.
Y por supuesto, el momento de reencontrarme en esos días vacacionales, con los
cuatro elementos, alejándome de esa forma del cansancio del trabajo acumulado y
el estrés que provoca el asfalto de la gran ciudad.
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