CAPÍTULO
XVI
Y
MI ESTÓMAGO DIJO: NO
Sí, mi estómago se reveló, posiblemente ante tanta
medicación distribuida por vena, como en pastillas. Y es que para mantener a
una persona sin dolores, con una operación como la mía, hace falta de muchos
calmantes, sobre todo, a mi juicio, para paliar el dolor de los tubos que van
introducidos entre las costillas y que sirven de drenaje. Son una verdadera
tortura, que no deseo a nadie. Además también hay que pensar en los antibióticos.
En fin, que mi estómago, que es un poco delicado, dijo un día NO.
Ya os he comentado que una noche, tras haber pasado un día
muy malo, lancé todo lo que había digerido por la boca; pues bien, al día
siguiente, cuando intenté meter algo en el estómago, resultó como una bomba de
relojería. No era una molestia, no. Ardía literalmente, os lo aseguro. Era como
si se encendiera dentro de mí una estufa de leña.
Yo que soy de buen comer y aquellos días atrás lo había
demostrado no dejando nada en la bandeja, ahora pasaba ante mí la comida y sin
poder catarla, tan sólo un yogur y un caldo. Y este acontecimiento, no
esperado, sí que me desesperó. Podía soportar los dolores, podía aguantar los
mareos, el caminar con dificultad, el agotarme más de lo esperado… Pero no
poder comer, aquello significaba debilidad y cuando uno está enfermo, precisa
de todas sus fuerzas. Me dijeron que si pasaba unos días así, me realizarían
algunas pruebas, y entonces me dije a mí mismo, no, esa prueba no la quiero
pasar precisamente ahora: La endoscopia. Y puede parecer ridículo que me negara
y cerrara mentalmente a tal prueba, pero os aseguro, que tras todo lo pasado
los meses anteriores y durante el proceso de después de la operación, no me
quedaban ganas, fuerzas, ni motivación para subirme a una camilla y dejarme
introducir otro tubo por la boca con todo lo que aquello suponía. Soy muy buen
enfermo, siempre me lo han dicho, pero amigos, hasta los buenos enfermos nos
podemos volver por unos instantes rebeldes cuando creemos estar bajo mínimos. Claro
está, que luego, cuando llega el momento, de una forma sorprendente, nuestra
mente se pone firme y nos demuestra que podemos un poco más.
Hace dos días he conseguido volver a comer, de momento
poco a poco. He sido paciente, y con mis yogures, los magníficos caldos y
comidas especiales que me han ofrecido: Rosa, Sofía y Andrés. Los productos
nutritivos que me trajo Raúl, y el deseo siempre de mejorar, de recuperarme, de
volver a estar bien.
Y es que siempre lo he dicho, cualquier tipo de
enfermedad nos hace caer, pues pocas veces o ninguna estamos preparados para
ello; pero somos nosotros, con nuestra entereza y fortaleza, aunque en esos
momentos no las sintamos, quienes podemos crear en nuestro interior el mayor fármaco
para curarnos: El optimismo, la paciencia, las ganas de luchar, el deseo de
dejar atrás todo lo que nos está pasando. Los antibióticos, calmantes, etc, son
nuestros aliados. Los médicos nuestros consejeros, pero nosotros, nosotros
amigos, somos los guerreros que debemos luchar para que nuestro cuerpo siempre
esté sano, o ayudarlo a sanar, cuando no lo está.
Así que si alguien lee este texto, está pensando que no,
que él no tiene fuerzas, o ya ha perdido las esperanzas, que interiorice en él
y verá que siempre está esa luz, esa chispa de energía que le espera para sacar
fuerzas y seguir adelante. Yo lo he vivido, yo lo he sentido, yo lo he
experimentado, por tanto tú, también puedes.