sábado, 19 de mayo de 2012

CARTA AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO: MARIANO RAJOY


A Su Señoría  El Presidente del Gobierno Español: Mariano Rajoy.

Estimado Sr:

Soy un ciudadano, como los millones que hay en este país. Personalmente, debo decir, que en las últimas elecciones no lo voté, como tampoco lo hice a su adversario directo el PSOE. El motivo principal, era claro, como lo pensaron otros tantos españoles que hicieron lo mismo que yo: Estábamos cansados de tanto ir y venir, de tantas discusiones que llevaban a cabo, de tanto tirarse trapos sucios a la cabeza y no buscar realmente soluciones a los problemas, de tanto…

Pero ustedes ganaron y buscaron ganar, sabiendo que la tarea no era fácil. Conocían muy bien a los problemas que se iban a enfrentar, a la crisis, a los chanchullos en las administraciones y el dinero despilfarrado durante años; pero ustedes lo sabían y así todo, sabedores de todos esos problemas querían por encima de todo: Ganar.

Metafóricamente hablando, el presidente de una nación es como el capitán de un barco. Es el máximo responsable del buen funcionamiento de la embarcación y de que desde el momento que zarpa de puerto, realice la mejor travesía, advertido de que en el mar nunca  sabemos como va a sorprendernos, nunca, por muchas travesías que haya realizado, se conoce la verdadera magnitud de la naturaleza y los elementos a los que el barco se enfrenta. Así es la dirección de un país a mi entender, explicada de forma sencilla.

Usted desde hace algo más de 5 meses que lleva en el gobierno, está alentando a un motín y me explico.

Primero, está rompiendo la moral de sus hombres, sí, muchos de ellos están descontentos con la forma que tiene usted de manejar el timón y darles responsabilidades que no son de su competencia, pero en silencio o no, las acatan. Segundo, los pasajeros de segunda y tercera (ciudadanos trabajadores) han perdido toda esperanza de llegar al destino trazado, pues les ha ido racionando todas sus necesidades básicas hasta límites insospechados, y continua con la tarea, sin pensar más que en el bienestar de usted mismo y su primera clase, que es intocable; y tercero, no escuchar a quien bien le quiere aconsejar, pues se ha rodeado de unos asesores, que piensan y actúan según su mandato, tan sólo por no perder sus trabajos y sus suculentas nóminas.

El barco está pasando por la mayor marejada que nadie haya visto jamás y está a punto de colisionar con un iceberg, un iceberg que ha ido creando usted por todo lo llevado a cabo, pero no quiere desistir, se aferra al barco implantando sus órdenes y luego las esquiva, enfrentando a otros hombres a que ejecuten dicha tarea que sabe muy bien va a sembrar mayor descontento e irritación en el barco y entre todos los que en él están, pues saben  que la nave puede zozobrar.

Ya lo ha hecho en otras ocasiones y lo sigue y seguirá realizando, ante una responsabilidad determinada, usted se esconde en su camarote blindado y deja que otros den la cara. No señoría, es usted quien debe de dar la cara, quien debe escuchar directamente las críticas y meditar, meditar y comprender, comprender y afrontar los problemas como un hombre, no como un cobarde, pues cobardía se llama al acto de eludir sus actos.

Tiene en sus manos el timón de un gran barco, de una gran nación que ha sabido siempre luchar y salir de sus problemas, pero con desaliento, irritación, malestar, indignación, no lo conseguirá. Usted y la clase alta, siguen viviendo en sus camarotes de lujo sin que les falte nada, mientras los demás pasajeros están viendo como sus camarotes están haciendo agua y está claro, que ante el terror de verse ahogados tomarán sus medidas y esas medidas, como le decía al principio, es el motín que está provocando.

Haga a todos un favor, hágaselo a usted mismo, si no sabe manejar el timón delegue su responsabilidad a quien pueda llevar el barco al destino con tranquilidad.

Haga a todos un favor, hágaselo a usted mismo, no provoque más penurias a los pasajeros, ni malestares innecesarios, tome medias reales y que no siga haciendo agua el barco. Usted, como todos, sabe muy bien donde debe de recortar para fortalecer y afianzar la nave. Atrévase y quede como un gran capitán, como un gran presidente, como el hombre que llevó a buen puerto al barco ante la gran marejada, ante los grandes problemas que el mar le ha presentado y donde el iceberg desaparezca antes de que el barco lo roce.

Otros capitanes lo están haciendo en sus barcos, sea valiente.

Un cordial saludo

Javier Sedano

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