Llegan unas fechas señaladas en el almanaque, donde en
nuestras mentes aparecen las palabras: felicidad, amistad, amor y familia;
envueltas en papeles de regalo, en luces de colores, en canciones que incitan a
la alegría, en miles de cintas de colores, en polvo de nieve y noches frías y
estrelladas. En risas de niños y sorpresas envolventes. Y es que las navidades, aunque muchos, por
situaciones diversas, desean que pasen pronto, o simplemente reniegan de ellas;
a todos, creo, y generalizo, nos provocan sentimientos. Sentimientos en
ocasiones en un contraste con lo que estamos viviendo en ese instante, por lo
que las sensaciones son tan diferentes entre cada ser humano, saltando de la nostalgia,
al olvido. De la amargura a la risa. De las palabras, al silencio. De las
miradas directas a la despreocupación.
Y es que estamos viviendo una etapa dura, donde parece
que no existe una luz al final del túnel, ni una meta por alcanzar, ni un sueño
por realizar.
Nos hemos dado por vencidos, cuando en realidad es tiempo
de enfrentarse a los problemas, como siempre hemos hecho, pues el ser humano ha
nacido para luchar, para sobrevivir, para emprender, para descubrir, para
gritar que estamos vivos y somos merecedores de seguir sobre este planeta que
nos sustenta, y que tan mal trato le damos en ocasiones.
No rechacemos por tanto la sonrisa de un amigo, un
familiar o un desconocido, argumentando que el resto del año, no nos la otorga.
No, disfrutemos y compartamos esa sonrisa.
No rechacemos las conversaciones que se tercien en un momento
determinado, argumentando que en otros instantes, ha existido el abandono dialéctico.
Aprovechemos y participemos de esa conversación.
No rechacemos y reneguemos del abrazo ofrecido, pues nos
aportará calor y energía, aunque sólo suceda una vez al año y no volvamos a ver
a esa persona hasta pasados otros 365 días.
Despleguemos el abanico de lo que deseamos de verdad
compartir. Abramos nuestras mentes y dejemos que fluyan libremente. Que se
emborrachen de esa energía tan positiva que ofrece la verdadera Navidad, y
cargados de nuevo, estemos preparados para acometer nuevas empresas, sean de la
índole que cada uno tenga en mente.
No dejemos nunca de soñar despiertos, pues en muchos
sueños están las esperanzas, y estas fechas tan señaladas, son lo que desean fomentar:
la esperanza de un nuevo mañana más feliz, más complaciente y más dichoso. Y aunque pensemos en el mañana, vivamos también el presente, pues es nuestra realidad absoluta.
En mi recuerdo están y va en especial para todos aquellos
que han perdido sus hogares, para los enfermos, para quienes no tienen trabajo,
para los que pasan hambre y frío, para todos aquellos que creen que la vida les
ha dado de lado. A ellos les digo que sean fuertes, que en nuestro interior está
la energía para vencer la mayoría de estas situaciones por las que pasamos. Todo es un transito
A los gobernantes, les ruego que mediten, que se dejen de
pelear, que se unan entre ellos, y que nos devuelvan la confianza que se les
prestó con nuestros votos. Que sean conscientes, de que hemos dejado en sus manos, el que la sonrisa
vuelva a sus ciudadanos, y ese bienestar que se aleja día a día. Que luchen contra viento y marea, para que el país progrese, pues con ello, se creará un bien para todos.
Y a los demás, como se ha demostrado en tantas ocasiones,
sigan y sigamos siendo solidarios con los que menos tienen, y entre todos, recobremos
la ilusión de levantarnos cada mañana, de afrontar nuestras obligaciones, y de
decir y sentir, que somos capaces de todo. Porque os aseguro que lo somos.
FELIZ NAVIDAD A TODOS Y QUE VUESTROS SUEÑOS INVADAN
VUESTROS CORAZONES.
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