Si la semana
pasada afinábamos el sentido del gusto y aunque no sea un sentido, la textura,
con la sorpresa en la sopa de almejas, hoy sin duda será el olfato, y es que
por vender innovamos hasta el ingenio. Eso es lo ha hecho un librero de los
Ángeles (Estados Unidos) que se ha especializado en vender libros con olor.
Toda la historia
parte que un buen día a Barry Levin le llega un paquete con libros a su nombre,
dicho paquete lo tuvo en posesión un hombre, que según la agencia Associated
Press, entró en una estafeta de correos y lanzó un cóctel Molotov. El individuo,
no muy acostumbrado a tal menester no supo retirarse a tiempo y quedó
completamente calcinado. En todo ese ir y venir, entre las cosas que se
salvaron fue este bloque de libros perfectamente empaquetados, pero con una
peculiaridad añadida, los volúmenes conservaban el olor de la carne quemada de
su propietario. Levin ni corto ni perezoso, vendió cada libro, con el “regalo”
incluido por cien mil de las antiguas pesetas. Ahora su especialidad es que los
libros lleven incorporados determinados olores.
Tras lo expuesto
me hago algunas preguntas. ¿Cómo elige los olores? Por poner un ejemplo,
alguien compra “Flores en el Ático” de Virginia Cleo Andrews. ¿A qué huele el
libro? ¿A flores o a un Ático cerrado donde están viviendo varios niños que no
se duchan en todo el tiempo? Otro ejemplo así, a voz de pronto, mismamente un
libro de cocina. ¿Las recetas que se cocinan, huelen a dichos ingredientes?,
porque este sí que puede resultar empalagoso.
También se me
ocurre pensar ¿los olores pueden ser a la carta? Elegir de qué olor debe de
estar impregnadas las páginas, y ya terminando con las preguntas, ¿cuánto
tiempo dura dicho olor? Porque todos sabemos que afortunadamente, en la mayoría
de los casos, los olores desaparecen al cabo de un tiempo. Cuando una flor se
marchita. Cuando hemos dejado de cocinar. Cuando hemos ido al servicio… Éste
último mejor ni mencionarlo.
Me imagino que
si el olor desaparece, el libro se devalúa, por tanto para conservar el olor en
los ejemplares habrá que construir vitrinas en vez de librerías y cuando vengan
las visitas ir mostrando las reliquias. Este huele a rosas silvestres porque el
argumento… Y de este se hizo una edición limitada porque se captó el olor de
las nubes aprovechando un anuncio televisivo de compresas. Bla, bla, bla…
Así que ya lo
saben, si quieren libros con olor, pónganse en contacto con la librería del Sr.
Levin, y para San Jorge, que se regala un libro y una rosa, todo puede ir
incluido en el mismo tomo.
Lo que está
claro, que el ser humano es capaz de inventar cualquier estupidez con tal de
llamar la atención. Esta noche me voy a poner a pensar un rato. Sí, de vez en
cuando pienso, les diré algo: Pensar no
hace daño a nuestro cerebro, creo que incluso estimula ciertas neuronas, pero
bueno, esto no es una clase de medicina. Les decía que pensaré a ver si se me
ocurre alguna estupidez muy grande para salir de la crisis, al menos de mi
propia crisis.
Hasta la semana
que viene que ya sé de qué les voy a hablar, y les aseguro que no tiene
desperdicio.