Sinceramente
no sé qué opinar del último anuncio de Coca-Cola. Tal vez su idea sea que gente
como yo nos hagamos eco y les publicitemos aún más, para ganar en ventas, las ventas que están perdiendo últimamente
sobre todo en España y concretamente en ciudades como Madrid, por su política
de despidos o cierres.
Tal vez en publicidad todo valga, pero ¿hasta qué punto?
Siempre
he admirado a esta compañía por su buen gusto en cuanto a la creación de un
anuncio y sobre todo a su originalidad. En las últimas campañas hemos visto
hasta acercarse aún más a la ciudadanía y sus problemas, y entre retazos, que para algunos pueden
pasar desapercibidos, criticar las políticas e incluso apoyar la lucha ciudadana. Todavía
resuena en mi cabeza la frase: “¿Y si todos nos levantamos?" O el apoyo a los
bares no sólo de las grandes ciudades sino también de los barrios y pueblos. Pero
señores creo que todo tiene un límite.
Que
un cura se bañe en el mar, me parece más que natural. Que una chica se fije en
él sin saber que es un cura, lo más normal si el chico es atractivo, pero que
ese cura tras vestirse y en plan altanero se dirija a la chica, tome unas gotas
de la bebida en cuestión (como si fuera agua bendita) y le haga la señal de la cruz en la frente, en plan: yo te absuelvo por desearme, me parece
más que irreverente. Y todos sabéis que yo no soy precisamente de los que
comulgo con la iglesia y que tantas veces
por diversos motivos he criticado. Pero no lo veo lógico. No sé cuánto
tiempo durará ese anuncio en las televisiones, pero a mi juicio, la compañía y
los publicistas, esta vez han metido más que la pata. Con todos mis respetos
para todos, pero también que ellos guarden respeto a las ideologías y creencias, sean
cuales sean, y no jueguen con ellas.
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