En EE.UU puede suceder cualquier
cosa. Creo que una de las profesiones más demandad debe de ser la de psicólogos, por todas las barbaridades que leemos o vemos en los diversos medios de comunicación.
Esta historia que os traigo hoy,
más que sorprendente la considero que contra el amor nadie puede luchar, por
mucha comedura de cabeza que uno pueda tener o miedo a exponerse.
John Smid es un cristiano que se
dedicaba a “curar a homosexuales” en Oklahoma cuando conoció a Larry McQueen y
se enamoró perdidamente de él. ¿Una cruel jugada del destino? O algo mejor
¿Justicia divina? Sea como sea, este pastor salió del armario por todo lo
grande. Si hubiera sido torero, por la puerta grande con las dos orejas y el
rabo en las manos. Me viene un chiste a la cabeza pero voy a ser serio y no lo
cuento, pero seguro que más de uno también lo sabe.
Smid fue pastor durante casi
veinte años en un grupo llamado Love in Action (Que tiene delito también el
nombre) Se dedicaban a erradicar la homosexualidad del mundo, tratándolo como
una enfermedad (como tantos iluminados y locos que sigue habiendo por el
planeta) Según él decía que la
homosexualidad era un arma que usaba Satán para destruir al ser humano. Pero un
buen día, que no comenta como sucedió, dice que sintió algo en su interior que
le hizo abandonar la lucha. (Maricón, te enamoraste, esa es la única verdad)
Dice que se dio cuenta de que el grupo, después de tratar a decenas de
homosexuales, no había logrado curar a nadie. “El
poder de Dios no pudo con la enfermedad”. “Sentí que Dios me había abandonado”
comentó en una entrevista. (Seguramente vio una entrepierna que le hizo dar la
vuelta a los ojos o unas nalgas generosas que se la puso dura) y tras tantas
escusas y justificaciones baratas de las que un psicólogo se hubiera forrado a
cuenta de su estupidez, va y el amor toca a su puerta, y como si fuera un “ángel”
entra en su vida Larry McQueen con el que se casó a los tres años de noviazgo. (Deja
claro que como buen cristiano, guardó un prudencial tiempo de noviazgo, donde
ambos se pudieran conocer mejor)
Al final Smid en una entrevista
salió del armario dando un golpe que escuchó hasta la vecina del ático: “A mi edad no tengo tanto tiempo por
delante, así que no puedo vivir con esta mentira toda la vida”.
Si es que las cosas se caen por
su peso. Aquí vuelvo a repetirme con la frase que un buen día dije: “No hay mayor enemigo de un gay, que un
maricón frustrado” Otro de tantos
que antes de salir del armario con dignidad, se dedican a joder la vida a los
demás.