Dolor y Gloria, la obra
maestra del manchego Pedro Almodóvar, alcanza
la excelencia con este cierre de la trilogía que ha tardado 32 años en
completar.
Vemos
a Salvador Mallo (Antonio Banderas)
realizando un ejercicio de Apnea en el interior de una piscina y de ahí saltar a
uno de sus recuerdos de infancia, en los años 60, en un nuevo escenario, el de
un río; donde varias mujeres lavan la
ropa en él. Un niño las observa, Salvador (Asier
Flores) que acompaña a su madre, Jacinta (Penélope Cruz), quien entre cánticos, junto a las otras mujeres,
realiza la faena de lavar y poner la ropa a secar entre la hierba.
El
simbolismo del agua, como fuente de limpieza y purificación, da pie a Pedro
Almodóvar, tras este prólogo, para sumergirnos en su nueva obra, entre flashback de
una infancia llena de vida, alegría y luz, hasta regresar al presente de un
director en horas bajas, enfermo, solitario y arrastrando los recuerdo de una
vida, entre las luces y las sombras.
Navega
entre su primer deseo, el primer amor de adulto en aquellos tumultuosos años 80
en Madrid, el dolor que ocasionó la ruptura de dicho amor, la escritura como
terapia, tan importante para muchos escritores y el descubrimiento del cine,
hasta llegar al ocaso, no deseado, pues el sueño de crear, sigue latente en él.
Pero
hay otros elementos que mantienen en guardia a Pedro en su cuidado guion: la
muerte, las adicciones, la enfermedad, la inocencia, la madurez, los recuerdos,
los miedos, los traumas, la pérdida, el no haber dejado resueltas determinadas cuestiones, el vacío y hasta el silencio. Temas que
muestra con total honestidad entre el dolor de ese tiempo que no volverá y la gloria de
sus triunfos, con la figura de su madre, como gran baluarte.
Quienes
hemos seguido su extensa filmografía, sabemos de la importancia del cuerpo
físico como reclamo del deseo, aquí, con la sabiduría que le otorgan los años,
el cuerpo toma otro cariz, además del mencionado, como no podría ser de otra
manera. Tal vez siendo más consciente que nunca de la vulnerabilidad del ser,
al enfrentarse a las enfermedades y los achaques, sabiendo que nos ganan la
partida. En un osado atrevimiento, rompiendo la narración en un momento
determinado, nos muestra una clase de anatomía, entre imágenes virtuales
detallando todos los males que el personaje padece; y su osadía le sale bien,
muy bien.
Almodóvar,
en dolor y gloria, nos ofrece un filme que surge de lo más profundo de sus entrañas
y de la parte más privada y personal de su mente, para adentrarnos en un mundo
de hombres, más que de mujeres como nos tiene acostumbrados. En su nuevo filme,
teje con suma pericia, entre otras historias, la de un triángulo que le ayudará
a cerrar una etapa de la vida del personaje. Por un lado conoceremos a Alberto Crespo (Asier Etxeandia), un actor en busca de
trabajo y con el que Salvador desea reconciliarse tras treinta años sin verse -
por un tema que el espectador ya conocerá -
Tras dicha reconciliación, Alberto descubrirá un texto inédito de Salvador, a quien convence
para que se lo ceda como monólogo. “La adicción” será el monólogo que habla del
cine, de las pantallas sobre paredes blancas y
de una historia de amor que se truncó por las drogas. Ese amante
descrito en el monólogo, que no ha olvidado, que sin él saberlo ha regresado a
Madrid por unos días y bajo su desconocimiento está viendo la función, le
sorprenderá con una llamada y un encuentro necesario. Un personaje interpretado
por Leo Sbaraglia, con quien de
forma ingeniosa, cerrará otra de esas etapas oscuras de su corazón. ¿Del corazón
de Salvador?
Estamos ante uno de los grandes maestro de la planificación y de la dirección de actores, que aquí, más
que nunca, juega con el pasado, el presente, la ficción y la realidad, en el
que posiblemente sea su trabajo más sólido. Una obra maestra que defiende desde
la honestidad, la sencillez y la naturalidad y como buen maestro, logra que sus
discípulos, sus actores, entreguen toda esa verdad al espectador. Como en una revelación, me quedo con la frase
que Salvador niño cuando le preguntan si desea estudiar, sonriendo contesta:
“Sí, quiero estudiar, para luego enseñar lo que he aprendido”
Cuenta
con tres actores masculinos: Antonio
Banderas, Asier Etxeandia y Leo
Sbaraglia, a los que no se les puede pedir nada. Están soberbios,
excepcionales y creíbles, bien arropados por unas siempre perfectas Julieta Serrano junto a Penélope Cruz, dando vida a la
Madre de Salvador en el presente y
pasado respectivamente, para continuar con el resto del reparto, del cual quiero destacar a los dos actores noveles: Asier Flores, encarnando a Salvador de niño, tierna y maravillosa
actuación y al joven Cesar Vicente,
al que le auguro un buen futuro, por la espontaneidad y naturalidad que
desprende, entre su mirada, su atractivo y carisma, traspasando la pantalla
cuando actúa.
Para
terminar, no me puedo olvidar de la fotografía, a través del objetivo, de José Luis Alcaine, un habitual en la
filmografía de Almodóvar, que impregna con su sello lo que el maestro desea
mostrar, y la exquisita banda sonora de Alberto
Iglesias, también frecuente en sus películas, entre temas tan populares
como el de “A tu vera” interpretado en
esta ocasión por Rosalía y Penélope
Cruz.
Mi
nota y ya tenía ganas de hacerlo con una película de este maestro es: 10
ESTRENO
en ESPAÑA: 22 de Marzo
REPARTO:
Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Raúl
Arévalo, Julieta Serrano, Nora Navas, Neus Alborch, Rosalía, Cecilia Roth,
Cesar Vicente, Susi Sánchez, Eva Martín, Carmelo Gómez, Julián López, Marisol
Muriel Asier Flores, Paqui Horcajo, Neus Alborch.
PRODUCTORA:
El Deseo.
DISTRIBUIDORA
en ESPAÑA: Sony Pictures Entertainment (SPE)