miércoles, 11 de junio de 2014

EL TABACO DESDE MI EXPERIENCIA (LOS INICIOS I)


Hola de nuevo a todos, y bienvenidos al primero de los capítulos. Lo he titulado: LOS INICIOS (I) y es que os quiero contar como me inicié en el mundo del cigarrillo.  Seguramente de forma  muy similar a algunos de vosotros, pero he creído que es una buena manera de empezar, sobre todo para ellos que aún no han cogido un cigarro entre sus manos y lo están pensando.

Como suele suceder, cuando alguien adquiere una costumbre o vicio, no es consciente de ello. Normalmente es un gesto sin importancia que al ser repetido se convierte en hábito.

Normalmente se comienza a fumar con la adolescencia, el motivo principal es porque a través de los tiempos siempre han existido dos palabras asociadas, sobre todo en los varones  TABACO = HOMBRE. Y los adolescentes si algo quieren dejar atrás cuanto antes es su inocencia, su niñez y presentarse ante el mundo, sus amigos y amigas como un hombre. Su voz cambia a más grave. Su cuerpo se va transformando, apareciendo las formas en su anatomía.  Comienza a salirle el vello en las piernas, axilas e incluso el bigote. En definitiva, en su evolución se ve de una manera u otra, reflejo de su padre o de las personas mayores que le rodean, y ¿qué es lo que un niño ve en sus mayores con más frecuencia? Sí, el uso del cigarrillo. Ese objeto está durante las comidas y cenas, en los momentos en que sus padres se sientan para descansar, en aquellas ocasiones en que se reúnen con otros familiares y los unos se ofrecen a otro ese cilindro sacado de una caja de cartón… El cigarrillo en el subconsciente del niño está asociado a lo social, a la comunicación entre los de su especie, y sobre todo y muy importante, en esa edad que ellos quieren alcanzar y sentirse como tal: Un hombre.

A partir de ese momento el joven adolescente irá hurtando algún que otro cigarro de la caja de sus padres, o pedirá a sus amigos más mayores, o incluso comprará a quienes aún los siguen vendiendo por unidades,  pues aún no pueden comprar por ellos mismos sus primeras cajetillas y mucho menos si las obtuvieran, llevarlas a casa y ser descubiertos por sus padre. Luego a escondidas, o en pequeños grupos con sus amigos, fumarán sus primeros cigarros.

Para ellos ese cigarro es un paso más hacia la madurez. Cuán equivocados estamos, y todo por no tener una educación a su tiempo con respeto al uso de tal elemento y ser avisados de los perjuicios que conlleva, aunque claro, aunque nuestros padres nos digan que no se debe fumar, ¿cómo les vamos a hacer caso si ellos lo hacen? LOS PADRES SON UN EJEMPLO PARA LOS HIJOS, QUIERAN RECONOCERLO O NO SUS PROGENITORES. Por tal motivo, si un padre quiere fumar, que lo haga libremente, pero jamás delante de sus hijos y menos en el periodo de la infancia y adolescencia. Simplemente es un consejo.

Pues bien, aunque había tonteado en ese periodo de la adolescencia e incluso había fumado algún que otro porro de costo con los amigos, aquella práctica no me gustaba y siempre un pensamiento golpeaba en mi cerebro. Al menos hazlo delante de los amigos, así demostrarás que te estás haciendo un hombre. Debía hacerlo delante de ellos.  Y así sucedió durante un tiempo, hasta que el destino me puso en el camino amigos que no tocaban un cigarro ni de lejos y me olvidé de aquel cilindro humeante. No tenía la necesidad ni de fingir, ni de llevarme aquello a la boca que no me provocaba ningún estímulo de satisfacción.  ¡Cómo cambiaría todo pasados unos pocos años!

Dicen y yo afirmo que el tabaco, a quien lo ha probado, le perseguirá toda la vida y es algo que quien lleva más de 20 años sin fumar, así lo atestiguan. Ese veneno se mete en nuestros cerebros apoderándose para siempre de ese espacio. Pero nosotros, amigos, debemos ser conscientes, que tenemos el control y el poder sobre todo nuestro cuerpo y que ese control y poder se lo transmitimos al cerebro, y él obediente apoyará nuestra decisión, si ésta es firme.

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