Ahora que tan de moda se han puesto los programas de cocina y muchos
estamos pegados ante el televisor disfrutando de ellos, para conocer nuevos
ingredientes, aprender a emplatar, mejorar los sabores e incluso sorprender a
nuestros invitados con las nuevas recetas, se me ha ocurrido traeros una receta
que se sirvió en un restaurante en Estados Unidos en el 2003.
Leila Sultan se fue a cenar apaciblemente con sus amigas, en pleno
mes de noviembre, a un conocido restaurante de pescados de la cadena McCormick
and Schmick´s en Irvine (California). La noticia no comenta que temperatura
hacía en el exterior, pero seguramente no era muy calurosa pues la buena señora
pidió una sopa de almejas. Mientras la degustaba y masticaba los deliciosos
moluscos, uno se le resistió. No estaba por la labor de tragarlo entero y
continuó masticando y masticando, pero
aquel producto no se deshacía en la boca, al final decidió escupirlo en la
servilleta y la sorpresa dejó a sus amigas atónitas y a ella corriendo al
cuarto de baño a vomitar. Lo que sobre la servilleta se encontraba era un
preservativo.
Al tratarse de un nuevo ingrediente culinario, permítanme ustedes
que lo diga de forma más fina y no de la vulgar que todos conocemos: UN CONDÓN.
El gerente del local, muy atento a sus comensales se percató que
algo sucedía en la mesa de las señoras y raudo y veloz, tras ver lo sucedido,
recuperó y guardó dicho elemento de látex.
La cadena cuenta con 42 lujosos restaurantes en 19 estados de EE.UU.
Inmediatamente la empresa suministradora de las almejas fue demandada y yo me
pregunto, ¿quién tenía la culpa realmente? Porque analicemos la situación.
Partamos de que
las almejas no se recogen con redes, sino a mano, pues se hace a la orilla del
mar cuando baja la marea. ¿Se le cayó a un mariscador un condón del bolsillo y
fue a parar a una de las bolsas? Podría ser, ¿pero qué sucede cuándo se hace la
selección de dichas almejas según su calidad? ¿Fue quien seleccionó los
moluscos quien deseo incluir un regalito especial? Y para terminar y lo más
importante, ¿qué sucede en la cocina de ese restaurante, no se limpian las
almejas debidamente, eliminando los residuos que pueden llegar con ellas, como
piedras, etc.? Porque no quiero pensar que en esas cocinas se practican otras
actividades fuera de la propiamente comestibles.
Como nadie ha
sabido dar una solución al problema, dejo vagar mi imaginación y me imagino un
joven aprendiz teniendo un calentón no deseado en un momento determinado
mientras ayuda en cocina, sin pensárselo dos veces hace señas a una de sus compañeras o
compañeros y le muestra un condón, la otra persona sonríe y, la mala fortuna
hace que la puerta se abra y aparezca el gran Chef que había salido a saludar a
unos clientes. El chico todo apurado y nervioso no acierta a guardar la prueba
del delito y cae a una de las cazuelas de sopa de almejas que está a punto de ser
servida y el elemento no deseado, se pierde entre la espesa salsa y los diverso ingredientes que acompañan al molusco. Tal vez el gran
Hércules Poirot me daría una palmadita en la espalda por tal deducción.
Para finalizar decir que tras reponerse Leila Sultan
afirmó que había sido muy desagradable el momento vivido y se le había quitado
el apetito. Faltaría más, no creo que hubiera gritado de alegría diciendo:
“Otra ración con el mismo tropezón” El caso es que se llegó a un acuerdo económico con la empresa
de restaurantes para no llegar a los tribunales, por negligencia y daños y
perjuicios.
Ya saben, antes de comer una almeja, tengan cuidado donde meten el
condón.
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