viernes, 29 de octubre de 2010
FRAGMENTO DE: "PREGUNTAS SIN RESPUESTA"
Bajó la música del CD y cerré los ojos. Era la mejor postura ante aquella situación, si seguía hablando de la fiesta, terminaría por contárselo todo y no quería. Me resistía en mi interior. Luchaba contra lo evidente y no comprendía el por qué. Si mi mente estaba tan abierta a todas las ideas y formas de pensar, ¿por qué no asimilaba la atracción que sentí por Bruno? o tenía miedo a descubrir mi bisexualidad por temor al amor que profesaba a María. Si ella estuviera aquí, todo sería distinto, porque con ella lo hablaría. Siempre lo comentábamos todo desde que nos conociéramos y por supuesto, no le ocultaría este hecho. Ella sería mi consejera y encontraría las palabras justas. Pero no estaba, sólo contaba con mi primo y él era gay, ¿qué podría aconsejarme un gay? Seguramente se reiría de mí y tal vez me lo tenía merecido. Necesitaba hablar, soltar la desazón que corroía mi alma y que aún considerando el hecho, como un acto natural, pues en el corazón nadie manda, pensaba que estaba haciendo mal. La sociedad nos llena de prejuicios, de normas, de lo que está bien o no lo está y aún habiendo sido un rebelde ante esa sociedad, ahora me veía envuelto en ella. Llamaría a María esa misma noche. Llevaba tres días sin hacerlo y seguramente estaría preocupada. Había sido un inconsciente, tres días donde me olvidé de todo: de mi vida, de mi gente, de mi amor. ¡Qué locura!
Volví mi cara hacia el cristal de la ventanilla y abrí los ojos. Miré pasar el paisaje. Contemplé los árboles apareciendo y desapareciendo ante mis ojos, motivado por aquella velocidad. Nada parecía cambiar fuera, salvo por aquel movimiento provocado por un motor y unas ruedas que nos desplazaban, y pensé que la vida también es constante movimiento, pero en constante evolución. ¿Sería evolución lo qué yo había experimentado aquellos días? Tal vez era una prueba de las tantas que nos ofrece el destino, para elegir qué camino es el más acertado para nuestra felicidad. Con Bruno me sentí feliz, pero aún lo era más junto a María y al pequeño. ¿La felicidad en el amor se puede compartir? No lo sé. En aquellos momentos estaba ofuscado, no pensaba con claridad. Hacía tantos años que no dudaba de aquella forma, que ahora me resultaba doloroso enfrentarme a la duda y ese dolor, quebraba mi sentido común. ¡Reacciona Jaime, reacciona! Quedaban menos de dos kilómetros para llegar a la casa y no sabía cuales iban a ser mis palabras, para no derrumbarme y confesar, como un vil ratero, una acción, que no consideraba confesable como delito, sino por el contrario, una gran experiencia de vida y que enriqueció mi espíritu inquieto y libre.
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Muy buena forma de promocionar la novela,y centrar el argumento, hoy he comenzado la primera parte, ya te comentare.
ResponderEliminarUn saludo
Adolfo