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domingo, 12 de diciembre de 2010
LA VISITA INESPERADA
Me encontraba sentado frente al ordenador, deseaba escribir un cuento de Navidad, que fuera distinto al del año anterior, donde expuse aquello que me entristecía cuando llegaban estas fechas, en realidad, que me irrita. Algunas personas entendieron el mensaje, otras no, creyendo que en el interior de mi ser no existía ese espíritu navideño. Qué error pensar así, cuando un villancico, unas luces, un árbol, una película sobre el tema, me siguen emocionando año tras año.
Ahora aquí sentado, fumando un cigarrillo me planteo que escribir, como expresar la magia de la Navidad y me siento bloqueado, sin saber como empezar. Doy una nueva calada al cigarro, miro la página en blanco y mis manos intentan acercarse al teclado.
- ¿Qué te sucede?
Miré alrededor. Estaba sólo ¿De dónde provenía aquella voz?
- Soy yo.
De pronto, sentado sobre la mesa escritorio me encontré con un pequeño duende. Vestía un chaleco rojo a juego con sus pantalones bombachos y un extraño gorro del mismo color con una pequeña borla blanca al final del mismo. La camisa blanca, de mangas largas, completaban el atuendo junto con sus botas negras, que llevaba por encima de los pantalones. Se quitó los guantes blancos y se frotó las manos.
- Me gusta el calor y en esta habitación se está muy calentito. De donde vengo, siempre hace mucho frío.
- ¿Quién eres?
- Un duende – se encogió de hombros y me sonrió.
- ¿Qué haces aquí? ¡Pero qué estoy haciendo! Me estoy volviendo loco. Es normal, demasiado trabajo durante el año y el estrés me está provocando alucinaciones. Al final terminaré encontrándome con los personajes de mis novelas.
- ¿Por qué no? ¿Cuántas veces has dicho que algunos personajes están vivos en ti? Qué forman parte de tu vida.
- Muchas. Porque en realidad así he sentido a muchos de ellos mientras contaba sus aventuras, creo que es la mejor fórmula para que los lectores disfruten de las historias y se hagan más creíbles.
- Sin darte cuenta, tú, como todos los escritores, creáis magia y con ella hacéis soñar a mucha gente que en un momento determinado lo necesita, bien para evadirse durante un rato o simplemente para soñar. Transportándoles a situaciones que nunca vivirán o lugares que jamás conocerán.
- No sé si eres una alucinación o no, ¡pero que coño! Si he hablado con mis personajes mientras escribía y me he emocionado con ellos, ¿por qué no lo voy a hacer contigo? Pero ¿Por qué has venido a mí?
- Hoy parecía que te faltaba la inspiración para relatar un cuento de Navidad.
- Sí. Cuando era más joven, cada año escribía uno o varios cuentos y mientras lo hacía soñaba con las navidades, con los momentos felices, con la nieve que rodeaba los valles y montañas de mi región, allá en el norte; con el frío que me calaba hasta los huesos y que como a ti, no me gusta y al llegar a casa, sentía el calor del hogar. Con la niebla, que cuando caía muy baja y me internaba en ella, me llevaba a la ensoñación. Disfrutaba con el encendido de las luces y de los villancicos inundándolo todo. De pensar en los regalos que obsequiar y envolvía yo mismo, porque así creía que eran más personales. El olor a castañas y de las chimeneas del pueblo. Brindar cada Noche Vieja y desear todos los años lo mismo, algunos deseos, desgraciadamente nunca se cumplían, porque eran imposibles.
- Sí, se lo que pedías, además de cosas para ti y tu familia, siempre felicidad para el mundo.
- Sí. ¿Tan difícil es conseguir ese sueño?
- Lo es. No todos pueden ser felices, aunque ese es el gran deseo. ¿Acaso tú has sido feliz siempre?
- No y por eso cuando llegan estas fechas me siento nostálgico y llegan las imágenes del pasado.
- Pues recuerda lo bueno de aquellos años y envuélvete con su magia, vive el presente y sueña con el futuro.
- En ocasiones no puedo, me falta mi ángel.
- Pero ella siempre está contigo y lo sabes.
- Sí. Mi madre siempre está conmigo, pero la perdí de muy joven y añoro sus abrazos, su mirada, su sonrisa. Con su forma de mirarme y sonreír me envolvía en polvo de hada, con él podía volar y soñar. Pero ese polvo mágico desapareció y me cuesta alzar el vuelo, aunque en ocasiones lo consigo. En estas fechas, más que nunca, la busco entre los recuerdos.
El pequeño duende se puso de pié y caminó por la mesa hasta llegar a mí. Saltó sobre mis piernas y girándose tecleó dos palabras: Amor y Amistad.
- Eres un travieso, pequeño amigo. Esas dos palabras me pierden.
- Sí, lo sé y por eso las he escrito. Ellas te proporcionan ese polvo mágico del que hablas. Cuando te ves rodeado de amigos, tu semblante cambia, se enciende algo en tu interior y te hace levitar. En cuanto al amor, lo tienes tan idealizado, que lo haces de todo lo que te rodea. Escribe un cuento sobre esas dos palabras llenas de vida, y verás como todo cambia. Recuerda una de tus frases “Al despertar, abre la ventana y sonríe al nuevo día y al gran astro, seguro que alguna sorpresa agradable te deparara el día”
- Gracias amigo, ya se que historia voy a escribir y comenzaré como los cuentos de antaño.
Érase una vez en un pueblo pequeño, donde la nieve rodeaba las montañas, donde al llegar la noche las tímidas farolas iluminaban los caminos estrechos, donde los lugareños se cruzaban los unos con los otros, siempre saludándose, envueltos en sus ropas de abrigo y las chimeneas con su humo, perdiéndose en el espacio, te invitaban a recogerte cada noche en casa.
En uno de aquellos hogares vivía un niño, que mirando por la ventana, donde el cristal permanecía en muchas de sus partes cubierto por el vaho provocado por el calor del interior, en contraste con el frío del exterior, añoraba los días de verano, donde podía pasar más horas en la calle jugando con sus amigos. Su madre se acercó por detrás y lo abrazó, él se giró sonriéndola…
- ¿Ves? Ya tienes el inicio. Ahora me tengo que ir, otro escritor me necesita. Me sorprendéis, sois tan fuertes creando personajes e historias y luego en la vida real, vulnerables.
- Creo que es parte de ser humano, todos caemos en un momento u otro en la melancolía y ella nos debilita, haciéndonos vulnerables – le sonreí – Pero te diré algo, me gusta sentirme así de vez en cuando, porque entonces descubro, más que nunca, que estoy vivo y me siguen emocionando las pequeñas cosas.
El duende desapareció y yo me quedé allí ante el teclado y el monitor. Sonreí y continué con la historia.
Es mi humilde homenaje a todos los escritores del mundo, que cuando en algún momento sientan que la inspiración o sus Musas le han abandonado, profundicen en su interior y descubran, que la imaginación nunca se detiene. Un detalle, un momento, una frase, puede ser motivo suficiente para comenzar y dar vida a una historia. Y para todos aquellos que pierden la esperanza, recordarles, que el destino es muy juguetón y debemos jugar con él. FELIZ NAVIDAD A TODOS.
Por Javier Sedano
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