domingo, 30 de mayo de 2010

EL MUNDO DE LA MODA I



Aburrido por no encontrar trabajo, decidí volver a los estudios. Pero qué estudiar, eso si que era un problema. Por una parte, hubiera deseado salir de mi cuidad e internarme en la gran urbe (Madrid) y estudiar algo relacionado con el mundo del cine. El gran sueño: Dirección, pero la idea de dejar la ciudad y sobre todo sin medios económicos, se quedó en el olvido. Un día paseando por algunas calles, me asaltó un anuncio: próxima inauguración escuela de artes aplicadas. Me informé y había dos especialidades: Diseño de Moda y Diseño de Interiores. Lo de diseño de moda me pareció interesante, pero una duda me asaltaba a la cabeza: era un mal dibujante. Al final me apunté al primer curso y me fascinó todo aquel mundo de crear. Las clases de dibujo me las llevaba a casa. Practicaba una y otra vez, intentando crear volúmenes donde no los veía. Por mucha imaginación que tenía. No podía concebir las tres dimensiones en un papel plano. Al final lo vi. Sí y el grito que solté en la clase de dibujo técnico fue tal, que todos se volvieron para ver que me estaba pasando. Desde entonces intenté ver las tres dimensiones siempre, pero aún me faltaba mucho para aprender a dibujar. Mientras todo aquello sucedía, en mi ciudad se organizaban por parte de algunas tiendas de moda desfiles para presentar las diversas colecciones y otra faceta entró en mi vida que ya había practicado en mis años en el instituto: Coreografiar desfiles. Me gustaba recrear aquellas coreografías como si se tratasen de pequeñas obras en un escenario: los movimientos, los giros, los encuentros entre las y los modelos…
Cuando llegó el segundo curso de diseño, algunos sabíamos que si deseábamos tener un título de diseñador oficial por todos los cursos, debíamos irnos a Madrid, a la escuela oficial. Se me ocurrió la idea que la despedida de aquella escuela debía de ser por todo lo alto y propuse a todos mis compañeros de curso organizar un gran desfile de moda con creaciones propias. Las caras de felicidad eran un claro: sí. La profesora de corte y confección estaba entusiasmada y la de diseño de moda también. Todos nos pusimos a la tarea y aquel desfile se convirtió en el éxito del año. En una macro discoteca más de 2000 personas disfrutaron de un desfile distinto, original y sobre todo con unas creaciones, que la mayoría de ellas se vendieron antes de una semana. Así terminó mi primera etapa de estudiante de diseño de moda. Luego llegaría Madrid.

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