jueves, 29 de mayo de 2025

EL JOCKEY: CRÍTICA DE CINE

La coproducción entre Argentina, México, España, Dinamarca y Estados Unidos, El Jockey está dirigida por Luis Ortega compartiendo guion con Fabián Casas y Rodolfo Palacios. “Dicen que te estás tomando la farlopa de los caballos”

En un bar que bien podría oler a añejo, nos encontramos con Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart) vestido con su traje de jockey  con la cabeza hacia arriba, la boca abierta y los ojos cerrados. En el local entra Sirena (Daniel Giménez Cacho), jefe de carreras y capo de la banda junto a dos de sus secuaces. Se acercan lentamente a Remo y Sirena le introduce parte de una fusta en la boca, Remo se despierta y se lo llevan arrastrando, con la intención de despejarlo de la borrachera que tiene, antes de subirse sobre el caballo; pero su lamentable estado provoca que ni siquiera salga del cajón de salida tras el disparo, cayendo al suelo.

Los excesos con las drogas y el alcohol, no solo pondrán en peligro su trabajo como jinete, su relación con su novia Abril (Úrsula Corberó) también amazona, sino que un accidente en plena carrera, le dejará en coma. Al despertar ve sobre una silla un abrigo de pieles y un bolso, sin dudarlo se viste con dichas prendas y se va a la calle, con la cabeza exageradamente vendada.

El guionista y director, Luis Ortega, mientras estudiaba en la Universidad del Cine de Buenos Aires, escribió y dirigió su primera película “Caja Negra” a sus 19 años. A este filme le siguieron “Monobloc” 2005, “Los santos sucios” 2009, “Verano maldito” 2011, “Dromómanos” 2012, “Lulú” 2016, “El Ángel” 2018 y este año estrena “El jockey” 2024

Desconcertante sería una de las palabras con las que se podría definir este filme surrealista, con toques de comedia y difícil de clasificar. El propio prólogo que nos muestra al Jockey sentado sobre una silla y en un estado, podríamos decir muy perjudicado, provocado por el exceso de alcohol y posiblemente las drogas consumidas, junto a las estampas de quien en dicho local se encuentran, nos da una pista de por dónde va a despuntar la narración, aunque en ocasiones se desdibuja tanto la historia, que nos deja locos. Eso sí, lo que es digno de mencionar es que el filme te atrapa en una extraña espiral sin sentido, hasta soltarte de golpe al llegar al final y dejarte planchado en la butaca.

La historia bebe de muchas fuentes y sin duda, entre otros, del maestro Pedro Almodóvar, aunque ese toque transgresor, ese punto irreverente y atrevido e incluso canalla de aquel Almodóvar en su primera etapa, Ortega lo volatiliza llevándolo a los límites de la paranoia más disparatada, no sé si con la intención de rendir un homenaje al maestro pues no olvidemos que su última película, “El Ángel” 2018, fue producida por El Deseo.

Una vez más estamos ante la muestra de un guion abandonado a la mejor de las suertes y una dirección confusa y perezosa cuando, con un poco de atención, podría haber funcionado como comedia negra, pero no pasa de unos pocos diálogos sin ningún interés y de cuatro golpes de efecto que sí, logran despertar algunas sonrisas y sorpresas. El ir y venir del personaje principal interpretado por un magnífico Nahuel Pérez Biscayart, quien parece haber tomado lecciones interpretativas del gran maestro Buster Keaton, despuntando sus parcas gesticulaciones y miradas perdidas en algún punto desconocido para el espectador. Es por él, por Nahuel, por quien el espectador se interesa y espera paciente cuál será su próximo movimiento, percance, caída, extravagancia o… Sea lo que sea, nos agrada su presencia en la pantalla y hasta empatizamos con él. Como le sucedía al gran Keaton, Biscayart parece carecer de toda emoción, incluso cuando sufre.

A lo largo de mi vida me he encontrado con algunos filmes, cortos o series que tras verlos e intentar dilucidar sobre el contenido de los mismos, he pensado si el guionista, el director o quizás ambos, durante el momento de la creación, estarían bajo los efectos de algún psicotrópico, pues de lo contrario resulta complicado comprender lo visto y más, imaginar en el trabajo del montador, pensando si estaba realizando correctamente su cometido, aun teniendo el guion delante y conociendo las pautas del director. Estamos ante una obra arriesgada que seguramente provoque un buen número de debates y que quizás, aunque acercándose, nadie llegue a resolver el sentido del sinsentido.

Si el guionista y el director, con esta rareza buscaban que el espectador especulara, han dado en la diana. Si pretendían turbarnos con sus idas de olla, sin la menor duda y si son de los curiosos que se detienen a escuchar las opiniones de los asistentes al término de la función, mientras abandonan la sala, me lo creo; pues sin duda hablar del Jockey se habla, reírse con algunos instantes vistos, se hace y tal vez a más de uno, como me pasó a mí, intentará poner en orden sus neuronas. Esta excentricidad cuenta con una extraordinaria fotografía de Timo Salminen, con instantáneas muy curiosas y la banda sonora en la partitura de Sune Wagner, que acompaña acertadamente a cada una las escenas y en particular a aquellas en las que no se habla ni una sola palabra.

En resumen, estamos ante un filme que no es para todos los públicos pero sí para aquellos que buscan lo diferente, que posee la cualidad de atraparte y que conlleva efectos secundarios, no muy serios, solo los suficientes hasta que la mente vuelva a la realidad, lo más pronto posible. Es por eso que a la hora de puntuarla, he preferido que la balanza esté equilibrada.

Mi nota es: 6

ESTRENO EN ESPAÑA: 30 de mayo.

REPARTO: Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó, Daniel Giménez Cacho, Mariana Di Girolamo, Daniel Fanego, Osmar Nuñez, Roberto Carnaghi, Luis Ziembrowski, Adriana Aguirre y Roy Serrano.

PRODUCTORA: Rei Cine// El Despacho Produkties// Infinity Hill// Exile Content Studio// Warner Music.

DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Caramel Films España.

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