Es el verano de 2013, días posteriores al golpe de estado
encabezado por el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Egipto, Abdelfatah
Al-Sisi durante la revolución en el mencionado país y destituyendo al presidente
islamista, Mohammed Mursi.
Dicho golpe de estado originó grandes manifestaciones
durante varios días por todo el país. Manifestantes tanto en apoyo a un régimen
como al otro, con convicciones políticas y religiosas muy diversas entre ellas.
Decenas de esas personas fueron detenidas y subidas a furgones, no sin antes
quitarles la documentación y los móviles.
Desde los primeros fotogramas nos deja claro que vamos a
vivir uno de esos largos y angustiosos días, en los cuales los arrestados lo
pasarán dentro de un furgón policial sin agua y sin comida; porque las cárceles
están abarrotadas. Cuando ese vehículo se pone en marcha, nadie sabe cuál es su destino, como tampoco el
del pueblo que está gritando en la calle. Su único deseo es sobrevivir y salir
de allí. ¿Serán capaces de superar sus diferencias ante las adversidades, que
se encontrarán en el camino?
Mohamed Diab
y su hermano Khaled Diab, tras 13
versiones del guion, nos ofrecen una absorbente
y demoledora visión de los disturbios acaecidos en 2013 y algo que se agradece,
el no decantarse por unos u otros, sino que nos muestra las dos visiones, sin
hacer valoración de juicio. Dos puntos de vista de una guerra sin sentido, como
lo son todas, y para ello tendrán en cuenta que no estemos cómodamente sentados
en la butaca, ni tampoco seamos meros observadores en una gran manifestación
con tintes de crueldad máxima, sino que nos introduce en el interior del
furgón. Del sucio, mugriento y caluroso furgón. Sí, esos vehículos que hemos
visto tantas veces rodear a una manifestación y tal vez, como me sucede a mí,
pensar a quien llevan dentro y que
estarán pensando hasta llegar a la comisaria o la cárcel.
Una crítica directa y sin piedad a la sociedad y la
política, no sólo hacia su país, Egipto, sino hacia Occidente; mostrando una
insufrible realidad y donde Mohammed a través de su saber hacer, exige una
reconciliación para su pueblo, que es quien como siempre, padece las consecuencias
de una tiranía tan desconocida fuera de las fronteras de su país.
Mohammed introduce a todos sus actores en un escenario de poco
más de ocho metros cuadrados, logrando de esta forma ese estado de ansiedad,
claustrofobia, perdida de la libertad, de las necesidades y espacio vital del
ser humano, en una soberbia dirección actoral. Eleva la angustia con la cámara
en mano que se abre camino entre los detenidos para saber de ellos, sin ser el
espectador consciente de tal virtuosismo y bajo la espectacular fotografía de Admed Gabr.
Un realismo que duele plano a plano, escena a escena,
secuencia tras secuencia, y que en contadas ocasiones esa cruel realidad ha
conseguido impactar en la gran pantalla, en otros filmes, como lo consigue Mohammed. Las grandes
interpretaciones corales, logran hacer sentir al espectador incómodo en su
butaca, pues se ve expuesto a toda la vulnerabilidad del ser humano, ante el
yugo del opresor.
Mohammed con su segundo largometraje, vuelve a tocar los
temas de denuncia con un atrevimiento admirable, en un país con graves
problemas políticos y sociales. Se alza tomando a la cámara como su compañera,
como su bandera de libertad, para lanzar su grito al mundo, ante los problemas
tan graves que vive la sociedad que le rodea; como hiciera con su primer
trabajo donde denunció el acoso sexual y el machismo.
Estamos ante un realizador inquietante, con una verdad
clara en sus obras, duela a quien duela: Exponer
la realidad y que sea el público el que decida actuar o no.
Mi nota es un 8,5
ESTRENO en ESPAÑA: 2
de Junio
REPARTO: Nelly Karim, Hany Adel, El Sebaii Mohamed, Ahmed
Abdelhamid Hefny, Mahmoud Fares, Waleed Abdel Ghany, Ahmed Dash.
PRODUCTORA:
Sampek Productions
DISTRIBUIDORA:
Golem Distribución.
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