Zama, es el cuarto
largometraje de la directora argentina Lucrecia Martel, adaptando la novela del mismo título escrita por, Antonio
Di Benedetto.
Diego de Zama (Daniel Giménez Cacho) es enviado a la
ciudad de Asunción, Paraguay, para cubrir un puesto burocrático al servicio de
la Corona española. Su vida se hace angustiosa al estar alejado de su mujer e
hijos y espera con ansiedad una carta del Rey que le aleje de aquel lugar.
Se reúne con el gobernador (Daniel Veronese) en varias ocasiones y
al comprobar que no tiene la mínima intención de enviar dicha carta al Rey,
decide unirse a una partida de soldados en busca de un peligroso bandido. Sólo
le queda sobrevivir y la esperanza de un día encontrarse con los suyos.
Zama o la decadencia colonial, es un extraño
ejercicio cinematográfico que, a mí juicio, no funciona en la gran pantalla y
menos si está dirigido a un público mayoritario, aun teniendo muchos puntos a su
favor. Ya sufrimos bastante en su día con El Dorado de Carlos Saura. Pero vayamos por partes.
No siempre es recomendable
adaptar una buena novela y más cuando un libro determinado, resulta tan
complejo de trasladarlo a la gran pantalla. La literatura tiene la facultad de
despertar la imaginación en el lector, creando las escenas en su mente, a
medida que va leyendo las páginas, pero eso no siempre funciona cuando se
proyecta sobre el lienzo blanco, en una sala oscura y bajo la perspectiva de una única mirada, la de su directora.
Comenzaré por lo positivo de
la obra: El elenco de actores está impecablemente dirigido, nada que objetar y
donde destaco a su protagonista principal, Daniel
Giménez Cacho, con el que se vive la angustia, desesperación, decadencia, soledad y
deseo de escapar de todo aquel infierno, en busca de un mundo más humanizado y
cercano a su familia, y Lola Dueña,
quien se apodera de la pantalla en las pocas ocasiones en las que tiene
presencia, encarnando a Luciana Piñares de Luenga. Un personaje exquisito,
refinado, resignado y soñando con el arte que en aquel lugar abandonado de la
mano de Dios, no existe. Es una pena que no tenga más apariciones durante el
metraje, está maravillosa y se hubiera agradecido.
En los aspectos técnicos
destaco la impecable dirección artística a cargo de Renata Pinheiro, el cuidadísimo vestuario de Julio Suárez, la brillante fotografía de Rui Poças y la perfección
del sonido y sus efectos, uno de los grandes fuertes en las obras de Martel.
Y ahora llega desgraciadamente la parte negativa. Lo primero y más chirriante es la banda sonora, donde se han utilizado temas que todos en mayor o menor medida hemos tarareado, cantado, son de sobra conocidos y compuestos en las últimas décadas del siglo XX, para enmarcar una historia del siglo XVIII, personalmente me desconcertó bastante. La duración de la película es excesiva, para un filme repetitivo, por momentos disperso, agobiante que no es lo mismo que absorbente, casi dos horas de metraje, con demasiadas ganas de querer narrar, lo que no termina de contar y por tanto, quedando demasiadas cosas en el aire. Los cortes entre algunas escenas, se vuelven tan bruscos, que cuando intentas volver a conectar con la historia, te saca de un bofetón. No siempre ayuda, aunque sea sello propio, narrar con excesiva lentitud, cuando lo narrado crea más capas, que las que explica o más mundos, de los que puede abarcar. Una “Tortura” para cualquier espectador.
Mi nota es: 6
REPARTO:
Daniel Giménez Cacho/ Matheus Nachtergaele/ Juan Minujín/ Lola Dueñas/ Rafael
Spregelburd/ Daniel Veronese, Vando Villamil.
PRODUCTORA:
Coproducción Argentina-España-Francia-México-Brasil-Estados Unidos-Países Bajos
(Holanda)/ Rei Cine/ El Deseo S.A./ Canana Films/KNM/ Bananeira Filmes/
Louverture Films/ Netherland Filmfund/ Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)
DISTRIBUIDORA en ESPAÑA:
BTeam Pictures.
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