Dani (Florence Pugh) está preocupada por su hermana bipolar, por los mensajes recibidos a su correo electrónico, a los cuales no contesta. Llama a su pareja Christian (Jack Reynor) quien vive con sus amigos, uno de ellos está empeñado en que Dani no es la chica indicada para él. En una de esas llamadas, Dani pide auxilio entre gritos de dolor. Han encontrado a sus padres muertos en la cama y a su hermana con una mascarilla tapando su boca y nariz, sentada en el suelo contra la pared.
Christian y sus amigos
Josh (Will Poulter), Mark (William Jackson Harper) y Pelle (Vilhelm Blomgren) tienen
planeadas unas vacaciones a Suecia, a una aldea donde cada 90 años se celebra
un festival dedicado al Solsticio de Verano. La idea ha sido propuesta por
Pelle, quien conoce el lugar, al haberse criado en él. Una festividad que dura
9 días. Christian decide llevar a Dani, para que pueda olvidar el trauma
vivido.
El director y guionista
estadounidense, Ari Aster nació en Nueva York. Se graduó en El American Film
Institute (Instituto Americano del Cine) donde conocería a muchos de los que
más tarde serían sus colaboradores. Ya desde joven estaba obsesionado por el cine
de terror. En una ocasión comentó que su ofuscación por el cine de terror le
llevaba a agotar la sección del género en cada video club que se
encontraba. Debutó con el cortometraje
“TDF Really Works” 2011, al que siguieron “The Strange Thing About the
Johnsons” 2011, “Beau” 2011, “Munchausen” 2013, “Basically” 2014, “La cabeza de
tortuga” 2014 y “C´est La Vie” 2016. Sorprendió con su ópera prima en el
largometraje “Hereditary” el pasado año y ahora nos llega “Midsommar” Un filme
hechizante desde el minuto cero, hasta su final. Una obra inquietante y
espeluznante, a plena luz del día.
En Hereditary ya nos
ofrecía su particular mirada al cine de terror, no buscaba el grito fácil, ni
las carreras sin fin, ni las caídas, ni el gore por el gore y mucho menos una banda sonora estridente a nuestros oídos,
que rellenase la historia. Se alejaba de las sombras y oscuridades que no sugerían nada y de ver pasar los minutos, sin más. Todo debía de tener sentido. Daba mayor importancia a sus personajes, su
identidad, vulnerabilidad y aquello que trastornaba sus mentes, sin saber la
razón o creer no saberlo. Y ahora, a lo
ya mencionado, aporta una gran novedad, el terror psicológico y visual a plena
luz del día, en campo abierto y sin nada que distraiga a nuestra mente. Se
presenta ante la audiencia como un mago desnudo, en un escenario sin trucos, ni
telas que cubrir lo que otros ocultan.
Lo más inquietante, sin la menor duda y sobresaliente, es la puesta
en escena. Una vez pasado el prólogo en la ciudad, Ari nos transporta a pleno
campo, a un lugar idílico, puro de toda contaminación, con cielos azules, con
escasas construcciones hechas de madera donde todo se comparte, entre espacios
comunales para dormir, al igual que sus alimentos. Vestimentas cómodas en un
blanco perfecto, con adornos cuando se realiza algún ritual. Un lugar donde
todos parecen ser felices, entre risas de niños correteando entre la hierba,
quienes estudian en pequeños grupos, el aprendizaje de la magia, entre amarres
de amor, el conocimiento de las runas y los elementos de la naturaleza. Los juegos
para nombrar a la reina de la primavera, las mujeres preparando las comidas y
los hombres ejerciendo otras labores.
De entrada, cuando se traspasa ese gran círculo de madera que recuerda al sol con sus rayos, nos hace sentir que entramos en el paraíso, ante la bienvenida de sus gentes, aparentemente apacibles. Pero el gran mago Ari, esconde algo entre sus mangas invisibles, un ritual que se celebra durante 9 días y cada 90 años y entonces, un escalofrío, recorre la sala.
Midsommar es una obra
muy visual y de ello se encarga el maestro de fotografía, que ya trabajo con Ari en su anterior filme, Pawel Pogorzelski. Una fotografía dotada de una gran plasticidad, jugando de forma
inteligente con el color, los ligeros difuminados o pérdida de foco, cuando quiere que nos detengamos en algo en
concreto, olvidándonos del resto y sobremanera, con la riqueza de planos, destacando los
generales y panorámicos, con una fascinantes profundidad de campo, para que nada se pierda a nuestra vista, pues todo está
exquisitamente coreografiado. Miremos donde miremos, siempre está sucediendo
algo, aunque nos parezca insignificante,
por la sencillez en que está expuesto. Los planos a vista de pájaro nos
hacen volar sobre el lugar en el que nos encontramos, hasta culminar
con los medios o cortos, perfilando los detalles con los que nos
impactará y aterrará. Está claro, que la complicidad entre Pawel y Ari es absoluta, ambos
saben qué mostrar y con qué sorprender.
Uno de los elementos importantes de este filme, son las drogas. Desde su prólogo sabemos que nuestros protagonistas consumen estupefacientes y cuando llegan al lugar de vacaciones, lo primero que les ofrecen son pastillas y setas alucinógenas, para continuar más adelante con algunas bebidas preparadas por los lugareños, las comidas ritualizadas e incluso el polvo que soplan sobre el rostro de unos u otros. Lo más curioso es que Ari, que no nos ha ofrecido pastillas, ni bebida ni ha soplado sobre nuestros rostros ningún tipo de sustancia, nos hace caer en un estado de hipnotismo y placidez que va calando en nuestra mente, siendo conscientes de lo que estamos viendo; atrapándonos, incluso, en los momentos más demoledores y viscerales. Consigue que nos olvidemos del tiempo y que no podamos apartar la mirada de la gran pantalla. Una extraña sensación se apodera del espectador si conecta con el filme desde el principio y ese efecto, no desaparecerá hasta el final. Solo quien tiene las ideas tan claras, como Aster, es capaz de tal virtuosismo, en ese espacio limitado que comprende la campiña, con una acción ofrecida a cuenta gotas y una parafernalia en torno a rituales ancestrales, cautivarnos durante dos horas y veinte minutos de metraje, en un viaje confuso, delirante y perturbador. Y aquí quiero matizar. Solo si el espectador conecta con la historia, logrará disfrutar de ella, de principio a fin, pues de nuevo hay que avisar, que no es una película de terror al uso, sino de ese terror psicológico, "inteligente" y que sabe calar hasta lo más profundo.
Un filme hechizante
desde el minuto uno, incluso cuando pasamos de lo bucólico a lo violento, a ese
primer contacto con el terror, en el cual vemos arrojarse a dos personas y
estrellarse contra las rocas, visualizando seguidamente, sus cabezas reventadas
y la sangre salpicándolo todo. Es en esos primeros instantes, cuando la venda cae de
nuestros ojos... o no. Una obra no exenta de misticismos, de banquetes de
hermandad, de rituales sexuales o de sacrificios de sangre y fuego, entre las
misteriosas notas de la banda sonora de Bobby Krlic.
Finalizo hablando de las actuaciones. Un acertado casting para unas correctísimas y creíbles interpretaciones, sin las cuales la obra no existiría, ellas son la razón de Midsommar, pero por encima de todas, destaca Florence Pugh, encarnando a un personaje traumatizado, perturbador y oscuro.
Mi nota es: 9
ESTRENO en ESPAÑA: 26
de Julio
REPARTO: Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter, William
Jackson Harper, Ellora Torchia, Archie Madekwe, Vilhelm Blomgren, Julia
Ragnarsson, Anna Ǻström, Anki Larsson, Lars Väringer, Katarina Weidhagen van
Hal
PRODUCTORA: B-Reel Films// Parts and Labor.
DISTRIBUIDORA en
ESPAÑA: DeaPlaneta.
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