Palabras encadenadas o el ejercicio de dos soberbias interpretaciones,
como a mi juicio resultan las de Cristina Alcázar y Francisco Boira.
El espectador escuchará una voz
masculina en el sonido de un vídeo donde confiesa, ante una imaginaria cámara,
ser un asesino en serie. Mientras las palabras invaden el espacio escénico, un
hombre entra en escena con una mujer a la que lleva amordazada y atada de las
manos. Al finalizar el sonido del vídeo, él confiesa a la mujer que en efecto
él es el asesino en serie y que no siente remordimiento al haber matado a tanta
gente, 18 en concreto, ella será la número 19, más tarde sabremos el
significado de dicho número.
Ramón (Francisco Boira) es un tipo de apariencia normal e
inofensivo. Laura (Cristina Alcázar), la
mujer a la que ha secuestrado, es una importante psicóloga. Ella mostrará al
espectador que Ramón fue su marido durante dos años. Ramón en un momento
determinado propone jugar a la mujer a las palabras encadenadas: Si ella gana, quedará libre, si pierde, le sacará un ojo.
Con este arranque de fuerza dramática y terror psicológico, comienza la obra y las palabras encadenadas darán paso a las mentiras y verdades vividas en la pareja, donde en ocasiones la confusión en el alarde de engaños y sinceridad, hacen dudar al espectador, de quien es quién, de cuál es el papel real de cada uno y de esta manera imponer al espectador a un constante juicio que le obligará a permanecer casi sin pestañear, durante todo el transcurso de la acción. Juego macabro al que ambos personajes se doblegan, rozando la extrema crueldad y desencadenando en los dos actores la frase con la que he abierto esta reseña: el ejercicio de dos soberbias interpretaciones.
Con este arranque de fuerza dramática y terror psicológico, comienza la obra y las palabras encadenadas darán paso a las mentiras y verdades vividas en la pareja, donde en ocasiones la confusión en el alarde de engaños y sinceridad, hacen dudar al espectador, de quien es quién, de cuál es el papel real de cada uno y de esta manera imponer al espectador a un constante juicio que le obligará a permanecer casi sin pestañear, durante todo el transcurso de la acción. Juego macabro al que ambos personajes se doblegan, rozando la extrema crueldad y desencadenando en los dos actores la frase con la que he abierto esta reseña: el ejercicio de dos soberbias interpretaciones.
Palabras encadenadas se basa en una obra de Jordi Galcerán, cuya dirección recae en Juan Pedro Campoy que nos mostrará una obra
absorbente, angustiosa, desgarradora, violenta… que logra oprimir y mantener al
espectador pegado a la butaca y convencerle de lo que en escena está
sucediendo.
Un decorado sencillo, con maniquíes destartalados, una silla y poco más,
serán todo el conjunto donde los dos actores ofrecerán sus habilidades mentales para desnudar la psiquis
de los dos personajes. Dos personajes
atormentados por la falta de sinceridad entre ellos y la inexistente
complicidad que una pareja debe de tener.
Si una pequeña crítica se le puede hacer a la obra, a mi juicio deriva
en el propio texto, en un final muy
recurrente y debido a ello, pueden vislumbrarse pequeños flecos sin unir
en la obra, que no menosprecia en nada al libreto, pues Cristina y Francisco,
nos dan una gran lección de interpretación.
La sala Off del Teatro Lara acoge cada miércoles en sesión de 20:15, una
representación llena de matices, de fuerza arrebatadora, de mentiras y engaños,
de derroche escénico, de… En un juego macabro, muy recomendable para todos los
amantes del teatro.
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