miércoles, 24 de diciembre de 2014

MI HISTORIA COMO ESCRITOR: CAPITULO IV (APRENDIENDO EN EL CAMINO)

Y fueron pasando los años, se podría decir, y en todos aquellos años no recuerdo haber pasado más de una semana sin escribir algo, aunque luego no se convirtiera en nada concreto. Siempre llevaba una pequeña libreta conmigo y anotaba todo lo que se me ocurría en ese instante: sentado en el suelo apoyado contra un árbol, subido en la verja que daba frente a mi casa, caminando desde mi pequeño pueblo a la ciudad, más o menos un kilómetro y medio… Daba igual el lugar y el momento, si tenía una idea el bolígrafo y el papel estaban a punto, al igual que cuando me iba a la cama, en la mesilla siempre o casi siempre he tenido papel y bolígrafo, pues no ha sido la primera vez que me he despertado con una idea en la cabeza y automáticamente tras incorporarme y dar la luz, escribirla.

Los relatos y los cuentos se iban amontonando unos sobre otros en carpetas de cartón que iba guardando en un cajón. Muy poca gente conocía la existencia de aquellos escritos, salvo algunas amigas/os que les gustaba de vez en cuando echarles un vistazo.

Recuerdo haber escrito dos pequeñas obras de teatro, una de ellas se llevó a escena interpretada por unas amigas a las cuales dirigí: “Días de ensayo, días de estreno” y al año siguiente, otra amiga, del curso de tercero del instituto femenino, me pidió que las dirigiera en una mini obra de una media hora de duración, con guión en verso de una chica de la cual recuerdo las primeras frases: “Van caminando despacio, hacia la puerta central, del edificio negruzco, que algún día pintarán…” Aquel texto en verso, lo adoré desde el primer instante. Aquella chica, con tan sólo 16 añitos, atrapaba con sus palabras. Me di cuenta que tenía mucho que aprender, que lo que hasta la fecha había escrito, no valía nada; pero continué en mi tozudez escribiendo.
Recuerdo mi profe de literatura en el Instituto: Carmen Íñiguez, que me animaba siempre a escribir. Decía que tenía un estilo muy propio a la hora de redactar los comentarios de texto y en 2º de BUP me presenté al concurso navideño con un cuento que está colgado aquí, en el blog: “ÉL” y aquel cuento que había nacido del dolor, de la soledad, del vacío que en aquel tiempo sentía en mi interior, me recompensó con el Primer Premio. Y “Él” se convirtió automáticamente en el pistoletazo de salida hacia una meta que aún veo lejana. Pero también os decía en otro de los capítulos, que mi mayor enemigo era la impaciencia. Idea que tenía, idea que debía estar materializada casi al instante y así surgió otra de mis frustraciones, el no ser capaz de desarrollar una historia en más de cinco o seis páginas mecanografiadas. Además de escribir, era un gran lector y admiraba a aquellos escritores que eran capaces de ofrecer en más de 300 o 500 páginas una historia. ¿Por qué yo no? El relato corto y el cuento me gustaban y me siguen gustando, pero poder abrir todo un mundo de imágenes, de diálogos, de expresiones, sensaciones y emociones… Deseaba ser como ellos, por lo menos tener la oportunidad de una primera obra, aunque fuera sólo una, pero… No, mi relato más largo no sobrepasaba las quince páginas. Me resigné.

Mis estudios fueron dando tantas vueltas como yo mismo. Emprendía unos y sin ser finalizados eran relevados por otros y siempre con la inquietud de que lo que estudiaba no me complacía. Un buen día vi el anuncio de una escuela de diseño de moda. En mi familia el mundo de la moda lo había visto desde niño en las casas talleres de mis tías y con mi madre que era una mujer muy elegante y la encantaba lucir un buen vestido. ¡Y lo lucía! Tipazo el que tenía. Y me apunté a dicha escuela. Luego los años de especialidad me llevaron a Madrid y cuando terminé el último curso y estaba preparando el proyecto de fin de estudios, decidí enfocarlo al mundo del cine de ciencia ficción y para ello escribí una historia. Por primera vez sobrepasé las 50 páginas en un relato lleno de aventuras, de personajes que parecían rodearme, de lugares soñados y nunca reales. Recuerdo las palabras de mi profesora tutora del proyecto: “Siempre me ha gustado como diseñas, pero creo que te has confundido, lo tuyo no es el diseño, es escribir. No dejes de hacerlo nunca” Al final no entendí muy bien si en realidad me quiso decir: “Anda Javier, no pienses en el mundo de la moda como profesión, porque si no te morirás de hambre” Y salvo alguna temporada no lo ejercí, no porque no me motivara, sino porque lo que contemplé a mi alrededor en ese mundo aparentemente tan mágico y maravilloso de la moda y la creación, por dentro está podrido. La rivalidad es absoluta, el ego alcanza cotas insospechadas, la prepotencia se convierte en mezquindad… Pero no he venido a hablar de moda, eso se lo dejo a los grandes "magos e intelectuales de ese campo"
El próximo capítulo estará centrado en otro campo mágico en mi vida: El mundo del cine y el guión.

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