Todo momento es
bueno, os lo aseguro. En esa primera vez me faltó el coraje y la determinación.
Sí es verdad que disfrutaba con algunos cigarros que fumaba, y digo algunos,
porque de otros ni me enteraba que los había fumado. Seguro que vosotros estáis
afirmando estas palabras. ¿Cuántos cigarros encendemos y al dejarlos sobre el
cenicero vemos que otro se está consumiendo? ¿Por qué si muchos de esos
cigarros no los disfrutamos, ni siquiera les prestamos atención o hemos olvidado,
salen de la cajetilla hacia nuestra boca? Por la adicción que cada vez es mayor
en nosotros.
Lo que he
vivido también y por lo que he escuchado de muchos fumadores, es que cuando han
recaído volviendo a fumar de nuevo, ha sido peor, pues el tabaco se toma su
venganza. Se precisa más dosis diaria, necesitas fumar más y lo peor de todo,
es que lo haces, volviendo de nuevo el autoengaño: “poco a poco, vamos a ir
bajando la dosis de aquí a un tiempo” Y no nos engañemos, como no le pongamos
narices, ese tiempo no llega nunca.
En esa nueva
recaída la nicotina se siente como cuando un partido político adquiere la mayoría
absoluta en el congreso: INTOCABLE. Te ha vencido. Ha ganado la partida a tu
deseo de dejar de fumar, y con esa fuerza que adquiere sobre tu mente, te posee
más de lo que hizo en otros momentos. Se adueña de ti y el cigarro parece un apéndice
nuevo de tu mano, y la nicotina se pega a ti como el perfume a disfrutar a
partir de ese instante. No, no exagero, no fantaseo, eso y mucho más se vive
con la recaída, pues tú mismo te convences que fumar te está ayudando a vencer
el estrés y las depresiones, entre otros.
Recaída y
autoengaño van unidos, como os decía al principio, porque aun sabiendo que el
tabaco es malo, te auto convences de todo lo contrario. Sobre todo los primeros
días cada cigarro lo degusta con más ansia, pero como todo, esa sensación deja
de existir y vuelve la monotonía y con esa monotonía el no darte cuenta del
veneno que está invadiendo tu organismo. Volverás a sentirte cansado, pero se
lo atribuirás a otros motivos que nada tienen que ver con el tabaco. Volverás a
toser por las mañanas, pero creerás que estás refriado. Cuidarás aún más tu
limpieza bucal, pues no deseas que nadie haga referencia al olor que provoca el
tabaco en el aliento o ese pequeño rastro que pueda dejar en los dientes, por
muy aseado que seas. En definitiva te harás esclavo del tabaco, cuando él está
matándote poco a poco, sin ningún tipo de escrúpulo.
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