El
mal no existe, está escrita y dirigida por Ryûsuke Hamaguchi. “Un poco de
contaminación, no afectará al agua”
Desde el inicio vemos
como Takumi (Hitoshi Omika) y su
hija Hana (Ryô Nishikawa) viven en
armonía con el entorno natural que les
rodea, un pueblo cercano a Tokio. Él lleva a la Hana a caballito mientras le va
explicando las diversas especies de árboles que se encuentran en el camino, así como el
lugar en el que viven los ciervos en libertad. Mientras la niña disfruta de la
naturaleza, él se dedica a cortar leña, recoger agua de un arroyo o realizar
trabajos para sus vecinos. Una vida tranquila y sin sobresaltos hasta que un
día aparecen Takahasi (Ryuji Kosaka)
y Mayuzumi (Ayaka Shibutani), dos
representantes de una empresa que pretenden crear un Glamping en el espacio en
el que se ubica el abrevadero y lugar de paso de los ciervos. El pueblo se pone
en alerta, pues saben que la llegada masiva de foráneos romperá el equilibro
natural y contaminará el arroyo ante la necesidad de instalar una fosa séptica,
que depure las aguas residuales, que causaría dicho camping.
El guionista y
director, Ryûsuken Hamaguchi,
se graduó en la Universidad de Tokio. Se
unió al Grupo de Estudios Cinematográficos e ingresó en el Laboratorio de
Estética y Artes de la Facultad de Letras. Trabajó como asistente de dirección
y asistente de dirección de programas de televisión. Completó su formación
matriculándose en el programa de maestría de la Universidad de las Artes de
Tokio. Su película de graduación fue “Passión”2008. Debutó con el mediometraje
“Like Nothing Happened” 2003 y en el largometraje con “Solaris” 2007 para
continuar con su película de graduación “Passión” 2008 y proseguir con “Eien ni
Kimi wo aisu” 2009, “The Depths” 2010, “Shinmitsusa” 2012, “Happî awâ” 2015,
“Netemo sametemo” 2018, “La mujer del espía” 2020, “Drive My Car” 2021 y “El
mal no existe” 2023. También cuenta con los mediometrajes “Bukimi na mono no
hada ni sawaru” 2013, “Tengoku wa nada Tôi” 2016 y los documentales: “The Sound
of Waves” 2011, “Nami no koe: Shinchimachi”, “Utau hito” en 2013 y “Nami no
koe: Kessennuma” 2014.
Según comentó
Hamaguchi, durante una rueda de prensa, el origen de “El mal no existe” partió
de una idea del compositor Eiko Ishibashi, con quien había trabajado en su
anterior proyecto “Drive My Car”. El proyecto de Ishibashi consistía en que el
director rodara una serie de imágenes que le servirían de acompañamiento a un
concierto en vivo que estaba preparando. El resultado de la unión de ambos
maestros ha culminado en esta nueva película. Un canto a la vida, a la
naturaleza, a la identidad y al respeto del medio ambiente. Un filme
contemplativo en el que la imagen y la música se fusionan cobrando gran parte del
protagonismo y dejando en segundo término, no por ello menos importante, una
historia crítica sobre el daño que el hombre es capaz de provocar a la
naturaleza y con ello, llevarla a la destrucción, con el único propósito de
contentar e enriquecer a los poderosos mientras el pueblo, como siempre, sufre
las consecuencias.
El filme nos habla de
los problemas reales que tiene nuestra sociedad, entre ellos el calentamiento
global y por consiguiente la falta de agua y con ello el riesgo de incendios,
para terminar en la desforestación. Una cadena que no termina, pues no podemos
olvidarnos de un tema tan en boga como la masificación turística a estas zonas
rurales en las cuales los habitantes de las grandes ciudades, buscan el balón
de oxígeno que la madre naturaleza les otorga durante los fines de semana o
vacaciones, no siendo conscientes, en su mayoría, de los destrozos que
ocasionan, pues luego regresan a su mundo de asfalto y hormigón.
Decía que estamos ante
un filme contemplativo y añado, excesivamente pausado. Es cierto que no es lo
mismo vivir en una gran ciudad que en el campo. El campo no nos exige esa
rapidez a la que en ocasiones nos vemos obligados a llevar a cabo en las ciudades
e incluso, al estrés que esta genera y además, no olvidemos que Ryûsuke, ha
acomodado su nueva obra a las pautas que demandaba la banda sonora de Eiko Ishibashi, quien nos balancea
entre sus notas con suavidad mientras Yoshio
Kitagawa, con su bucólica fotografía, nos invita a que miremos por esa
ventana abierta a la naturaleza. Contemplemos como los rayos del sol se filtran
entre las ramas de los árboles, ramas que se cruzan entre
ellas formando las copas y cuyo movimiento solo depende del viento
reinante, en ocasiones tan sutil, que parece inexistente. Nos detengamos a
observar como la nieve cubre los campos, los ciervos viven en libertad o
escuchar el sonido del arroyo. En resumen, ser testigos de la vida abriéndose
camino con tranquilidad si el hombre no interfiere y Hamaguchi, se lo toma al
pie de la letra, hay instantes que nos da la sensación que se ha olvidado de
mover la cámara, pues algunos planos son excesivamente largos, sin que nada
acontezca o lo que sucede, es imperceptible a nuestra vista; lo que sí está
presente, durante todo el metraje, es el equilibro existente entre los
habitantes del pueblo y la naturaleza.
Por otro lado, además
de lo ya mencionado, nos habla de las relaciones de pareja, del matrimonio, las
redes sociales, la pandemia y sus efectos o la soledad. Cuenta con un guion
bien elaborado, con interesantes diálogos que nos llevan a la reflexión, ajustándose
a las correctas interpretaciones de sus actores. Para terminar, confesar que he
disfrutado de esta experiencia, pues de vez en cuando me gusta someterme a este
tipo de ejercicios personales, sonoros y visuales. En cuanto al origen del
título, prefiero que seáis vosotros quienes lo descubráis.
Mi nota es: 7,5
ESTRENO EN ESPAÑA: 1de
mayo
MUSICA: Eiko Ishibashi
FOTOGRAFIA: Yoshio
Kitagawa
REPARTO: Hitoshi Omika,
Ryô Nishikawa, Ryûji Kosaka, Ayaka Shibutani, Hazuki Kikuchi, Hiroyuki Miura,
Yoshinori Miyata, Taijirō Tamura y Yûto Torii.
PRODUCTORAS: Neopa Co//
Fictive
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Caramel Films.
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