En coproducción entre
Italia y Polonia, SOLE, está
dirigida por Carlo Sironi,
compartiendo guion con Antonio Manca
y Giulia Moiggi. “Pocas veces los
silencios, han dicho tanto”
Ermanno (Claudio Segaluscio) es un joven
huérfano cuyo padre se suicidó tirándose por la ventana. Su vida es la calle,
entre las máquinas tragaperras y los pequeños robos que hace en solitario o con
sus amigos. Un joven silencioso y tranquilo.
Un día recibe un
encargo doble de su tío Fabio (Bruno
Buzzi), el primero cuidar de una joven
polaca, Lena (Sandra Drzymalska),
embarazada en estado avanzado y quien se ha desplazado de su país natal a
Italia, para dar a su bebé en adopción a Fabio y a su mujer Bianca (Barbara Ronchi), a cambio de una
importante suma de dinero y el segundo, que cuando nazca la niña, la tendrá que
reconocer como su hija, para que luego sus tíos la puedan adoptar, de forma
legal.
El guionista y
director, Carlo Sironi, a la edad de
18 años comenzó a estudiar fotografía y a trabajar como auxiliar de cámara y dirección. Se
inició en la dirección con el cortometraje “Sofía” 2008, al que le han seguido
“Cargo” 2012 y “Valparaíso” 2013. Ha dirigido documentales y programas
televisivos, así como videos musicales tanto para artistas independientes como
para grandes compañías discográficas, entre ellas la Warner Chapel Music. El
pasado año debutó en el largometraje con “Sole”, que ahora llega a nuestras
pantallas.
Lo primero que llama la
atención en este filme italiano, es su puesta en escena, su narración y
sobremanera, la estética. Consigue combinar el estilo dramático italiano con
esa puesta en escena, ofreciendo ese halo reflexivo e impasible de las
películas del este de Europa. Sorprende por la economía de diálogos y destaca por esa fotografía neutra, entre
colores apagados y fríos, predominando el azul, elevando la tensión emocional
de los encuadres intimistas y un formato poco habitual 4:3, con el que presenta la obra. Todo parece querer
arropar y proteger a su protagonista femenina, de nacionalidad polaca, para que
se sienta cómoda en el nuevo país, hasta que nazca la criatura y la venda,
porque esa es la cruda realidad. Una trama envuelta en una supuesta adopción
para engañar a las administraciones, pues la gestación subrogada no es legal en
Italia, en donde las Cortes Constitucionales han afirmado que es una ofensa a
la dignidad de la mujer.
Una decisión con la que
todos salen favorecidos. Por un lado Lena, deshaciéndose de una hija no deseada
y llevándose una importante cantidad de
dinero para comenzar una nueva vida, el matrimonio que no pueden tener hijos,
preparando la farsa; y el último peón de la partida, Ermanno, el sobrino de los
futuros padres, que por otra cantidad de dinero, deberá cuidarla y hacerse
pasar por el padre biológico. Maternidad, paternidad y adopción que toman otro
cariz, que aunque creamos haberlo visto en otras ocasiones, las diferentes
capas que va desplegando la historia, a lo largo del metraje, la dotan de una
magia especial. Fuerza y fragilidad en la balanza, para terminar inclinándose
por la humanidad de los personajes principales, en particular en Ermanno.
Todo en la obra es
minimalista, desde los decorados, el vestuario e incluso los pocos diálogos que
contiene el guion; pero por el contrario, serán los silencios, las miradas y
los gestos, los que irán creando las lecturas, dando forma a la narración y al
sentido a la propia historia, pues lo que al principio para la pareja es un
negocio, para ella deshacerse del bebé no deseado y ganar un buen dinero y para
él, sin cambiar sus hábitos, llenar los bolsillos con un extra, que tal vez
malgaste en las tragaperras. Ese principio, entre la sobriedad de las palabras
y la frialdad en las emociones que se dispensan, sin duda por los recelos y traumas
sufridos en sus vidas, durante esas semanas que tienen que convivir juntos, les
transformará, sobre todo en él, quien de pasar del desprecio absoluto hacia la
joven, encerrándola en casa como si fuera un animal mientras se va a sus
asuntos, provocará que se despierten emociones que asume de forma espontánea,
como la paternidad. Algunos de esos ejemplos se observan viéndole cómo cambia
de pañal a la niña recién nacida o ante el lloro continuo, llevarla a dar una
vuelta en el coche, porque eso es lo que hacía su padre con él. Una obra que
nos habla de la falta de amor, de la pérdida y del abandono. “Pocas veces los
silencios, han dicho tanto”
Para terminar, no puedo
olvidarme de la pareja protagonista, dos jóvenes que traspasan la pantalla con
sus silencios, miradas y falta de expresividad. Resultan tan fríos que duele y
te preguntes el porqué de esa personalidad tan dura e inescrutable; y por
supuesto esa fotografía contenida y demoledora, como la propia historia, en la
mirada de Gergely Pahárnok. Habrá que esperar para ver la próxima obra de este
director, pues al menos con su “Sole”, no nos ha dejado indiferentes.
Mi nota es: 7
ESTRENO en ESPAÑA: 6 de
Noviembre
REPARTO: Barbara
Ronchi, Claudio Segaluscio, Sandra Drzymalska, Vitaliano Trevisan, Bruno Buzzi
y Marco Felli.
PRODUCTORA: Kino
Produzioni// Lava Films// Polski Instytut Sztuki Filmowej.
DISTRIBUIDORA en
ESPAÑA: Márgenes Distribución.
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